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23/11/2024

Responsabilidad en el espacio

José Medina Go… / Domingo, 30 Enero 2022 - 19:54

Uno de los intereses principales de la presente columna semanal es generar un entorno reflexivo en el lector en torno a los aspectos estratégicos más trascendentes para nuestro país en el ámbito aeronáutico y espacial. Ciertamente, muchos de estos temas son coyunturales, y otros deben ser abordados inmediatamente por su relevancia en el corto, mediano y largo plazo. Sin embargo, no por ello se debe perder de vista lo importante y no sólo lo urgente. 

Por supuesto, el interés del suscribiente no es que el lector irreflexivamente este de acuerdo con lo expresado en esta columna, o que se suscriba a lo aquí propuesto, y ni siquiera que considere apropiado u oportuno lo que se comenta semana a semana. Al contrario, la intención es disruptiva, generar crítica informada y fundamentada, promover la reflexión, y sobre todo que el lector busque por sus propios medios argumentos para sustentar o contrariar lo aquí expuesto. Aclaro, por obvio que parezca: la argumentación debe ser sustentada, no sólo siguiendo discursos vacíos o defendiendo posiciones ideológicas. Esos temas corresponden a otro espacio; en esta columna tan sólo nos limitamos a plantear reflexiones informadas y sustentadas con hechos para promover la crítica saludable y encaminada al fortalecimiento de nuestro sector.

Uno de estos temas, mismo que es de gran trascendencia para nuestro país, brilla por su ausencia. De hecho, es una temática que prácticamente no se menciona o se hace referencia desde hace meses. Nuestro entorno ha estado tan saturado de temas coyunturales que fácil es olvidarnos de este amplio campo que se encuentra totalmente abandonado por nuestras autoridades. Se trata de la responsabilidad y participación de México en el espacio.

La presente administración federal se ha caracterizado, prácticamente en todas sus instituciones y entidades, por el sistemático desprecio o minimización de la ciencia, la tecnología y el desarrollo conceptual. Es lamentable, trágico inclusive, que estos campos sean tildados con desprecio desde la titularidad del ejecutivo federal con calificativos orientados a desprestigiarlos o relegarlos. Empleando términos que -a toda franqueza teórica- realmente carecen de significado, desde la cima de la autoridad nacional se desprecia a la ciencia y a todo lo que no entienden, no le encuentran utilidad político-mediática, o bien que consideran un atentado directo o indirecto a su supremacía e influencia. Las evidencias de esto, por desgracia, sobran.

El entorno espacial ha sido totalmente relegado, olvidado, e incluso despreciado por las autoridades federales. Cabe aclarar que en el discurso es uno, pero los hechos y las acciones son otras. Más allá de alguna mención al margen, o de algún vacío comentario coyuntural, el tema está totalmente relegado. ¿Evidencias? Invito al lector a que valide cuantos proyectos relacionados con el ámbito espacial han perdido financiamiento federal, cuantas becas y apoyos ha retirado CONACYT a investigadores relacionados con este entorno, y cuantos científicos han perdido sus empleos al considerarlos como “no esenciales” bajo el ambiguo argumento de la “austeridad”, misma que raya en “austericidio”. 

México, en menos de tres años, ha perdido importantes avances y potencialidades en materia espacial. Fácil es culpar a la pandemia de ello. Sencillo es decir que eran parte de la “corrupción”. Pero ¿de cuando acá la ciencia es corrupción? Ese argumento solo puede emitirlo quien no entiende lo que es la ciencia, lo que requiere la tecnología en materia de inversión, y quien no puede dimensionar la necesidad de cooperar y permitir el avance de aportes del extranjero sin tildarlos de “intromisiones” o de “abusos”. Quien crea que somos o podemos ser “autosuficientes” en cualquier materia en lo general, y en la ciencia en lo particular, tan sólo demuestra su profunda carencia de conocimientos en torno al avance civilizatorio humano.

México, en términos reales, ha abandonado el espacio. Cada vez menos esfuerzos se hacen en la materia, y menos estímulos existen para adentrarnos en ese entorno. Esa decisión no es de la comunidad científica mexicana, o del sector industrial nacional, o de la academia nacional; es una decisión impuesta y forzada desde una autoridad que no entiende ni reconoce la importancia estratégica de que México intensifique su participación internacional global en materia espacial. Por su parte, esta misma superioridad no entiende ni dimensiona que, aunque haya presiones para “mantenernos al interior” a la mejor usanza de la extravagancia política del México de la década de 1970, no nos exenta de la responsabilidad que tenemos en la materia.

Dicho de otra forma: aunque las autoridades quieran directa o indirectamente que México no intensifique sus labores en materia espacial no significa que no tengamos responsabilidades como actor internacional en este ámbito. Posiblemente para muchas autoridades resulte como una sorpresa (o tal vez no, lo que sería más grave aún) pero México ha firmado numerosos tratados internacionales mutuamente vinculantes donde adquirimos responsabilidades en materia espacial o relacionada al mismo. Desde telecomunicaciones, telemetría, seguimiento, observación científica, Defensa y Seguridad, monitoreo, entre otros temas, nuestro país tiene una responsabilidad conjunta y compartida con otros actores internacionales en el espacio.

Recordemos que pasando de los cien kilómetros de altitud a nivel medio del mar (la Línea Káraman) se establece el límite superior de nuestra atmósfera planetaria, y empieza el espacio exterior. Cien kilómetros parecen mucho, pero realmente no es nada. A partir de ese punto termina nuestro espacio aéreo soberano y comienza el espacio. En este entorno no hay soberanía de nadie, y por lo tanto es responsabilidad de todos los países del mundo por igual. En el espacio se puede ver plenamente la democracia en acción: todos los países por igual, grandes y pequeños, tienen la misma responsabilidad; y su peso en la toma de decisiones es igual de un país con amplias capacidades espaciales que de una pequeña nación que no tiene ninguna. En el espacio, todos somos hijos de la Tierra, somos parte de una comunidad verdaderamente global, donde las decisiones que se tomen afectan al mundo.

Es por esto que México no puede obviar ni evitar su responsabilidad internacional en materia espacial. Nuestro país tiene muchos intereses en el espacio, y debemos volver a reiterar que en ese entorno reside el futuro de la humanidad. Esto debería ser recordado y reflexionado por nuestras autoridades. No en palabras, en acciones preferentemente. Sus acciones -o falta de ellas- en materia espacial tienen importantes repercusiones, no sólo para México, sino para la comunidad internacional. 

En futuras entregas de esta columna abordaremos estas implicaciones y los temas que le integran a mucho mayor detalle. Pero para cerrar el presente texto invito al lector, así como a las autoridades nacionales en turno, a mirar arriba, mucho más arriba de lo normal. Veamos el cielo nocturno, veamos las estrellas. Veamos a nuestro futuro. De nosotros depende llegar ahí, o dejarlo relegado a la “ciencia ficción”. En nuestras manos está convertirlo en Ciencia Realidad. 

 

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