Las últimas semanas en México han sido testigo silente de un complejo fenómeno político-mediático que desde hacía muchos años no se presentaba en nuestro país: la percepción social se encuentra dividida en torno al desempeño y orientación de la Administración Pública Federal y de sus titulares. Esto se debe mayoritariamente a mensajes contradictorios, confusos y hasta opuestos de los diferentes funcionarios del Gobierno nacional.
Esto ya lo habíamos visto, particularmente, el año pasado cuando nos encontrábamos en pleno “debate nacional” en torno al futuro del Nuevo Aeropuerto en Texcoco. En aquel momento las opiniones de expertos, especialistas y ciudadanos clamaron a viva y fuerte voz a un Gobierno que todavía no entraba en vigor que no se diera retroceso a una obra de infraestructura estratégica. Predeciblemente, dichos razonamientos informados cayeron en oídos sordos y mentes obtusas, sentando el tenor de un nuevo ritmo nacional.
De vuelta al presente, un clamor nacional e internacional a una voz contundente anunciaba una crisis en la existencia y distribución de combustibles en nuestro país. El robo de hidrocarburos es un tema de urgente atención y solución, pero también la difusa, indefinida y vaga Política Energética Nacional. Desde hace años, el hoy presidente había indicado que se necesitaban inversiones considerables para fortalecer la industria petrolera nacional, como instalar refinerías en nuestro país y dejar de importar combustibles procesados.
En teoría eso suena bien, sin embargo, en la práctica es poco viable, demasiado costoso y ya hay alternativas más rentables. Un mejor punto de partida quizá sea desarrollar, gestionar e implementar tecnología del siglo XXI que nos lleve al porvenir, en lugar de seguir invirtiendo en tecnología del siglo XIX, con procesos del siglo XX y que forzamos hasta nuestros días… en fin. Es esta una discusión que pertenece a otro espacio, pero sirva decir que muchos señalamos en su momento que un cambio de visión y orientación al interior y al ayer en materia energética, antes que al exterior y al porvenir, auguraba un mal desenlace.
Así llegamos a las últimas dos semanas en que se ha presentado una situación delicada en materia de desabasto de combustibles en más de diez estados de la Federación, generando un clima político y mediático enrarecido pues, para colmo de males, una cosa es lo que informa el Gobierno de manera oficial y otra muy diferente la realidad que reportan medios nacionales e internacionales, que ofrecen datos contundentes que contradicen la postura de la presidencia de la República.
Sin duda esto es campo fértil a la especulación, a la división y a las conductas antisociales. El problema de estas tendencias no es que existan o que provoquen estas condiciones, sino que contagian a otros ámbitos con resultados potencialmente desastrosos. Este es el caso del sector aeronáutico nacional, el cual ya esta siendo víctima de ese “contagio especulativo” y con afectaciones en el corto y mediano plazo difíciles de cuantificar y calcular.
Es indudable que si la crisis de hidrocarburos permanece, existe el potencial riesgo de un desabasto de turbosina. Pero también es muy cierto que existen grandes depósitos y reservas estratégicas de combustibles de aviación en nuestro país, por lo que aún existe un considerable margen de maniobra. El verdadero problema reside en la percepción popular y social del desabasto generalizado de hidrocarburos, sin distinciones ni discriminaciones. ¿Cuál es el problema de esto, si sabemos bien no es así? Que las percepciones fijan posturas, las posturas forman perspectivas, y las perspectivas definen realidades.
Ciertamente hablamos de una “realidad” particular y no necesariamente objetiva, pero a nivel social y mediático puede convertirse en la “verdad del momento”. Esto genera más especulación, dudas, incertidumbre y “reacciones de pánico”. Finalmente, influye en el sector aeronáutico nacional por la postura predispuesta de muchos grupos sociales al mismo, lo cual puede dañar la frágil dinámica y percepción de nuestro entorno.
Esto podría ser atendido con un mensaje claro, contundente, responsable, transparente y bien estructurado de nuestras autoridades, orientado a dar certidumbre y confianza. Lamentablemente, no hemos visto esto en días pasados sino un trágico cambio de paradigma: mientras que los mensajes de los altos funcionarios nacionales se emiten para dar calma a una población preocupada y alterada, tal parece que los comunicados de nuestras autoridades dan preocupación y alteran a una población hasta entonces calmada.
Sea entonces este un llamado a la objetividad, a la responsabilidad, a la seriedad y a una “atención preventiva” para impedir un contagio de percepciones que se conviertan en perspectivas y, eventualmente, en realidades percibidas que dañen la imagen de nuestro sector aeronáutico nacional.
Démonos cuenta que es más barato prevenir que reaccionar, y que los daños a la percepción son mucho más costosos en el largo plazo que una atención oportuna y responsable a un potencial problema por venir.
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