Hoy concluye en la base aérea militar de Santa Lucía, el V Congreso Internacional de Seguridad Aérea, organizado por la Fuerza Aérea Mexicana y en donde participaron más de 30 ponentes, tanto de instituciones globales como locales, públicas y privadas.
Si pudiéramos resumir en unas cuantas palabras lo que se vivió en estos tres días, podríamos decir que cada uno de los participantes tiene ya muy claro que la seguridad aérea es una responsabilidad compartida y que no puede dejarse en manos de un solo actor, por importante que sea.
El hilo conductor fue diseñado por el presidente de este congreso, General César Tapia, con esta visión: Hay tres ejes que tienen que coincidir: el internacional, donde la pauta la dictan los gobiernos agrupados en la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y en donde las políticas y las decisiones son producto de la experiencia, de la transparencia en la información, argumentos bien fundados y cada país tiene la potestad de reservarse aquello que no esté listo para asumir.
El otro eje es el Estado, desde donde parten las políticas, la legislación, la supervisión y vigilancia, el establecimiento de los procedimientos pertinentes, etc.
El tercero es el que se refiere al usuario, entendido como el operador y/o el proveedor de servicios aéreos.
Todos ellos deberían tener un sistema de gestión de la seguridad y cada uno a su nivel deberá insertarse en el sistema general, de forma armónica y homogénea, para que todo funcione adecuadamente. Un aspecto muy interesante del Congreso, es que esta estructura fue mostrando su lógica a través de las participaciones de actores de los tres ámbitos en diversas áreas: operaciones aéreas, aeropuertos, navegación y espacio aéreo, handling, drones…
Después de que nuestro país transitó por dos auditorías un tanto traumáticas (la de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos -FAA- y la de la propia OACI), era necesario hacer un alto para entender la pertinencia de ceñirse a parámetros internacionales ya probados y estructurados de una manera ascendente.
Y estas dos experiencias fueron algo traumáticas porque la administración que inició en 2018 hizo demasiados cambios, no solo de personas sino de formación de los funcionarios encargados del sector, y la degradación a categoría 2 por parte de la FAA resultó un asunto demasiado complejo de resolver. Aunque en menor medida, la auditoría OACI también ha supuesto muchos retos que no han sido fáciles de sortear.
Parte de las conferencias del Congreso se enfocaron precisamente en analizar estos dos procesos, cómo funcionan y por qué -a cargo de los técnicos de estas dos agencias- y cómo fueron enfrentados en nuestro país, planteado justamente por quienes vivieron estos hechos en la AFAC y otras instancias que debieron apoyar el regreso a la normalidad.
Las lecciones aprendidas, como dijo un ponente de Seneam, son claras: con la seguridad aérea no se juega. Por eso, decir que “la seguridad es un estilo de vida”, lema del congreso, cobra sentido y esperemos que a partir de ahora se asuma como la norma y no la excepción.
Ahora que estamos a punto de cambiar de equipo gobernante resulta mucho más pertinente que esta experiencia trascienda, de ahí la importancia de la política de Estado que contenga como prioridad la seguridad operacional. E-mail: raviles0829@gmail.com
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