Como se esperaba desde el anuncio del jueves de la semana pasada, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) devolvió, por fin, a México la Categoría 1 en materia de seguridad de la autoridad aeronáutica. Un día de fiesta para más de uno y un compromiso grande de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) para que nunca más vuelva a ocurrir una degradación de este tipo.
Como se recordará, en 2010 la FAA puso a México en Categoría 2 y costó varios millones de dólares y de 4 a 5 meses regresar a la Categoría 1. Sin embargo, y pese al triunfalismo con que personajes como Jorge Treviño Landois, a la sazón subsecretario de Transportes de esa época, presume el corto tiempo que supuso ese regreso, lo cierto es que esos 500 millones de dólares sólo sirvieron para taparle el ojo al macho, porque la autoridad aeronáutica mexicana siguió adoleciendo de los mismos defectos que la llevaron a la degradación en ese entonces.
El asunto no es menor. Los anexos 1,6 y 8 de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) que no se cumplieron se refieren a normativas de seguridad operacional que todos los países deben cumplir si quieren que sus aeronaves (aerolíneas y otros servicios aéreos) transiten por los cielos del mundo. No es nada especial, sólo cumplir con lo establecido en los procedimientos de seguridad que todo país debe seguir en una actividad cuya principal característica es la seguridad.
Ahora lo difícil será que las aerolíneas mexicanas logren remontar el grave abismo que las separa de la porción del mercado que tienen hoy las empresas estadounidenses, en un mercado de 35 millones de personas que es el número uno o dos en materia de aviación bilateral.
Sólo para darnos una idea, en la próxima temporada de invierno, que inicia en noviembre 2023 y termina en abril de 2024, las aerolíneas de Estados Unidos incrementarán su presencia en 19 nuevas rutas entre ambos países; tendrán un aumento de la capacidad en 77 rutas y abrirán 351 frecuencias adicionales.
Todo ello representa, en números redondos 7,450 millones de pesos que las aerolíneas mexicanas no verán en sus resultados y cuyos impuestos tampoco llegarán a las arcas de la hacienda de este país. Es decir, como nación perdimos ingresos, empleos, derrama económica y presencia en el mercado.
Ahora, el reto es mantener esa categoría 1 durante los siguientes 7 años, antes de que llegue la nueva auditoría de seguridad (IASA) de la FAA y desde luego, pasar la auditoría de la OACI que está a la puerta y que se ha ido posponiendo precisamente por esta degradación en la que se encontraba la autoridad aeronáutica. Recordemos que esta auditoría OACI incluye no 3 sino los 19 anexos de esta organización aunque, es justo decirlo, en caso de no lograr un medición satisfactoria no habrá lista negra o degradación que impida que las aerolíneas mexicana se expandan hacia otros destinos externos, pero será muy claro cuáles son las deficiencias y las recomendaciones que se harían.
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio. E-mail: raviles0829@gmail.com
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