La crisis en la que está inmersa la aerolínea Interjet tiene diversos orígenes. Es una suma de factores que datan desde su fundación, hace 15 años. Aunque inició operaciones como aerolínea de bajo costo, transgredió esos principios en casi todo, pues aunque surgió en Toluca —un aeropuerto secundario cuyo costo era más bajo por los subsidios del gobierno federal)— no maximizó ganancias ni minimizó costos, que es el principio del low-cost.
Por ejemplo, como desde Toluca no podía salir con peso máximo por las características geográficas, Interjet se ufanaba de tener más espacios entre asientos como una forma de “consentir” a sus pasajeros. Más adelante, buscando ganar mercado, ofrecía mayor peso de equipaje gratuito y diversas amenidades que, sin embargo, no le ganaron más pasaje que a sus pares, Volaris y Viva Aerobús y en cambio significaron más costos.
Desde 2013 ya acumulaba pasivos calculados en 900 millones de dólares, la mitad eran deudas con el gobierno federal y algunas con aeropuertos de Estados Unidos.
Uno de sus grandes errores, según apuntan los especialistas, fue la compra en 2011 de 30 aviones rusos, los Sukhoi Superjet 100, que nunca llegaron a completar el primer pedido, ya que sólo se recibieron 22.
En sí, el error estuvo en ser una aerolínea a nivel mundial operadora de un modelo nuevo, el cual, además, fue construido en Rusia aunque se promocionaba como de fabricación italiana y apoyo tecnológico de Airbus. Lo cierto es que los malentendidos del idioma y la lejanía de las instalaciones de la casa madre, además de los lógicos tropiezos de un equipo de reciente diseño y fabricación, resultaron un mal negocio para la aerolínea de los Alemán, al grado de debilitarla estructuralmente.
Hubo, además, muchos otros problemas y pecados financieros, como el socorrido “jineteo” de los impuestos y derechos, pagados por los pasajeros, pero no enterados al fisco. Y aunque se pensó que no habría problema con el cambio de gobierno, esto no resultó como se había pensado.
Las deudas se acumularon y la realidad, hoy, es que Interjet está en la insolvencia y en el peor de los mundos posibles: no tiene dinero para pagar sus deudas y sus nuevos inversionistas no pueden inyectar dinero hasta que esos adeudos no estén saldados porque sería meterle dinero bueno al malo: pagar todas sus deudas implica invertir alrededor de 1,000 millones de dólares, según dicen los más cercanos. Por ese dinero hoy se puede comprar cualquier negocio en marcha que tenga una amplia rentabilidad.
La verdadera pregunta es si el gobierno federal dejará que una aerolínea de servicio público quiebre. Sería repetir la historia de Mexicana aunque en este caso la inversión en Interjet ha sido totalmente obra de la familia Alemán, no le ha costado al erario.
Una forma de mantener el servicio sin menoscabo de lo que ocurra en el ámbito privado sería que el gobierno requisara y se hiciera cargo de la marcha del servicio mientras los propietarios arreglan sus problemas. Cierto: no es fácil, pero el gobierno podría. ¿Querrá?
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables, resarcirle a los trabajadores su patrimonio y dejar de culparlos por el quebranto.
Email: raviles0829@gmail.com
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