Yo no sé qué opine usted, pero a este columnista le fastidio de sobre manera el proceso electoral que acaba de concluir, mismo que en mi opinión dejó claro que esa imperfecta democracia que los mexicanos habíamos gozado en las últimas décadas, luego de luchar por ella, ha pasado a la historia conforme el país ha regresado a un régimen de partido único en el que no existen los contrapesos que impidan el ejercicio del poder bajo un modelo de dictadura.
Demasiado largo, inútil y abrumador resultó el camino al 2 de junio de 2024 en el que además, de manera por demás lamentable, se rompieron entrañables lazos familiares y amistosos de miles de mexicanos por culpa de una polarización exacerbada de manera, hay que decirlo, criminal, desde Palacio Nacional.
Estemos de acuerdo o no con ella, y mientras alguna potencial impugnación de los resultados pudiera prosperar, lo cierto es tenemos nueva presidenta y por ende se supone que deberíamos tener también, un nuevo gobierno, algo que no queda claro dado el talante autoritario, controlador, narcisista y pseudo-mesiánico del presidente “saliente”, quien por cierto ya está dando órdenes en los nombramientos a su hoy día presidente electa. Debo confesar que quisiera verlo ya en camino a “La Chingada”, aclaro, su rancho, dejando para siempre la política, tal y como él mismo indicó haría, lo cual, ante los hechos, lógicamente está en duda.
En fin… Creo que ha llegado el momento de hacer a un lado por un tiempo el tema electoral para enfocarse en la agenda de la aviación. Lógicamente la pregunta es obligada: ¿Y qué sigue?
Siendo un espacio de corte aeronáutico el que ocupa este texto y otorgándome cierto crédito en la especialidad, creo que debo abordar aquello en lo que los hombres y mujeres del aerotransporte debemos trabajar, dejando a los especialistas de otras industrias o actividades tratar las suyas, que tampoco es poco, ni sencillo. Pero vayamos al grano: Quiero pensar que la gran mayoría de mis estimados lectores, si es que no todos, estarán de acuerdo conmigo en que autoridades, operadores y el sector en general debemos de reconocer que la seguridad en los cielos de México, por lo menos en base a estándares OACI, no es un lujo sino una imperiosa necesidad, por cierto no satisfecha, que solamente puede ser atenderse si los actores deciden garantizarla, otorgándole la máxima prioridad, asignado a ella metas realistas y congruentes con la demanda de conectividad aérea en el país, estrategias viables y congruentes para alcanzarlas, controles que midan el desempeño, además de tiempo, dinero y esfuerzo, algo que el gobierno saliente simple y sencillamente no hizo.
Me parece que la nueva ejecutiva federal debe reconocer que el desempeño de su antecesor en materia de gestión oficial aeronáutica dejó mucho, pero mucho que desear, tanto que se requieren de inmediato acciones para corregir el rumbo, comenzando por poner en manos de funcionarios competentes todo aquello que impacte directa o indirectamente en la seguridad, regularidad, sustentabilidad, sostenibilidad y calidad no solamente de la aviación sino de todos los medios de transporte que en mi opinión ya no aguantan otro sexenio como el que está por concluir. Estos funcionarios deberían provenir y desempeñarse en un ambiente civil.
La comunidad aeronáutica mexicana debe tener el valor de reconocer la problemática y de exigir, con respeto, pero con determinación, una rectificación integral de la política oficial y de reclamarlo, insisto dentro de la legalidad tantas veces como sea necesario. Debemos dejar en claro nuestra inconformidad, expresándola con un contundente ¡ya basta!
Habiendo hecho lo anterior, los aeronáuticos mexicanos debemos recuperar el espíritu de colaboración productiva que caracterizó en el pasado las labores de las organizaciones gremiales, académicas y profesionales de la industria. No nos podemos dar el lujo de bajar la guardia y eso solamente se conseguirá unidos actuando de manera crítica y propositiva.
Organicémonos y presionemos con bases técnicas, económicas, legales, diplomáticas, sentido común, transparencia, desinterés, nacionalismo, humanidad, objetividad, determinación, pero en paz a las “nuevas” autoridades gubernamentales para que hagan las cosas como se deben.
No hacerlo nos va a salir muy, pero muy caro y quienes no lo hagan, por la razón que sea, los convertirá en cómplices, lo que me obliga a invitar a quienes aun sabiendo perfectamente dentro de ellos “que el arroz no está para bollos” se los siguen agregando a recapacitar. Estoy hablando incluso de grandes aeronáuticos que están privilegiando sus intereses personales sobre los de una industria que ha sido sumamente generosa con ellos.
Aplaudir lo que ha hecho la mal llamada 4T o no sumarse a quienes en la comunidad del sector aéreo de México reclamamos un cambio de rumbo en mi opinión equivale a una traición.
Sobra decir que pretendo pasar de las palabras a la acción y que estoy en la mejor disposición de aportar aquello que mi experiencia, habilidades, conocimientos y dedicación me permitan ofrecer a cualquier organización o grupo que tenga la capacidad de influir en las decisiones que en materia aeronáutica vaya a hacer la “nueva” administración federal. Es lo mínimo que debo de hacer por mi amado vuelo humano mexicano.
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