Algo que me sorprende en el contexto de la generosa cobertura mediática que se está dando al tema de la degradación de la gestión en materia de seguridad de las autoridades aeronáuticas mexicanas, en este caso la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) por parte de las autoridades norteamericanas, es decir, la Agencia Federal de Aviación (FAA) en base a su programa IASA (International Aviation Safety Assessment Program), es la poca atención que en ella se está dando al tema del origen de la misma, que en mi opinión, no es otra cosa que el ahora ya añejo debilitamiento, hasta niveles verdaderamente preocupantes, de la calidad de la gestión de una autoridad aeronáutica en la que debo confesar no veo mayor diferencia entre la que la actual administración nos ha legado (la AFAC) y aquella en la que inicié mi vida profesional en el año 1982, entonces denominada Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), por cierto en esos tiempos con el ingeniero Carlos Morán al frente.
No hay que inventar el hilo negro; lo que emanó del proceso de recuperación de la Categoría 1 en el año 2010 no fue una autoridad sólida, sino una bastante débil a la que solo le aplicaron parches y venditas para “medio cumplir” con las observaciones que los auditores extranjeros habían planteado, dejando por ello abierta la posibilidad de una nueva degradación conforme quien debía hacerlo, y no me refiero necesariamente a los titulares de dichas dependencias, no le dieron, ni le han dado a la aviación civil, ni a la entonces Dirección General de Aeronáutica Civil y actual la AFAC la importancia que sin duda tienen. Estoy hablando de las más altas autoridades del poder federal y de los representantes populares electos en el Congreso de la Unión de los cuales dependen estos funcionarios.
El resultado ha sido cuasi milagroso, y es que solamente fuerzas muy, pero muy poderosas, son capaces de transformar algo tan sólido como era hace algunas décadas el prestigio de la aviación civil mexicana, el de su autoridad aeronáutica y el de algunos de sus organismos públicos, caso del desconcentrado Servicio a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM) y del centralizado Centro Internacional de Adiestramiento de Aviación Civil (CIAAC) en verdaderas vergüenzas para nuestro país y en un riesgo para las operaciones aéreas.
De esta manera, la muy comentada degradación de la gestión de la AFAC en materia de seguridad, a la que voy a sumar la mala calidad de la operación, por ejemplo del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, no pueden ser atribuidas exclusivamente al desempeño del actual gobierno federal, si bien hay que decirlo, éste no solamente no ha solucionado los asuntos, sino por el contrario, los ha complicado, aplicando una visión de transporte aéreo tan distorsionada como el considerar que el transporte público de pasajeros, como las aerolíneas, y no el transporte ejecutivo civil, oficial o militar, como una aeronave dedicada especialmente para el transporte del jefe del ejecutivo federal en las condiciones de seguridad y flexibilidad que requiere, es la mejor opción.
Desde el momento en que se adoptó esta visión, la degradación a la Categoría 2 era todo un hecho. Y es que por más que algunas voces pretendan decir lo contrario, cuando la FAA finalmente decidió hacer acto de presencia en “Las Flores esquina Periférico” en el 2021, la AFAC no estaba lista para pasar el examen y más uno que a todas luces es tan profundo. Quizás, insisto, quizás, de haber mediado cierta continuidad en el seno de la autoridad, por ejemplo manteniendo en sus puestos a esos pocos grandes aeronáuticos, competentes y comprometidos que ocupaban algunas de sus áreas antes de la irrupción del lopezobradorismo, y si se les hubiese apoyado con recursos y esa autonomía técnica propia de cualquier gestión de alta especialidad como es la aviación, además de una limpia de cuadros incompetentes, corruptos o ambos, en una de esas la degradación se habría registrado en términos cualitativos y cuantitativos muy diferentes a los que ocurrió.
Pero no fue así; entre una austeridad peligrosamente mal entendida y una estrategia de gestión federal a todas luces errada, los inspectores de la FAA se encontraron con un escenario en materia de seguridad aérea en la AFAC tan preocupante que no solamente la degradaron, sino que, por más que la agencia lo haya intentado, inclusive a base de malabares propios del mas tercermundista de los países, a un año de distancia, los costosos inspectores (no hay que olvidar que las visitas de la FAA no son gratis) no han podido recibir evidencia que se han corregido los pendientes, si quiera de manera cercana a lo que se requiere para que recomienden a sus superiores un regreso de la AFAC a una Categoría 1 que, en mi opinión, se complica mucho más que lo ocurrido en el 2010 por cuatro razones: una muy natural y propia de una dinámica académica en la que, con justa razón, por ejemplo, un profesor va a tener más reservas en pasar a un alumno al que ha reprobado ya dos veces en un plazo más bien breve; otra de carácter estratégico relacionada con los fiascos que han rodeado a la FAA con temas como la certificación del Boeing 737MAX; una tercera en materia económica en la que la degradación de la AFAC le cae de maravilla a un aerotransporte norteamericano que día se come una mayor parte del atractivo pastel que es el mercado mexicano; y finalmente, razones políticas, en el marco del evidente deterioro de la relación bilateral México-Estados Unidos. Y si a lo anterior le agregamos que nuestro presidente se niega a reconocer que su gobierno equivocó la estrategia, por lo menos en materia de aviación civil y no ha cambiado el rumbo, comenzando por convocar a la industria aérea mexicana a diseñar, implementar, aplicar y afinar en conjunto con el poder ejecutivo y legislativo una política de aviación civil mexicana de largo plazo que atienda los mejores intereses de los mexicanos, ahora sí que ¿cómo pretendemos regresar a la categoría 1 a menos que ocurra un nuevo milagro, de esos que simple y sencillamente no tienen explicación lógica?
Y hablando de lógica, creo que no puedo concluir esta entrega sin manifestar mi preocupación ante la posibilidad de que en una de esas, al visitar a la AFAC y constatar por enésima vez la fragilidad de su gestión en materia de seguridad, no solamente la FAA, sino cualquier otra autoridad aeronáutica extranjera en cuyo espacio aéreo operen aeronaves o tripulantes mexicanos, pudiera concluir que el deterioro es tal que no solamente resulta imposible permitir la incorporación de nuevos vuelos a sus espacios aéreos, sino también el permitir que aeronave comercial mexicana alguna explote su espacio aéreo, degradando a la AFAC al equivalente a lo que sería una devastadora Categoría adicional fundamentada principalmente en el contenido de los convenios bilaterales de aviación, caso por ejemplo de lo que hace Unión Europea al prohibir total o parcialmente al aerotransporte de más de 20 naciones ingresar a sus mercados u operar desde y hacia ciertos aeropuertos, instrumentos en los que queda claro que es un derecho soberano y una obligación para con sus ciudadanos el que los gobiernos se aseguren de que las aeronaves extranjeras que operan en su espacio aéreo lo hagan de manera legítima y hasta donde eso sea posible, segura.
¿Qué pasaría si de repente los gringos deciden que una, varias o la totalidad de las aerolíneas mexicanas ya no pueden seguir volando a los Estados Unidos, alegando razones de seguridad o que cierto aeropuerto ya no puede albergar vuelos de aerolíneas mexicanas con destino a esa nación? ¡No me quiero ni imaginar el impacto que ello tendría en la aviación comercial mexicana, comenzando por los empleos que genera.
No quiero sonar alarmista, pero a como están las cosas…
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