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19/04/2024

Lo que Francia nos ha regalado a los aeronáuticos

Juan A. José / Jueves, 28 Abril 2022 - 18:25

Francia, sin duda sinónimo de aeronáutica, nos regaló de la mano de los hermanos Montgolfier el vuelo humano en globo; de la de Louis S. Lenormand el paracaídas práctico; de la de Henri Giffard el dirigible; y de la de Clément Ader el avión.

¿Algo más?

¡Claro que sí!

También nos regaló un ambiente ideal para que el carioca Albertos Santos Dumont cautivase al mundo con sus vuelos en París, antes de que se supiese que en realidad había sido vencido por los norteamericanos Wright; las condiciones para establecer en ella a la Federación Aeronáutica Internacional y las necesarias para que Louis Blériot demostrase al volar sin escalas desde Calais a Dover que la aviación no era un juguete y hasta la realización del primer show aéreo del mundo (la Gran Semana de Aviación de la Champagne). 

En suelo francés yacen los restos del genial Leonardo da Vinci, con justicia considerado el primer gran teórico del vuelo, y se concibieron aeronaves como el hermoso Sud Aviation Caravelle de pasajeros, el efectivo Dassault Mirage de combate y el elegante Falcon ejecutivo de la misma firma, de la misma manera en la que en buena medida se desarrollaron conceptos como el supersónico Aerospatiale/BAC Concorde y el primer Airbus (A300), ambos proyectos producto de la cooperación e integración europea, algo en la que Francia tuvo mucho que decir, como lo hizo en el desarrollo de la primer compañía de transporte espacial comercial: Arianespace.

¿Qué decir del regalo que Francia nos dio desde Lyon a los humanistas del mundo entero con el nacimiento de mi amigo Toño de Saint-Exupéry, papá de un fascinante principito. Y ya que estamos hablando de literatura, imposible olvidar que el Sindicato de Pilotos de Línea francés edita desde hace décadas la que es considerada la más fina publicación aeronáutica: la revista “Icare”.

Lo anterior, sin olvidarnos de temas más mundanos, como ese monumento a la arquitectura que es París, el sabor de la panadería, el queso y el vino francés, los bikinis de Brigitte Bardot y el aroma de sus perfumes, en particular de esa lavanda provenzal que para mi fortuna, invade sus plazas y mercados.

Imposible cerrar este texto sin comentar que el aerotransporte, no solamente de Europa, sino el de África, el Medio Oriente, el Sudeste asiático, el Pacífico del Sur y destacadamente el del extremo sur de nuestra América, le deben mucho a las aerolíneas francesas y a sus pilotos, cuya unión en el año 1933 dio como resultado la creación de la operadora que actualmente conocemos como Air France, compañía que el pasado 27 de abril, en el marco de una sencilla, pero emotiva y divertida ceremonia en los espacios de la cafetería Skyline, adyacente al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), celebró con prensa y aeronáuticos mexicanos los primeros 70 años de unir de manera regular e ininterrumpida por aire a París con varios aeropuertos de México, incluyendo actualmente el de su ciudad capital y el Cancún, Quintana Roo y anteriormente, hacia 1969 y 1971, también, el de Guadalajara y Puerto Vallarta, ambos en el estado de Jalisco.

Para este analista, que por cierto, desde el año 1972 sabe lo que es volar en Air France y fue testigo, por ejemplo, de la llegada de México del primer Concorde y la del primer Airbus A380 al AICM, narrando en vivo por canales gubernamentales este último evento desde la plataforma del aeropuerto, la fiesta de Air France sobra particular relevancia, de ahí esta sentida entrega editorial que, me permito dedicar “al estilo del Principito” a un amigo:  el ingeniero Sergio Barrera Sánchez, eterno y gran aeronáutico, ex colaborador de Air France en México y también francófilo, con el que alguna vez tuve el privilegio de recorrer las calles de París y asistir al Salón de la Aeronáutica de “Le Bourget”.

 

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