Últimamente estamos siendo testigos de decisiones gubernamentales que pueden caer en la categoría de simples ocurrencias, por las acciones que se quieren tomar respecto a la industria de la aviación en México.
Una industria de la que, hay que decir, dependen millones de empleos directos e indirectos y que representan ganancias económicas de alrededor de 50 mil millones de pesos a nuestro país.
Solo por concepto de turismo, a nuestro país ingresan casi 2 billones de pesos, y representa casi el 8% del PIB nacional.
El próximo febrero, los legisladores recibirán la propuesta del gobierno de México para discutir y analizar, esperamos conscientemente y en el mejor interés de nuestro país, la nueva Ley de Aviación Civil que, entre otras cosas no menos graves, permitiría el cabotaje por parte de aerolíneas extranjeras, operando vuelos domésticos dentro de nuestro país.
Nuestra industria aérea está en plena etapa de recuperación, después de tres años de pandemia COVID-19 y, permitir la competencia desleal por parte de aerolíneas extranjeras, que en muchos casos están subsidiadas o reciben apoyos económicos por parte de sus gobiernos, sería una puñalada mortal, no solo para algunas aerolíneas mexicanas sino para toda la industria de la aviación en nuestro país.
Como ejemplo, la mega aerolínea norteamericana American Airlines, y solo ella, recibió apoyo económico, a través del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, por la friolera de 5,800 millones de dólares, por medio de su programa apoyo de nómina (PSP), creado a través de su Ley de ayuda, alivio y seguridad económica (CARES) en la etapa de la epidemia del COVID.
Los apoyos económicos totales, solo a esta aerolínea norteamericana, incluyendo subsidios y préstamos, podrían alcanzar los 10 mil millones de dólares.
¿Cómo podrían nuestras aerolíneas nacionales competir con esa clase de apoyo y poder económico?
Al permitir a esas mega transportadoras mundiales operar dentro de México, sin duda, lo harían en las rutas más codiciadas y a precios más bajos, debido a que tienen apoyos de sus respectivos gobiernos.
Esta estrategia duraría solo un corto lapso, hasta sacar del mercado a las líneas aéreas mexicanas y después, serían los dueños absolutos de nuestros cielos y aeropuertos, con ello, vendría el aumento de tarifas a su gusto y conveniencia, al no tener la mínima competencia nacional.
Lo anterior, obviamente, llevaría a nuestras aerolíneas nacionales a su desaparición, con la pérdida de empleos y la consecuente afectación al turismo y al transporte de todo tipo de insumos, afectando gravemente la economía de México.
Lo anterior no es nada nuevo y, los pocos países que han permitido el cabotaje aéreo, han visto desaparecer su industria aérea, a pesar de muchas restricciones que han querido imponer y que al final no funcionaron.
Bien harían nuestros legisladores en buscar asesoramiento por parte de los expertos en el tema de los que, por cierto, hay muchos en México, para tomar decisiones con base en información profesional y evitar aquellas que, sin duda, afectarían no solo a la aviación sino a todo país, de muchas y variadas maneras.
Otro tema ineludible de abordar, es el que se refiere a la compra de la marca Mexicana de Aviación y otros activos, a un costo de 816 millones de pesos por parte del gobierno federal, que tiene el objeto de organizar e iniciar operaciones de una aerolínea comercial por parte de la Sedena.
Aunque los permisos de concesión y certificación de esa aerolínea comercial militar, por razones obvias, podrían tomar sólo unos días por parte de AFAC, faltaría llevar a cabo toda una organización operativa y estudios de mercado, que pueden llevar años de acuerdo con estándares internacionales.
Selección de aeronaves adecuadas, rentas, selección y entrenamiento de tripulaciones, técnicos y todo personal de tierra, espacios y hangares de mantenimiento, refacciones, etc.
Solo el entrenamiento de un piloto, ya con licencia militar o civil, puede costar hasta 45 mil dólares, y tres o cuatro meses de capacitación, para poder volar determinado tipo de avión.
Si se habla, en principio, de 10 aeronaves, para las que se requieren un promedio de 12 pilotos por avión, estamos hablando de un costo, solo en entrenamientos, de 5 millones 400 mil dólares y eso suponiendo que se encuentren instructores y simuladores de vuelo, que hoy en día tienen tal demanda que están atrasando entrenamientos de aerolíneas de todo el planeta
Por otra parte, cualquier nueva aerolínea debe cumplir con estándares internacionales, establecidos en los 19 anexos de OACI.
Lo anterior lleva tiempo, estudios y un plan profesional muy serio, por lo que se puede decir que, lograr una nueva línea aérea, puede llevar un lapso de tres a cinco años de planeación general, con el enorme costo que esto representa y sin tomar en cuenta las pérdidas normales durante, al menos, los dos primeros años de operaciones, suponiendo que se logre el éxito económico y operativo que se busca.
La previsión es que la nueva Mexicana inicie operaciones a fin de año, lo que se ve sumamente complicado e improbable, a menos que se haga operar a toda prisa y a como dé lugar, sin cumplir con los niveles de seguridad que exige el transporte de seres humanos, con las graves consecuencias que esto podría traer.
Es fácil darnos cuenta de que todas las decisiones que se están tomando, y las que puedan venir, están encaminadas a lograr la eficiencia del AIFA a toda costa y a cualquier costo. Pero no es así, a base de ocurrencias, como funciona la aviación comercial en el mundo… Más bien, es así como se le hace desaparecer.
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