En las últimas semanas fuimos testigos de cómo la presión mediática está modificando radicalmente la forma de llevar a cabo una investigación de accidentes aéreos apegada a los cánones de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
Las empresas públicas, es decir, aquellas que cotizan en bolsa, como Aeroméxico o Volaris, tienen aún más presiones mediáticas, pues su reputación es un factor que incide en el precio de las acciones o en el premio que se exige por sus certificados, si es que se las percibe menos apegadas al deber ser.
Recordemos la crisis de United después del “affaire” que protagonizaron sus empleados con el pasajero que se negaba a abandonar su asiento y lo que le costó en términos monetarios. En cualquier caso, el nerviosismo de los accionistas obliga a las empresas aéreas a privilegiar la imagen por encima de las normas y los tiempos estipulados.
En cuanto al reciente accidente del vuelo 2431 de Aeroméxico Connect, ocurrido el 31 de julio en el Aeropuerto de Durango, los acontecimientos se han precipitado de una manera tan indeseable que de ello se están derivando distorsiones que no le convienen a nadie.
Con independencia de si, al final de la investigación, se detectan irregularidades o conductas que no se apegan a los estándares y los manuales de una empresa y de la industria, lo primero que haría un operador aéreo ante una violación es revisar si estos procedimientos son observados con rigor y regularidad y todos los integrantes del grupo los siguen al pie de la letra, como para decidir que solo existe UNO, dos o tres, integrantes que se brincaron las trancas y que no se trata de un problema sistémico.
Usualmente, sin embargo, así resulta ser. La seguridad en aviación siempre es vista como un sistema integral, de ahí que el espíritu de una investigación no sea buscar culpables, sino detectar los factores que se concatenaron para dar lugar a un accidente y evitar que se vuelvan a presentar en el futuro.
Pero si en vez de seguir estos principios se opta por responder a necesidades de imagen, la situación se enrarece y en lugar de encontrar caminos que resuelvan las situaciones de raíz, los problemas se trivializan y pueden volver a presentarse, pues a un factor se le trata como si ese fuera EL problema y no UNO DE los problemas.
Por otro lado, en los accidentes recientes ocurridos en el mundo, se muestra una creciente presión por parte de los medios para saber detalles antes de los informes y no es raro que se filtren detalles antes de que las autoridades puedan siquiera valorarlos.
Que la empresa haya difundido ampliamente una circular, supuestamente interna, donde da por rescindidos los contratos de los tres tripulantes que protagonizaron el evento, mientras se encuentran incapacitados por causas derivadas del accidente y sin que las autoridades hayan determinado todos los factores, sólo muestra que la presión le ganó a los protocolos de OACI, a la Ley Federal del Trabajo y al propio código de ética de la empresa, en el punto en el que se compromete a respetar los derechos laborales y de seguridad social de los trabajadores.
Uno de estos derechos es esperar al menos a que el médico los reporte sanos y otro es finalizar la investigación para analizar todo lo ocurrido y la autoridad haga las recomendaciones pertinentes a cada uno de los involucrados. La receta perfecta para que los accidentes vuelvan a ocurrir es cerrar los ojos a sus causas sistémicas. ¡Aguas!
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio. E-mail: raviles0829@gmail.com; twitter: @charoaviles
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