¿Cómo es posible, ---me pregunto---, que una misma nación haya sido capaz de dotarse, tomando en cuenta los plazos que generalmente supone el desarrollo de cualquier infraestructura de transporte de importancia, virtualmente al mismo tiempo, tanto de un gran y reconocido aeropuerto (Munich “Franz Josef Strauss”/MUC), entregado en tiempo y forma, como de uno lamentable y desprestigiado (Berlín-Brandeburgo “Willy Brandt”/BER) plagado de demoras?
¿Las compañías a cargo del diseño del proyecto? ¿La entidad a cargo de la ejecución del mismo o quien la supervisa? ¿Los presupuestos? ¿La política local o federal? ¿La gestión del operador? Dicho en pocas palabras, ¿qué falló en Berlín? o más bien ¿qué es lo que se hizo correctamente en Munich?
Creo que mis estimados editores no estarían en condiciones de ofrecerme el espacio que requeriría dicho análisis.
El hecho es que mientras los usuarios del nuevo aeropuerto berlinés crecientemente colman las redes sociales y las encuestas de opinión con quejas en todos los sentidos, los bávaros y la aerolínea “bandera” alemana (Lufthansa) se están dando el lujo de contar con el que es considerado el mejor aeropuerto de Europa, al grado que, y se dice fácil, hay quienes piensan eventualmente llegará a ser el aeropuerto más importante, no solamente de esa nación, sino hasta de todo el continente, desplazando en primer lugar a Fráncfort (FRA) y a Heathrow (LHR), Schiphol (AMS) y a Charles de Gaulle (CDG).
Me queda claro que no solamente en Alemania, sino en cualquier geografía pueden registrarse al mismo tiempo aciertos y errores en una misma materia, sin embargo, me da la impresión también que uno de los sustentos del éxito y el prestigio de la tierra del Barón Rojo (Manfred von Richthofen) es la consistencia con la que se hacen las cosas, por cierto, generalmente muy bien. Quien me quiera contradecir, piense, claro está, sin olvidar desastres como los “juicios” a las brujas del Siglo 17 o el nazismo, en una Angela Merkel, en un Mercedes Benz, en un Volkswagen, en un Ludwig van Beethoven o en una Aspirina.
Lo que sin duda es imposible negar es que el arte de detectar necesidades de infraestructura de transporte, planear su desarrollo, concebir, ejecutar y operar las obras es tanto o más complicado que entender el comportamiento humano, con todo lo que ello significa, de ahí la posibilidad de que algo falle, caso del aeropuerto de la capital teutona, en el que me temo la variable de la política tuvo mucho que ver en el resultado, como es evidente está teniendo que ver en proyectos similares en otras geografías, que mejor no menciono por su nombre, con tal de que no me tachen de “fifí”, “neoliberal” o “conservador”, cualquiera que sea el significado de dichos calificativos.
Lo importante es ver si no terminamos con un nuevo “Berlín” por los rumbos de Tecámac, Estado de México, mientras que los cancunenses, panameños y bogotanos se posicionan en sus “Munich”.
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