Estoy muy contento; he podido acceder a una fotografía que me llena de recuerdos. Por primera vez en mi vida tengo un retrato de aquella terraza pública de observación que alguna vez funcionó en el techo del edificio terminal del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), a la que solía acudir hacia comienzos de los años setenta, mediando contar con quien me pudiese llevar al aeropuerto y además pagase ese “tostón” que costaba la entrada. Mi madre y un tío, fueron los grandes facilitadores que generosamente invertían su tiempo y dinero para asegurarse que yo pudiese ver de vez en cuando los aviones, experiencia que generalmente se me otorgaba como parte de mi regalo de cumpleaños y que tuvo como gran punto culminante el haber podido observar desde ahí en el año 1970, la llegada del primer 747 al aeropuerto.
Contrario a lo que opinan algunos “expertos en seguridad aeroportuaria”, siempre he creído que no existe realmente un conflicto entre la necesidad de blindar a la aviación civil contra actos de interferencia ilícita y el deseo de la población de ver los despegues y aterrizajes en los aeropuertos. Considero que ambas aspiraciones pueden ser satisfechas eligiendo, adecuando y supervisando, siempre bajo la norma, algunos de los múltiples espacios que los aeropuertos disponen, ya sea en sus edificios terminales o sus perímetros, los cuales pueden ser explotados como rentables concesiones a cargo de particulares, ingresos que irónicamente se podrían destinar a reforzar la seguridad aeroportuaria.
Luego de varios años sin ellos, afortunadamente ya contamos en el AICM por lo menos con dos de esos espacios: uno en la Colonia Cuchilla del Tesoro, cercano a la cabecera de la pista 23 derecha, y el otro en mi opinión muy superior, sobre la avenida Fuerza Aérea o Hangares, con vista a las cabeceras de las pistas 05, conocido como Skyline Coffee que por cierto, acaba de cumplir su segundo año de servicio.
Precisamente la existencia de esos espacios invariablemente me hace recordar ese mirador de los años sesenta y setenta, cuya entrañable imagen comparto en esta oportunidad con mis estimados lectores.
¿Qué podemos ver en la foto?
Sin duda el otrora emblemático “edificio torre” hoy día ya desaparecido de la escena y que alguna vez albergó a importantes dependencias de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, la gerencia del AICM, y otras oficinas. Sin embargo, lo que destaca en la escena para quien firma esta nota, es la presencia de mucha gente, incluyendo varios niños, mirando con total libertad hacia la plataforma del aeropuerto y sus operaciones, tal y como debería suceder en toda terminal aérea moderna.
En una de esas, yo podría aparecer por ahí…
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