Les comparto unas líneas de mi próximo libro y las dedico con todo respeto y afecto a todos aquellos que hoy se encuentran en los salones de clase de las escuelas de aviación construyendo sus alas y persiguiendo sus sueños:
Fue un par de años después de haber salido de la escuela de aviación y llevando en la bolsa mi licencia de piloto aviador comercial certificada, cuando pude reflexionar más en serio sobre la cantidad de obstáculos de todo tipo que debí enfrentar para lograr sacar adelante mi carrera.
Apenas unos días atrás, un buen amigo con el que compartí los estudios en la escuela de aviación, tan novato como lo era yo en ese momento, falleció junto con un instructor en un accidente aéreo tratando de hacer una maniobra acrobática en un pequeño biplano.
Ya han pasado muchos años desde aquel momento, pero recordando a Daniel, pensaba con mayor madurez sobre el hecho de que tan solo por tener una licencia de piloto en la bolsa no convierte a los aviadores en personas o profesionistas especiales y que para llegar a serlo se requiere sortear muchos obstáculos, vivir la profesión de manera ordenada, ser disciplinado y guardar un profundo respeto por el trabajo que hacemos principalmente porque de ese trabajo dependen vidas empezando con la nuestra.
El piloto novato en su inexperiencia, y lo digo porque lo viví, puede llegar a sentir que no hay nada en el mundo que pueda compararse con sus grandes habilidades de vuelo a pesar de que apenas tiene anotadas en bitácora sus primeras 500 horas y ese es justo el momento en que aun sin darse cuenta se puede convertir en un piloto peligroso
No se puede generalizar, pero en muchos casos el piloto novato se siente autosuficiente, no se interesa mucho en escuchar a los que más saben sobre las interminables cuestiones que tienen que ver con volar un avión de manera segura, esta convencido de que lo sabe todo, le falta paciencia, lo quiere todo y lo quiere rápido.
No es autocrítico, siempre encuentra buenos pretextos para tratar de justificar errores y no le interesa aprender de las experiencias de vuelo de los demás.
El novato del vuelo generalmente es joven y por lo tanto ansioso y en algún momento se puede creer indestructible hasta que la realidad de la vida y de la profesión lo pone en su lugar y en muchas ocasiones lo hace de la manera menos esperada y a veces muy dolorosa.
El piloto profesional aprende algo nuevo en cada hora de vuelo y no solo sobre su avión y sus sistemas sino sobre la industria aérea y como funciona sin dejar de aprender hasta el último minuto de su vida desarrollando su trabajo.
Con el paso de los años y la acumulación de sus horas en bitácora va comprendiendo el verdadero significado de todos los minutos de magia pura, los maravillosos sabores y sentimientos que ofrece nuestra profesión pero también los no pocos sinsabores y los momentos de miedo y soledad que se pueden llegar a vivir algunas veces cuando se está volando.
Recuerdo la reflexión de Aldous Huxley “Experiencia no es lo que te ocurre, experiencia es lo que ganas con lo que te ocurre”.
45 años trabajando “allá arriba” como piloto y 17 de ellos como instructor me ensenaron que la más importante posesión de cualquier aviador profesional es la experiencia que nos garantiza un buen criterio y por lo tanto seguridad.
Por otra parte su mejor cualidad es el poder de adaptación a los constantes y a veces repentinos cambios y a diferentes situaciones tanto en el aire como en tierra, es ese poder de adaptación lo que ayuda a solucionar problemas.
La habilidad de un aviador viene de cuna, a veces se trae en los genes pero las cualidades de vuelo se adquieren con el tiempo tras los controles, vienen del estudio, de la constancia, del conocimiento, de la disciplina, del orden y del desarrollo de una plena conciencia sobre la enrome responsabilidad que se nos encomienda.
El piloto nuevo debe escuchar y aprender de los demás, es vital estar alerta en todo momento durante un vuelo, cuidar cada detalle porque es justamente en los detalles donde habita el diablo.
Tener humildad profesional y no confiar ni caer en la complacencia o en el “ahí se va” porque no pocos pilotos complacientes, atrevidos o descuidados yacen en los panteones.
Durante nuestro trabajo en la cabina de un avión ya sea este pequeño o grande no es necesario vivir una experiencia cercana a la muerte para valorar nuestra vida y tampoco hay que pasar un gran susto para valorar la confianza de aquellos que nos la han dado o la de aquellos que nos quieren y nos esperan abajo.
Es vital mantener los ojos siempre bien abiertos, el cerebro conectado al avión y sus alrededores y estar siempre conscientes de que de la tierra es de donde hemos despegado y es a la tierra a donde vamos a tener que volver y que mejor que hacer todo lo necesario para que sea de manera segura”.
Facebook comments