El gobierno se gastó una buena cantidad de millones pesos en mantener al magnífico B787 Dreamliner presidencial estacionado, cuidado y mantenido por un año en un aeropuerto norteamericano y ahora se nos dice que el avión viene de regreso debido a que no se pudo lograr su venta como se tenía planeado.
Del asunto de la famosa posible rifa del avión no vale la pena hablar porque no es algo que se vea muy factible aunque se han contemplado otras opciones que pudieran no ser tan malas para que la presidencia pueda deshacerse del “estorbo” (¡ahora resulta!) que significa la esplendorosa aeronave.
Sabemos que el avión fue comprado por Felipe Calderón, usado y realmente disfrutado por Peña Nieto y ahora desdeñado por AMLO quien, por cierto, no miente cuando dice que no lo necesita, ya que todos sabemos de su resistencia a viajar hacia el extranjero.
Contrario a lo que pensábamos, tal parece que el avión presidencial no pertenece a Boeing o a alguna compañía arrendadora, ya que según fuentes confiables señalan que fue comprado por Banobras, con cargo al presupuesto de Sedena y sería a Banobras a quien habría que pagarlo antes de venderlo, compartirlo o rentarlo y hasta rifarlo.
Aunque el 787 está diseñado para volar largas distancias, no quiere decir que no pueda realizar vuelos de una hora y ser igualmente eficiente pero desafortunadamente el presidente de México insiste en no volar en él porque es un avión lujoso y eso, desde luego, no va con sus ideas antineoliberales.
El caso es que el avión viene de regreso después de haber gastado alrededor de 30 millones de dólares para en su cuidado durante todo un año, pero el asunto no termina ahí.
Mientras se decide que hacer con el avión, su cuidado general, mantenimiento, corrida de motores por treinta minutos cada semana, pruebas de retracción de tren de aterrizaje, movimiento de llantas y cambio de partes programadas aunque no sea usado deberá estar sujeto a lo que se le llama programa de preservación para garantizar su buena condición general para el momento de iniciar sus vuelos regulares.
No hay que olvidar que este avión presidencial cuenta con la más alta tecnología en sus diferentes sistemas, habiendo sido diseñado en un alto muy porcentaje con base de componentes electrónicos y computadoras, las que también están sujetas al mismo programa pero con el consiguiente alto costo .
Tema aparte son los componentes y el sofisticado sistema de comunicaciones que, por razones obvias, pueden ser confidenciales pero que garantizan a un jefe de Estado mantener comunicación permanente con su gabinete en caso de una emergencia nacional si es que se encuentra en vuelo.
Habría que partir de la base de que, como un ejemplo, un simple foco para iluminar una lámpara en el interior de la cabina de pasajeros puede costar hasta 40 dólares o que el costo de los motores puede alcanzar la friolera de 18 millones de dólares cada uno, por lo que mantener el avión en tierra significa mantener inactiva una inversión de aproximadamente 230 millones de dólares, que es el costo total que se maneja puede costar el avión..
Por otra parte, los aviones también sufren de depreciación y por muy presidencial y lujoso que sea el Dreamliner de la Presidencia ya no cuesta lo mismo sino menos que cuando fue comprado y eso es algo que hay que tomar en cuenta a la hora de una posible venta. Por otra parte, hay que recordar la necesidad de pagar el millonario costo de la reconfiguración de la cabina de pasajeros.
¿Qué le espera al avión presidencial?
Quizá alguien con visión se quede con él o quizá la necedad enfermiza lo mantenga en tierra hasta que se pudra, como parece que va a suceder con el proyecto del aeropuerto en Texcoco.
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