
Las operaciones de aviones comerciales alcanzaron un nuevo récord el pasado 18 de julio de 2025, al generar 2.52 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), superando en un 0.1% la marca anterior establecida en agosto de 2019.
Sin embargo, este dato, que podría parecer alarmante en un contexto de urgencia climática, esconde un avance técnico significativo en términos de eficiencia operativa, según el análisis realizado por EmeraldSky con base en datos de Cirium.
Este nuevo pico de emisiones, lejos de ser simplemente una señal de retroceso, representa también el punto más alto en la recuperación del sector tras el colapso derivado de la pandemia, y muestra transformaciones profundas en la manera en que las aerolíneas están gestionando su capacidad, consumo y flota.
Según el informe de Cirium, las aerolíneas no solo acomodaron más pasajeros, sino que lo hicieron con una mejora del 7.4% en eficiencia de combustible por asiento-kilómetro disponible (ASK).
Lo notable del 18 de julio no es solo el volumen de emisiones, sino cómo se llegó a él. Las aerolíneas ofrecieron ese día un 8.2% más de ASKs en comparación con el 2 de agosto de 2019, mientras que los vuelos aumentaron apenas 3.7% en seis años. Este crecimiento moderado en operaciones contrasta con una optimización significativa en el uso de la capacidad, resultado de un rediseño profundo en la forma de operar.
Los datos también revelan que el tamaño promedio de las aeronaves creció en ocho asientos, alcanzando 175 pasajeros por vuelo. Las rutas se alargaron en promedio un 3%, con una distancia media de 1,626 kilómetros.
A pesar del aumento en la congestión del espacio aéreo y la extensión de rutas, los tiempos de vuelo solo subieron un 1.3%, situándose en 138 minutos.
La mejora en eficiencia operativa significó una reducción estimada de 187,000 toneladas diarias de CO2 en comparación con los estándares de operación de 2019. Aun así, el crecimiento absoluto en capacidad superó las ganancias en eficiencia, resultando en el ligero aumento de emisiones registrado.
Una paradoja que resalta en este proceso es la edad creciente de las flotas: la edad promedio ponderada por horas de vuelo se incrementó un 17%, alcanzando los 11.6 años.
Esto contradice las estrategias clásicas de eficiencia, que priorizan la renovación tecnológica como vía principal para reducir emisiones. La razón detrás de este envejecimiento está en los problemas de cadena de suministro post-COVID y en la menor durabilidad de los motores de nueva generación, lo que limitó la capacidad de las aerolíneas para renovar sus flotas.
Ante estas restricciones, las compañías optaron por maximizar el rendimiento de los recursos existentes, lo que evidenció que la innovación operativa —y no solo la incorporación de nueva tecnología— puede ser un camino efectivo hacia una aviación más sostenible. La optimización de flota, rutas y procesos permitió compensar parcialmente las limitaciones estructurales del momento.
EmeraldSky señala que las cifras oficiales de emisiones suelen subestimar entre un 15% y 25% los valores reales al basarse en planes de vuelo teóricos. Su metodología, más precisa, monitorea 47 variables en más de 100,000 vuelos diarios, incluyendo tiempos reales de rodaje, desvíos, patrones de espera, peso real de las aeronaves y cambios en el tráfico aéreo. Este enfoque granular permite identificar mejoras de eficiencia que normalmente pasan desapercibidas en los cálculos convencionales.
Cirium indicó que no solo se optimizó el vuelo en crucero. Las aerolíneas lograron reducir tiempos en tierra, refinar la coordinación de rutas y rediseñar redes completas de operación. La mejora del 7.4% en eficiencia no provino de una sola fuente, sino del efecto acumulado de cientos de ajustes operacionales, muchos de ellos invisibles para los pasajeros, pero claramente reflejados en el consumo de combustible.
EmeraldSky también destaca que esta mejora se dio en un entorno desafiante, lo que demuestra que aún en condiciones adversas es posible avanzar hacia una aviación más eficiente. Las acciones más fáciles —como eliminar tiempos muertos o aligerar aeronaves— probablemente ya han sido implementadas, lo que lleva a preguntarse si es posible acelerar aún más esta trayectoria sin medidas estructurales adicionales.
El 18 de julio, según la compañía, no será un caso aislado. Los patrones estacionales indican que nuevos récords podrían volverse frecuentes durante las temporadas altas del hemisferio norte. Así, la discusión se desplaza de si la aviación seguirá batiendo marcas de emisiones, así será capaz de inclinar la curva mediante nuevas estrategias de eficiencia y sostenibilidad.
Con el combustible sostenible de aviación (SAF) representando todavía menos del 1% del consumo total, el margen para continuar reduciendo emisiones depende en gran parte de decisiones estructurales que integren políticas públicas, inversiones en infraestructura y colaboración transversal en la industria.
La mejora del 7.4% en seis años equivale a una tasa promedio anual del 1.2%, por encima del ritmo histórico de mejora del sector. Sin embargo, este avance se dio en paralelo a un crecimiento neto de emisiones, lo que deja claro que la eficiencia por sí sola ya no será suficiente. La sostenibilidad futura del sector requerirá transformaciones de mayor calado, tanto en tecnología como en modelo operativo.
En este contexto, el 18 de julio de 2025 se convierte en una fecha clave no solo por el récord de emisiones, sino por lo que revela sobre la evolución del sector aéreo: una industria que, ante múltiples desafíos, sigue encontrando formas de innovar para mantenerse en vuelo.







