Por Víctor Hugo Gutiérrez González - Artículo invitado
110 Años de Aviación en México
Alberto Braniff Ricard, hijo de un prominente empresario, era un excelente deportista que se había enfrentado a importantes retos como piloto de automóviles, torero, boxeador, pelotari y corredor de lanchas, actividades en las que logró destacar.
El Sr. Braniff se encontraba disfrutando de un verano en Francia, en una residencia propiedad de su familia en la campiña francesa, cerca de la ciudad de Biarritz, donde conoció al Señor Maurice Tabuteau de una manera muy peculiar, prácticamente a bordo de su avión, pues él se encontraba realizando algunos vuelos muy cerca de la residencia donde se encontraba Alberto Braniff.
Maurice Tabuteau fue el culpable de que esta motivación por volar le naciera a Braniff, pues en su avión fue donde recibió su primera oportunidad de volar y quedó realmente enganchado ante el nuevo mundo que representaba la aviación, e incluso estaba ya pensando el realizar una serie de vuelos en México y participar en las fiestas del Centenario de la gesta de la Independencia, organizadas por el gobierno porfirista y que serían grandiosas. Posteriormente Braniff conoció a Gabriel Voisin, piloto e ingeniero, fabricante de aviones a quien le compró un avión y lo trajo a México por barco.
El avión llegó al Puerto de Veracruz el 9 de diciembre de 1909 y por tren a la estación de San Lázaro a principios de noviembre de 1909, donde Braniff lo llevó a una hacienda de su familia, en los conocidos Llanos de Balbuena. Ahí construyó un hangar y preparo el terreno para levantar el vuelo.
Braniff contrató a diferentes personas con las que conformo un equipo para levantar el vuelo, entre ellos al mecánico en aviación Alfonse Ploquín, quien se encargó en armar el avión y preparar el motor, un ENV de 25 caballos de potencia. Se Hicieron varios vuelos de prueba, pero el motor no alcanzaba la potencia necesaria para alzar el vuelo, la causa era la altura de la Ciudad de México, por lo cual Alfonse Ploquin, junto con técnicos de la compañía petrolera “El Águila”, comenzó a preparar diversas mezclas de combustibles para obtener la potencia necesaria.
El 26 de diciembre, fue la fecha que Braniff puso para hacer aquel vuelo sobre los Llanos de Balbuena, pero no se pudo lograr porque aún no se obtenía la mezcla perfecta. Así se llegó al fin de año, en una atmosfera de desaliento para el aviador y su equipo.
Inicio 1910 y con ello nuevos bríos, las pruebas dieron buenos resultados y finalmente llegó aquel día esperado. Fue el sábado 8 de enero el día que quedaría grabado en la historia moderna de nuestro México. Era tal vez el día en que menos gente había asistido y sólo había un reportero del periódico “The Mexican Hereald”. Para muchos sería otro día más para ver al aeroplano correr por el campo.
Alfonse Ploquin preparaba el motor con la mezcla preparada con el octanaje adecuado, los técnicos dejaron listo el Voisin, mientras Alberto Braniff, al mando, se preparaba para finalmente culminar su trabajo, levantar el vuelo. El Voisin con su aventurado piloto estaba listo.
Alberto Braniff aceleraba mientras sus mecánicos sujetaban al avión mientras se alcanzaban las revoluciones necesarias, al llegar el momento levantó la mano para dar la indicación de que lo soltaran y el Voisin inició la carrera, desapareciendo en una nube de polvo y finalmente levantó el vuelo ante la mirada del escaso público, la sorpresa del único periodista que obtuvo la noticia, que podríamos decir ha sido la más importante de su carrera, y finalmente la algarabía y felicidad del equipo de Braniff y su familia.
El Voisin voló aproximadamente poco más de medio kilómetro en línea recta y a una altura de 15 metros, para posteriormente girar y regresar al punto de partida y aterrizar; fue un vuelo breve, por supuesto, pero si lo vemos en perspectiva, fue una gran hazaña que marco a toda una nación.
Pero hay algo más con respecto a la hazaña lograda por Alberto Braniff en este día, pues no sólo fue el primer vuelo por un aparato más pesado que el aire llevado a cabo en México, fue incluso también el primero realizado en un país de América Latina. Aunque el brasileño Santos Dumont voló en julio de 1906 en el aeroplano 14-bis, de su propia creación, lo hizo a las afueras de París, Francia.
También impuso un récord en cuestión de aviación, pues el vuelo del Voisin fue realizado en una ciudad asentada a una altura de 2,240 metros sobre el nivel del mar, estableciendo de esta forma una marca mundial, pues el récord entonces vigente y certificado correspondía a Hubert Latham, volando un Antoinette VI que fue logrado en la ciudad de Chalons, Francia, establecida a 453 metros sobre el nivel del mar.
El día 9 de enero, el periódico “The Mexican Herald” publicaba en palabras de su reportero la siguiente nota: “Voló derecho una distancia de 500 metros y luego se elevó graciosamente a una altura de veintiséis pies, descendiendo de nuevo, corriendo por cerca de doscientos metros y luego volvió a elevarse como un pájaro hasta más o menos la altura anterior. Luego aterrizó y se acercó al hangar donde los escasos presentes le atributaron un entusiasta aplauso…”
Así se escribió la historia del primer vuelo realizado en nuestro país, que marcó a miles de mexicanos, quienes forjaron una industria que es prioritaria en el desarrollo de México.
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