A nivel internacional los orígenes de la medicina espacial se remontan a 1961, precisó Margarita Irene Calleja y Quevedo, directora de Investigación Científica Aplicada del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), en el marco del Tercer Congreso Mexicano de Medicina Espacial, acaecido en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).
¿Y en México cómo se ha desarrollado esta área? Aprovechemos el agujero de gusano que justo ahora pasa por la pantalla: viajemos al pasado y conozcamos algunos detalles de esta área médica.
Los esfuerzos aislados de varios científicos en el rubro de medicina espacial se consolidaron en 2010 con la creación de la Agencia Espacial Mexicana (AEM).
En 2014 se otorgó el primer apoyo, vía este organismo desconcentrado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), a una investigación sobre medicina espacial.
En 2015 se destinó parte de los fondos de la institución al desarrollo de modelos o sistemas que estiman los riesgos que la tecnología espacial supone para la salud de los seres humanos.
El año pasado, de los 48 apoyos otorgados por el Fondo Sectorial del Conacyt, 10 correspondieron a investigación en medicina espacial.
En los tres periodos mencionados se invirtieron 75 millones 962 mil 149 pesos en aspectos relacionados a medicina espacial.
Las entidades con más proyectos aprobados son: Ciudad de México, con 19; Querétaro, con siete; Baja California, con cuatro; y Puebla, también con cuatro.
¿Cómo alcanzar al futuro?
Calleja y Quevedo, quien además funge como secretaria técnica del fondo referido, dijo que la medicina espacial precisa tener más y mejores recursos no sólo económicos sino humanos; es decir, una base más amplia de investigadores capacitados. Asimismo, debe considerarse la importancia de divulgar el conocimiento, a fin de captar la atención y el dinero de gobiernos y empresarios para que coadyuven en el proceso de industrialización de la ciencia.
La funcionaria añadió que también debe tomarse en cuenta la participación de las mujeres en el diseño, el análisis y la interpretación de los resultados de cada investigación.
Por su parte, Juan Manuel López Oglesby, director académico del Posgrado en Ingeniería Biomédica de la UPAEP, comentó que “todavía existe la idea de que el conocimiento no debe generar valor económico, y eso más que cualquier otra cosa ha generado que ese vínculo entre empresa y academia no se nutra como debiera. Creo muchísimo en el talento mexicano y en la ciencia que se genera en el país, pero desgraciadamente muchas veces se regala el conocimiento al mundo, entendiendo que cuando publicamos las investigaciones o avances ya no es patentable”.
Asimismo, instó a las universidades públicas y privadas a estrechar lazos y objetivos en materia de desarrollo científico, incluido el aeroespacial.
Los avances en medicina espacial no se limitan al trabajo de científicos, médicos, ingenieros y tecnólogos, también están supeditados a la colaboración de quienes deciden qué hacer con el presupuesto, de quienes tienen dinero y podrían patrocinar y de quienes se suman para lograr que los desarrollos se concreten y resuelvan problemas actuales o esbocen ideas y alternativas para hacer frente al devenir del espacio-tiempo.
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