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01/05/2024

La importancia de que se le permita al estudiante hacer ese primer vuelo solo

Juan A. José / Miércoles, 17 Abril 2024 - 01:00

Tuve recientemente la oportunidad de departir con un flamante y con justicia orgulloso joven piloto aviador comercial con licencia mexicana, que con sus apenas 250 horas en bitácora está en búsqueda de un trabajo al mando de una aeronave.

Con alguna experiencia como piloto en mi vida, es decir, con conocimiento de causa, en interacciones como esa suelo preguntar a mis interlocutores sobre su primer vuelo solo, evento que por lo menos para quien firma esta nota marcó su vida, mismo que tuvo lugar una tarde de abril del año 1978, con apenas 13 horas de vuelo en bitácora, en el aeropuerto de Pachuca, Hidalgo. Me dijo que la escuela de vuelo en la que estudió la carrera no le permitió hacer un solo vuelo sin instructor a bordo. 

Consternado por la respuesta que me dio pensé: ¿cómo es posible que con tal de minimizar algún riesgo se le niegue o se le complique tanto a un estudiante, la oportunidad y el privilegio de realizar vuelos en solitario durante su instrucción, claro está habiendo confirmado las debidas competencias y habilidades requeridas para ello?

Hay que decirlo: esta práctica no es nada nueva entre las escuelas de vuelo; el propio Charles A. Lindbergh no pudo pagar en el año 1922 la cuantiosa garantía monetaria que la Nebraska Aircraft Corporation le exigió para hacer un solo en uno de sus Lincoln’s. El norteamericano terminó por adquirir su propio Curtiss Jenny en el que hizo tal vuelo en el año 1923. ¡Nada más faltaba que Orville Wright, protagonista del que considero es el primer solo en una aeronave autopropulsada más pesada que el aire en la historia (1903) tuviese que dejar a su hermano Wilbur en tierra con alguna garantía!

Sabedor la profundidad de la vocación aeronáutica de la gran mayoría de los lectores de A21, muchos de ellos consumados aviadores, me atrevo a poner sobre la mesa mi preocupación hacia la restricción, si es que no prohibición por parte de algunas escuelas que aún sus más aventajados estudiantes puedan realizar los vuelos en solitario que necesitan antes de obtener una licencia, maravillosa experiencia que puede llegar a definir el futuro de su carrera, ya sea como mecanismo para fortalecer su confianza en sus habilidades y capacitación, sus reacciones y temperamento, o en casos excepcionales, como el de quien firma esta nota, comprender que la vocación por lo aéreo debe dirigirse a hacia otra labor. Y es que si bien ese primer solo al mando de un Piper PA-28´s de la Aeronáutica Panamericana sobre tierra hidalguense fue un momento inolvidable, lo cierto es que los solos al mando de los “Cherokees” de Flight Safety en los cielos de la Florida, fueron definitorios para poner en pausa mi formación como aviador. 

¿Significa lo anterior que de haber contado a mi lado siempre a un instructor hubiese concluido “el comercial”? Es muy posible, ¡qué paradoja!, pero sería un aviador en mi opinión limitado por haberse marginado de algo que me parece indispensable: la obligación de controlar como es debido una aeronave, al tiempo de dominar las propias emociones, algo que no habla tanto de miedo, que no lo había, sino de otros complejos sentimientos en los que la autoconfianza tiene mucho que ver. No hay que olvidar que no solamente en una cabina de vuelo, sino en cualquier otro espacio o labor, no siempre se tiene la mano salvadora del instructor lista para hacerse cargo de algo.

Dicho en otras palabras, por cierto, las de Lindbergh: “No creo en asumir riesgos innecesarios, pero nada se puede lograr sin asumir uno que otro alguna vez”. 

Hacer ese solo me parece entonces, no solamente desde la perspectiva técnica, sino también desde la humana, un indispensable requisito a cumplir por parte de cualquier aspirante a convertirse en aviador.

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