El pasajero común, al pensar en el personal involucrado en una operación aérea comercial, nombraría a pilotos, sobrecargos, controladores aéreos, mecánicos y trabajadores generales o maleteros, desconociendo la existencia de un puesto esencial: el despachador de vuelos.
Conocido en algunos países como “despachante”, el despachador de aeronaves comparte parte de la responsabilidad del vuelo con el capitán, y él o ella imagina, planea, analiza, plasma y crea, a veces en conjunto con los pilotos, las fases del trayecto. Para ello necesita tomar en cuenta los vientos, las aerovías, el clima, la distancia, el peso, las características de cada pista a utilizar y bastantes variables más, para generar una ruta ideal, que sea segura, rápida y eficiente; con énfasis en lo último, en la eficiencia, que significa ahorrar el mayor combustible posible, en todo momento, porque el principal gasto o pérdida de una aerolínea es justamente el uso del combustible.
El puesto de despachador de vuelo requiere, al igual que otro personal aeronáutico, de educación especializada, que se asemeja a una corta carrera técnica en duración y costo, dependiendo del país. La autoridad de aviación también obliga a los despachadores a poseer un certificado médico, una licencia federal de Oficial de Operaciones y a realizar exámenes de revalidación recurrentes.
Los oficiales de operaciones se encargan de hacer el “marshalling”, o el guía señalero del avión, y son aquellos que se ven moviendo las varitas luminosas (llamadas wandas) como “viene viene” de aeronaves. Al finalizar la atención o carga del avión, antes de cerrar puertas previo al despegue, el despachador sube a cabina a realizar un briefing con el piloto, repasando las condiciones del trayecto, un paso que fortifica la seguridad e integridad del vuelo de manera significativa.
Los vuelos comerciales son creados en el Centro de Control de Operaciones (CCO) de la aerolínea, que viene siendo un equipo de personas compuesto principalmente por despachadores, quienes desarrollan un plan de vuelo para cada operación o viaje. El CCO manda el plan de vuelo directamente al avión, o al aeropuerto en donde otro despachador, de la misma aerolínea o de una empresa subcontratada, lo recibe y entrega a la tripulación, quienes ingresan la información a la computadora de vuelo, en la común práctica de “despacho remoto”. Asimismo, se realizan cálculos de peso y balance, ya sea desde el CCO o en el aeropuerto, o por oficiales que viajan a bordo, dado que el avión debe ser cargado de tal manera que el centro de gravedad (CG) se mantenga dentro de parámetros seguros, además de que entre más óptimo sea el CG, menos combustible será desperdiciado.
A pesar de la importancia de los despachadores en la aviación actual, el puesto está condenado a desaparecer eventualmente, como en su momento sucedió con los ingenieros de vuelo, o antes de ellos con los navegantes, y previamente con los técnicos de radio. Programas automatizados con inteligencia artificial arrojan rutas precisas, con un margen de error menor al humano, y generan un plan de carga más acertado y cercano al CG perfecto. Sin embargo, estos programas todavía no descartan totalmente un mal cálculo, como sucedió la semana pasada en Seattle, cuando un error en el software que computó el peso y balance dio datos erróneos a treinta vuelos de Alaska Airlines, ocasionando que dos despegues sufrieran impactos de cola.
Al hacerse los despachos cada vez más remotos y virtuales, la presencia física de un despachador en la operación se convierte en prescindible, a pesar de que funciona como un vínculo fundamental para detectar fallas entre la tripulación y el equipo en tierra o aerolínea. Este debate fue revivido hace unos años en Uruguay, cuando en 2017 el gobierno quitó, para sorpresa de los propios inspectores de aviación, la obligatoriedad de las aerolíneas extranjeras de contar con oficiales de operaciones en sus vuelos, valiéndose únicamente del despacho remoto, propuesta impulsada por algunas compañías para recortar gastos, una práctica habitual en muchas partes del mundo.
Entonces, mientras esperan a bordo de su avión y el cierre de puertas se aproxima, noten a la persona que entra o sale de cabina con documentos en la mano, o que se los entrega al sobrecargo, ya que seguramente será el “despachatacos” u oficial de su vuelo, aquel o aquella amante de la aviación con probables sueños inconclusos de ser piloto, acostumbrados a lidiar con uno que otro capitán que se cree astronauta, con estresantes situaciones de última hora, y con el anonimato.
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