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01/05/2024

Un problema llamado AICM

José Medina Go… / Lunes, 22 Agosto 2022 - 00:16

Es innegable que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) “Benito Juárez” lleva décadas de problemas no resueltos. Evidentemente, hay diferentes grados de percepción de qué tan grave es la situación. Los diagnósticos situacionales van desde los benignamente tolerantes hasta los brutalmente incuestionables. Lo más impresionante de esta aparente diversidad calificativa y descriptiva del aeropuerto más importante del país es que, en su mayoría, se encuentran debidamente justificadas. Aunque, por supuesto, hay algunas de reciente emisión que tienen más intencionalidad de sustento ideológico que argumentación real.

Algunos especialistas consideran que el AICM ya rebasó su vida útil, que no fue diseñado para tanta longevidad, y que se encuentra rebasado por el contexto nacional e internacional contemporáneo. En parte, esta interpretación es correcta, ya que la aviación en México y el mundo, así como las capacidades para las que se diseñó y construyó esta instalación, son muy distintas a las que vivimos actualmente. De hecho, desde la ubicación física del aeropuerto hasta la creación de la multirreferida en recientes fechas Terminal 2 y las instalaciones circundantes de soporte, se construyeron en un momento donde el volumen aéreo y de servicios era una mera fracción de lo que representa en la tercera década del tercer milenio.

Problemas en el AICM siempre han habido y, siendo completamente honestos, ha sido algo que se ha arrastrado desde hace al menos veinticinco años. Durante la administración de Vicente Fox se realizaron los primeros planteamientos para la construcción de una instalación alternativa, que reemplazara al Benito Juárez. Sin embargo, ese proyecto se vio frustrado por un puñado de “macheteros” en San Salvador Atenco, en un incidente que se atribuyó en su momento a algunos actores que, poco menos de veinte años después, ocuparían los puestos titulares de la administración pública. El caso trató de revivirse durante el sexenio de Felipe Calderón, pero el resultado fue el mismo: presiones sociales, no necesariamente justificadas en razones sino promovidas por actores y agentes plenamente identificados, en su momento como “opositores”, descarrilaron la consolidación de un proyecto estratégico.

Luego tenemos el caso del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), en Texcoco. Y bueno, sabemos bien qué pasó. La diferencia es que, ahora, no se descarriló por grupos armados con machetes, o por movimientos sociales, sino por decisión del Ejecutivo Federal. Pero los actores de fondo son los mismos. Hasta el cansancio se ha discutido y demostrado el profundo error estratégico nacional de cancelar esta obra. El daño será padecido por generaciones, y no es esta una declaración sin sustento, sino una terrible realidad que debemos enfrentar como sociedad. Lo más trágico es que un segmento muy considerable de la población no es consciente del daño generado, porque no lo ven inmediata y flagrantemente.

Claro, el efecto ya lo están resintiendo en la economía, pero si no se cuenta con un marco de referencia más grande, difícil es ver la relación causa-efecto. Y es justo esta carencia de conocimientos, de visión, de contexto, que algunos actores nacionales se aprovechan para enmascarar el gran error que una necedad no sustentada generó. Por supuesto, siguiendo la tradición de la actual administración, la opacidad y falta de transparencia busca entorpecer el diagnóstico claro y contundente que demuestra que es imperativo contar con una instalación sustituta del AICM. Y como ha quedado demostrado, más allá de la duda razonable, el Aeropuerto Felipe Ángeles de Santa Lucía, Estado de México, no es ni por lejos una opción viable de sustitución en el corto, mediano o largo plazo. Simplemente el diseño, construcción, ubicación y operación no da.

Entonces, regresamos al punto de inicio: tenemos un Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México que está plagado de problemas, pero no hay alternativas de solución. Y con el paso del tiempo se incrementan las dificultades, lo cual complica aún más las cosas. Lamentable es que, desde que inició la presente administración, la dirección de esta instalación estratégica ha pasado de mando varias veces; y los problemas, en vez de solucionarse, tan sólo se incrementan. De hecho, el arribo de los dos últimos titulares del AICM se fundamentó en el argumento promisorio de que su encomienda principal era dar atención y solución a los problemas del aeropuerto. Pero parece que, en realidad, era lo contrario, o al menos así lo sugiere la evidencia.

Es muy interesante, desde el punto de vista analítico -pero trágico, desde la perspectiva de usuarios y ciudadanos comprometidos-, ver que los temas de infraestructura, seguridad y servicios de esta instalación, se complejizan más con cada nuevo director. Y peor es que, ante cuestionamientos, críticas, observaciones, sugerencias, recomendaciones o francas aportaciones desinteresadas, la respuesta oficial sea el deslinde de responsabilidades, la transferencia de “culpas” -aunque esto no se trata de culpables o inocentes, aunque eso aparentemente no lo entienden- las referencias al pasado, la generación de responsables etéreos (porque realmente no es posible materializar quiénes son) la contra crítica, la sátira burlesca, el descrédito, o bien la indiferencia absoluta. Y esto va para temas de seguridad, mantenimiento, operación, servicios, y prácticamente todas sus áreas de responsabilidad.

El deterioro del AICM es notable e incuestionable. Pero no se ven alternativas o caminos de solución viables. Existe una postura -la cual, de ser cierta, sería evidencia de una perversidad impactante- que sugiere que es intencional: generar problemas para desvirtuar el AICM, para justificar el traspaso de operaciones al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) y, así, darle vida y sustento al capricho presidencial. Pero si es así, el fundamento tiene varios errores de origen. En primer lugar, el Felipe Ángeles simplemente no tiene ni la capacidad ni la infraestructura necesaria para asumir el tráfico del Benito Juárez. Eso no requiere mucha demostración, pues tan sólo viendo físicamente la instalación, y sus alrededores, dejan en evidencia la imposibilidad de transferir operaciones. Lo evidente no requiere demostración, reza el postulado matemático universal.

Por otro lado, deliberadamente dejar en abandono el AICM es equivalente a un autosabotaje, el cual, bajo cualquier razonamiento, es una locura absoluta. Y si el motivo del deterioro deliberado es apoyar los dichos y sapiencias de Palacio Nacional, flaco favor le hacen. Lo veo poco probable, pero no imposible. Lo que no es ni remotamente cuestionable es la negligente ofuscación e indignante arbitrariedad en la que vive nuestro principal puerto aéreo con el mundo. De haber sido considerado uno de los principales centros de tráfico aéreo del mundo, ahora no pasa de ser una vergüenza internacional, que tan sólo es empleada por la tribuna pública del Ejecutivo Federal para seguir oponiendo, polarizando y deteriorando a la nación.

Hace poco llegó una nueva administración al AICM. Desde que se publicó el nombramiento, las críticas han llovido. Hace apenas unos días quedó en evidencia que, el recién llegado, no está atendiendo adecuadamente su encargo. Habrá quien diga que esta es una percepción equivocada, y que debemos darle oportunidad. Valen las preguntas: ¿Cuántas oportunidades debemos darles? ¿Hasta cuándo van a atender el AICM? ¿La lógica es solo “patear el bote” y encontrar excusas?

 

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