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24/04/2024

Replanteando la estrategia del desarrollo aeronáutico integral: la inversión (3)

José Medina Go… / Domingo, 17 Abril 2022 - 18:41

Uno de los grandes motores del desarrollo es la inversión, es decir, inyectar recursos en un sistema armonizado y organizado de procesos subsecuentes para obtener un mayor beneficio relativo en relación al punto inicial. Existen muchos mitos y malas interpretaciones en torno a la inversión. 

El primero de estos procesos equívocos resulta de la concepción que la inversión sólo puede ser monetaria o financiera. Esto no es así, ya que la definición clásica de este término nos remite a comprometer recursos -de cualquier tipo- para obtener un mayor beneficio que el punto inicial del proceso. Esto implica que el tiempo, el capital humano, la tecnología, la técnica y todos los derivados consecuentes de estos rubros también son insumos que son sujetos y objetos de la inversión. En el caso de la aviación, mientras que los recursos financieros son particularmente necesarios, son más aún aquellos vinculados al capital humano, al desarrollo científico y a su aplicación técnica. La aeronáutica es, por definición, una aplicación de alta tecnología y de ciencia aplicada a un proceso productivo global en constante estado de evolución y gestión. En consecuencia, el  mayor insumo a ser invertido no sólo es el dinero sino también todo aquello que rodea al ingenio y la gestión humana. 

Un gran aspecto a aclarar: la inversión no es gasto. Este segundo es meter recursos, de cualquier tipo, sin obtener beneficios equiparables o superiores a los mismos. El primero sí tiene implícito un rendimiento superior al compromiso inicial. En consecuencia, tan sólo si la inyección organizada y sistematizada de recursos provee en el corto, mediano o largo plazo beneficios superiores a los iniciales, se puede hablar de inversión. Evidentemente, hay industrias que son más o menos sensibles a la inversión vista con esta acotación, y notorio es que la aviación es particularmente susceptible a este criterio. De hecho, somos parte de un sector productivo cuyo rendimiento en el mediano y largo plazo incrementa por mucho los recursos inyectados como inversión. Por supuesto, siempre y cuando se encuentren bien dirigidos, orientados y gestionados.

Otra característica de la inversión: es producto de un proceso de concepción, de planeación, de gestión, de administración y de evaluación. Mientras más meticuloso sea este proceso, mayores rendimientos pueden tener los recursos comprometidos. Por corolario lógico, la inversión no puede ser improvisada, arrebatada o de coyuntura. Mientras innegablemente existe la posibilidad de que tenga éxito, las mayores probabilidades de efectividad de cualquier inversión se presentan cuando la misma se ejerce tras un proceso armonizado, sistematizado y prospectivo. 

En el caso de la aviación, la inversión es por definición estratégica (de largo plazo) y por tanto los recursos que se comprometen a estos procesos son sujetos y objetos de un amplio proceso de análisis, de gestión y de evaluación continua. En una lógica del tercer milenio, estas labores implican una adecuada administración, valoración y su subsecuente ejercicio internacional con visión global. Dicho de otro modo, la mayor parte de los recursos que se invierten en la aviación no son de un país en particular, sino de la comunidad internacional en su conjunto en mayor o menor medida.

Un importante obstáculo perceptivo a subsanar es que la inversión sólo proviene del sector privado. Aunque en términos generales esto es cierto, pues por su naturaleza proviene de ahí un conglomerado considerable de intereses de inversión, no es el único sector. De hecho, el sector público (gobierno) tienen una participación muy relevante y trascendente, aunque por otros motivos. En el sector privado la motivación más importante para la inversión es la obtención del rendimiento. Siendo totalmente objetivos, el sector privado invierte en cualquier rubro porque es buen negocio, y en el momento que deja de serlo se retira. Es un interés estrictamente económico, presente o potencial futuro.

La inversión pública o gubernamental tiene otra finalidad. Su interés es (y debe ser siempre) el beneficio de su ciudadanía como producto de esta labor. En términos estrictos, los gobiernos contemporáneos producen muy poco o nada, porque realmente son proveedores de servicios públicos. Salvo contadas excepciones y en aspectos muy particulares, los gobiernos gastan, pero no producen; y otorgan servicios cuyo beneficio es la administración pública e -idealmente- benefician a su sociedad a la que sirven de manera progresiva. De esta forma, la inversión pública se traduce en un beneficio a mediano y largo plazo para su sociedad y las interacciones de la misma administradas por otros gobiernos. Esta es la esencia del sistema internacional moderno.

De esta forma, es interés de los gobiernos también ejercer inversión, tanto para consolidar su finalidad al servicio público como para promover e incentivar al sector privado a invertir. Cuando ambos sectores de manera armonizada y coordinada, en un ambiente regulado y de mutua confianza, y donde las reglas de operación y los beneficios esperados son claros, contundentes y demostrables con transparencia, participan en un proceso de inversión, tenemos el escenario ideal para el Desarrollo Nacional Integral. Es un estado ideal para la promoción de intereses individuales (particulares) y colectivos (públicos), y sienta la base para la coordinación global armonizada.

Sobre todo, este esquema otorga certidumbre y confianza a todas las partes involucradas, ingredientes indiscutibles como prerrequisitos indispensables para el desarrollo. Esto es exactamente lo que en esta columna semanal hemos insistido por meses: este es el entorno ideal para la aviación en México si queremos desarrollarnos y proyectarnos de manera sostenida y trascendente. El qué, el cómo, el cuándo y el dónde invertir de manera coordinada es lo que abordaremos en subsecuentes colaboraciones semanales; pero en sí debemos entender que mientras el gobierno no participe activamente en inversión estratégica, bien planeada, bien organizada, consistente y trascendente, poco o nada se podrá hacer para el Desarrollo Aeronáutico Integral.

Sobra decir que esto excluye por definición a: los gastos innecesarios, las “inversiones” de coyuntura, proyectos mal elaborados o intrascendentes, gestiones de corto plazo, o para fines distintos al beneficio público integral y prospectivo. Eso es justo lo que hemos visto esta administración, pero que se tiene que enmendar. La próxima semana comentaremos el cómo hacer esto. 

 

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