Hace varios días fue publicado en diversos medios nacionales una de las que auguran ser una de las crisis más profundas de la aeronáutica mexicana en los últimos años. Y vaya que tenemos de donde escoger, y que hasta antes de esta nota había tremenda competencia por el primer lugar. Pero esta si rebasa cualquier límite, por sus implicaciones y consecuencias. Aunque, honestamente, a nadie en el medio sorprende, y hasta cierto punto era esperable.
No repetiré a detalle en este medio la nota, los detalles o particularidades. Dejo eso al lector crítico, el cual sin duda profundizará en el tema. Además, así se demuestra más allá de toda duda que el suscribiente no tiene un sesgo en torno a la información. En esencia, la nota que “sacudió” a nuestro sector aeronáutico nacional fue la revelación que se presentó una “filtración” de exámenes finales para pilotos aviadores desde la Agencia Federal de Aviación Civil. Todo esto empezó cuando el Centro Internacional de Adiestramiento de Aviación Civil comenzó a registrar una cantidad anormal de exámenes aprobatorios perfectos. Aquellos de nosotros que hemos tenido el honor y el privilegio de desempeñarnos o habernos desempeñado como docentes sabemos algo perfectamente claro: no hay exámenes perfectos. Algunas veces, muy raras de hecho, vemos un discente que de manera extraordinaria obtiene una puntuación perfecta en un examen. Pero es una rareza estadística, no una cuestión habitual. Pero el personal del CIAAC se enfrentó justo a esta paradoja en la primera mitad de este año.
El entonces director del CIAAC, Gral. Div. F.A.P.A. D.E.M.A. (Ret.) Benjamín Romero Fuentes, ex Comandante de la Fuerza Aérea Mexicana y (hasta ese momento) cercano al Director de la AFAC, el Gral. Div. F.A.P.A. D.E.M.A. (Ret.) Carlos Rodríguez Munguía -también ex Comandante FAM- ordenó una investigación que reveló que Marco Antonio Toro Moreno, entonces Jefe de Departamento de Logística y Programas Especiales, realizó tres impresiones no autorizadas de los referidos exámenes con las respuestas correctas. No se necesitar ser un investigador forense de alta talla para saber qué fue lo que pasó aquí. Los indicios y evidencias son claras, y al buen entendedor, pocas palabras.
De acuerdo con diversas fuentes, a inicios de septiembre el Gral. Romero informó a su superior de esta terrible situación. Para ambos, pilotos aviadores militares altamente experimentados, las consecuencias son profundamente claras y trascendentes. Se puso en riesgo la seguridad y la integridad aérea nacional, a través de una vulneración profunda de uno de los aspectos más sensibles de la integridad aeronáutica nacional, es decir, de la cualificación de los pilotos en cuyas manos están las vidas de cientos de personas de manera directa o indirecta, y equipo físico capaz de crear daños considerables a la vida e integridad de muchas más personas.
Se asumiría que la reacción inmediata fuera la rectificación, pero no fue así. Para aquellos que conocemos el medio, se veía venir lo que ocurriría; era prácticamente una sentencia anunciada. Apenas veintiocho días después de este parte del Gral. Romero, se anunció su “renuncia voluntaria por motivos personales”. Esta frase, clara para quien sabe interpretarla, evidencia claramente lo que ocurrió: fue removido de su cargo porque lo que dijo (y tal vez cómo lo dijo) evidenció un problema profundo dentro de la AFAC, y que tal vez comprometía a más que a un mero Jefe de Departamento. La respuesta de la superioridad fue clara y contundente, y dejó en claro la posición del mando de la Agencia.
Más evidencia de este caso es saber que, pese a que está demostrado más allá de toda duda razonable que esta filtración fue profunda y directamente vinculada con la aprobación con puntaje perfecto de un elevado número de exámenes para pilotos aviadores comerciales, estos instrumentos de acreditación no han sido cambiados. Se esperaría que fuera una de las primeras acciones que la AFAC debió llevar a cabo; pero cuando vemos que no lo hicieron, queda claro el panorama. Más claro queda el asunto cuando Toro Moreno sigue desempeñándose laboralmente en el CIAAC, así como varios de sus superiores que sin duda estaban informados de lo que ocurrió.
Menudo lío supone este incidente. No sólo es grave por lo que ocurrió, sino por cómo se manejó todo el capítulo, mismo que no ha terminado. Recordemos, una vez más, que México perdió la Categoría 1 de Seguridad Aérea otorgado por la FAA, y todo apunta que poco (o nada) se está haciendo por recuperarla. Este acontecimiento demuestra una vez más la poca atención y cuidado se le da a la Seguridad Aeronáutica en México, y el lamentablemente mal desempeño de las autoridades titulares del tema.
Lo más sorpresivo es que, pese a que anteriormente se conocían ciertos aspectos personales o profesionales de los involucrados en este capítulo, para muchos este tipo de actitudes era francamente impensable. No se espera este comportamiento de un ex Comandante FAM, y mucho menos un silencio sepulcral en torno al mismo, sobre todo porque en su momento fue uno de los principales abogados por la Seguridad Aérea y por haberse destacado con un estricto control disciplinario en materia académica en la Fuerza Aérea Mexicana. Entonces ¿cómo explicamos esto que estamos viendo?
Las consecuencias y trascendencia de este caso rebasan lo que podemos apuntar en esta breve colaboración semanal. Pero no queda desapercibido que este incidente poco ayuda a legitimar a la AFAC y su liderazgo, ni tampoco a fortalecer la confianza en torno a esta incipiente organización y su superioridad. El mensaje que se transmite es claro y contundente, y más que inspirar certidumbre, hace exactamente lo contrario. Es peligroso lo que ocurrió, pero más peligrosa es la opacidad, la falta de transparencia, la intransigencia y la negligencia como respuesta a esta sensible vulneración de la seguridad aérea.
Difícil es para muchos aceptar que esto esté ocurriendo. Pero lo que vemos es tan sólo un reflejo de cómo está la administración pública federal. Sin duda esto constituye un claro y flagrante caso de “corrupción”, y esperaríamos accione contundentes para subsanarlo. Pero no, vemos una cobertura y acobijo de estas irregularidades, que no es más que una complicidad silente y criminal. La Seguridad Aérea de México y vidas humanas están en riesgo, y en vez de hacer algo para remediarlo, se destituye a quien dio parte fundamentada y oportunamente. ¿Es necesaria más demostración?
Insisto, no vamos a profundizar en este tema porque esta columna semanal no es el lugar apropiado. Pero al buen entendedor pocas palabras, y lo que es evidente no requiere demostración. Nuevamente nos enfrentamos con un conjunto de actitudes que son inaceptables, intolerables, y que vulneran profundamente nuestra Seguridad Aérea, así como llenan de confusión y desconfianza al sector nacional e internacional interesado en estos temas. Pero, si hay otra explicación o interpretación razonable, sustentada, y sin descalificaciones abstractas para desviar la atención creo que como sector estamos interesados en escucharla.
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