En repetidas entregas semanales, esta columna ha reiterado una crítica constructiva ante la actual disposición aparente de la administración federal en curso en torno al manejo presente y prospectivo del espacio aéreo nacional. De igual forma, también hemos apuntado que más que discursos demagógicos cargados por una cuestionable visión ideológica –en razón que su fundamento conceptual es altamente cuestionable y tendencioso bajo cualquier criterio analítico serio- en el ámbito del desarrollo, la seguridad y la proyección aeronáutica y espacial se construye con acciones, hechos y labores demostrables y verificables. Finalmente, ninguna crítica es aceptable si no se ofrece al menos una alternativa de solución; en la presente columna semanal hemos presentado, reflexionado y proyectado varios caminos de solución.
Sin embargo, nada de esto es próspero. Con lamentable objetividad tal parece que cualquiera de las críticas aquí vertidas, así como la de muchos otros actores nacionales e internacionales en materia de prospectiva aeroespacial, cae en oídos sordos. O al menos en personajes que, aunque reciban la crítica por incapacidad, opacidad, o complicidad previeren hacer caso omiso de dichas observaciones. Reconozcamos que no hagan caso de la reflexión por actores nacionales, al considerarlos como poco válidos. Pero descalificar la crítica internacional, sometiéndola a los mismos criterios de desautorización que a los profesionales nacionales, y tildarlos injustificada y sin evidencias de ser parte de una “conspiración global”, raya en la insania. Cuando toda crítica, comentario, observación, o demostración argumentativa sustentada es minimizada o tildada con algún aparente calificativo con ánimos de degradación o de presuntos señalamientos sin sustento, no sólo se caen un discurso esquizofrénico ofuscado, sino también en la más profunda de las irracionalidades.
En el ámbito aeronáutico y espacial, un entorno donde por su propia naturaleza es profundamente técnico, objetivo, y que tan sólo permite un conjunto de premisas orientadas a la prospección y no a la retroactividad, la postura y discurso de la actual administración federal es profundamente alarmante. Lo hemos indicado en este espacio varias veces, que más allá de una retórica convincente en palabras, las acciones y hechos son los que tienen preponderancia; y la visión prospectiva de un país no es una elección ideológica, sino una necesidad pragmática ante el entorno global y la dinámica de la sociedad internacional. México se encuentra viendo hacia el pasado, cerrados al interior, y con una fuerte fuerza de aislamiento relativo frente sus contrapartes internacionales. Y esto nos está costando, y mucho.
En los últimos días se ha dado difusión en diversos espacios nacionales e internacionales de corte informativo en torno a las difíciles condiciones autoimpuestas en la Agencia Federal de Aviación Civil. Apuntamos este término en razón que solo el liderazgo de esta entidad se puso en semejante predicamento. Existen cada vez más observaciones y críticas en torno al plan del Aeropuerto Felipe Ángeles, el cual hasta el momento no cuenta con los estudios y aprobaciones necesarias para su operación simultánea con el Benito Juárez en la CDMX y con el Aeropuerto de Toluca. También se acumulan denuncias, quejas y malestares en torno al trato que se le da al personal civil que labora en esta dependencia, y que cada vez más va a la baja, ya que está siendo paulatinamente sustituido por personal militar comisionado o en retiro, y no necesariamente de la Fuerza Aérea Mexicana.
También se ha dado difusión a presuntos actos de corrupción en la construcción del Felipe Ángeles, así como el “influyentismo” y prácticas laborales cuestionables en materia de contrataciones, adjudicaciones y asignación contractual sin licitación de las autoridades federales aeronáuticas. Siguen las preguntas en torno a la Seguridad Aérea Nacional, así como en la gestión estratégica de este importante tema. No hablemos de recuperar la Categoría 1 por parte de la FAA, una meta que era verdaderamente alcanzable en pocos meses aparentemente se va a prorrogar por años. Para la actual administración no es un tema relevante.
Hemos hablado en varias ocasiones de una urgente inversión para Defensa y Seguridad Nacional en el ámbito aéreo. Urge fortalecer a nuestra Fuerza Aérea, y dotarla de los insumos necesarios para llevar a cabo su estratégica encomienda. Pero tal parece que ocurre lo contrario: cada vez se debilita más esta noble institución; y sus Jefes, Oficiales y Especialistas poco a poco buscan otras alternativas laborales fuera de la Institución. Cuando al interior hay pocos estímulos, muchos obstáculos y una gran carga heredada que cargar difícil es la marcha.
La infraestructura estratégica nacional en materia de telemetría, detección temprana, seguridad preventiva, y gestión de insumos estratégicos parece una distante ficción. Si acaso, démonos por bien servidos si los altos titulares en materia aeronáutica y espacial conocen a profundidad estos términos. Tal parece son palabras académicas, carentes de un significado operacional (es decir, medible) en la cotidianidad nacional. Hablar de capacidad de detección, intervención, intercepción e interdicción aérea parece un juego de palabras, no un conjunto de profundos términos en una Estrategia Aérea de Seguridad y Defensa Nacional.
Hablar de Poder Aéreo amerita si acaso uno o dos párrafos en los manuales doctrinarios de las instancias titulares del patrimonio aeronáutico nacional. Superioridad, Supremacía y Dominio Aéreo y Espacial son ciencia ficción o referentes internacionales que se tildan despectivamente de “neoliberales” y se descalifican en automático al considerarlos algo que no nos compete. Por eso, justo por eso, estamos rezagados frente a la comunidad internacional. Precisamente esa es la causa por la que México cada vez más se deja de tomar con seriedad en el ámbito internacional, en sus aristas públicas y privadas. Es por eso que México no puede tener una proyección estratégica confiable y creíble.
No son “solo palabras”, son acciones las que hacen falta. Urge desarrollar una Visión Estratégica Nacional Integral, la cual tenga una prospectiva al futuro. No podemos seguir encerrados en nuestras fronteras y viendo anhelantemente a un pasado que no fue y que jamás será. Desde el más alto nivel hace falta adoptar una visión y una mentalidad acorde al siglo XXI, no al tercer cuarto del siglo XX invocando heroísmos ficticios del siglo XIX. El ámbito internacional cada vez ve el desarrollo tecnológico, aeronáutico y espacial como el camino inequívoco al porvenir, de manera competitiva y colaborativa. Ese es el camino probado, no otro.
Sin duda fácil es denostar, descartar o descalificar estas observaciones. Sencillo es que se profieran palabras ofensivas o denostativas sin cara, sin identidad y sin autoría real, ocultos y arropados en el anonimato de perfiles apócrifos en la red, motivados por intereses del antepasado para acallar las voces nacionales e internacionales que urgen y exigen una visión prospectiva al nivel que México necesita y merece. La elección es clara: o vemos al futuro y hacemos lo posible por estar a la altura del momento histórico que vivimos, o nos condenamos al atraso, al conformismo y a la mediocridad. El futuro depende de ello. La elección es nuestra.
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