Reza la sabiduría popular mexicana: “lo que se ve no se pregunta”. Hay cosas que son demasiado autoevidentes y obvias, y las consecuencias y desenlaces son prácticamente anticipados por obviedad. Esto es lo que lamentablemente vemos en el entorno nacional en numerosos entornos, pero para fines de este espacio semanal nos remitiremos únicamente al contexto aeronáutico. Como hemos insistido ya muchas veces, no se trata de cerrarse a una postura u otra por cuestión ideológica o por conveniencia discursiva; se trata de ser objetivos y evitar caer en descalificaciones sólo por carecer de mejores argumentos. Lamentablemente, la realidad nacional que vivimos no nos permite emitir análisis con saldo positivo del futuro que nos acecha, ni nos permite tener optimismo en función del desempeño de nuestras autoridades, las cuales tal parece están mas concentradas en descalificar las aportaciones externas de terceros preocupados que en solucionar los retos que a todas luces y criterios tenemos encima y enfrente.
El sábado 24 de julio de este año, en el marco de la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en el Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México, se externaron posturas oficiales del Estado Mexicano en voz del titular del Ejecutivo Federal y de sus colaboradores de gabinete en materia de política exterior e interior de nuestro país. Destacamos aquí un intento confrontacional totalmente innecesario con nuestro vecino del norte y divisionario en torno a la cohesión congruente continental. Es importante señalar esto, en razón que como parte de su intervención el canciller mexicano Marcelo Ebrard señaló que se avanza en la propuesta de creación de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE), como una entidad multinacional para la exploración espacial de América Latina y excluyendo a Norteamérica.
Lo anterior es un absurdo total, y aunque corresponde y se enmarca perfectamente con la postura de su superioridad, en términos prácticos es un riesgo potencial para el futuro aeronáutico y aeroespacial de nuestro país. Debemos recordar que este “proyecto” fue por primera vez expresado por el canciller mexicano en enero del 2020, en el contexto del inicio de la presidencia de México de la CELAC. En esta coyuntura, como dicta la tradición diplomática y lógica, se espera que el país que asume la presidencia de este importante organismo de cooperación internacional regional presente su plan de trabajo propuesto e impulse una agenda común y compartida. Desde entonces se presentaron ideas divisionistas e ideas con muy poco potencial.
En su momento pocos países respaldaron esta propuesta; otros solo quedaron como observadores. En esta nueva iteración del proyecto ALCE menos actores buscaron una participación activa, y aquellos que lo hicieron realmente tienen muy poco que aportar en términos reales. En sí es buena idea, pero separada de las contrapartes norteamericanas es una dolorosa pérdida de tiempo. Es una contradicción profunda querer ingresar al espacio, un entorno donde debemos estar unidos como civilización, pero separados por diferencias ideológicas mal fundamentadas. Es un sinsentido desde una perspectiva de la filosofía de la ciencia.
La contradicción se profundiza. El canciller Ebrard señaló que con este proyecto “se multiplicaría por veinte el potencial tecnológico y científico” de la región. Sería muy interesante saber cómo llego a esta conclusión, en particular por que los países que buscan sumarse a ALCE tienen muy poca investigación autónoma en materia aeroespacial, y la poca que existe está vinculada a sus contrapartes en Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y Asia. En el caso mexicano es un absurdo total, en razón que la postura oficial del gobierno que él representa como canciller ha adquirido la postura de desestimar, minimizar y demoler el desarrollo científico y tecnológico del país. Caso en cuestión tenemos cómo se han socavado en nombre de un poco demostrado “combate a la corrupción” el apoyo a científicos e investigadores en México, cómo se han aniquilado los programas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y se ha privilegiado apoyos monumentales de esta institución y del gobierno federal a “proyectos” alineados a la administración, y a actores cuya trascendencia profesional es inexistente. La ciencia no tiene ideología ni tendencias.
Este gobierno ha dejado en claro que busca apartarse del desarrollo científico y tecnológico, y ha demostrado en repetidas ocasiones su desprecio por la aeronáutica y el desarrollo espacial. Las evidencias abundan. Por ello, que el canciller declare esto es una completa inconsistencia. Pero más aún, demuestra una desconexión profunda con la realidad. ¿Cómo queremos entrar al espacio, cuando ni siquiera podemos avanzar en temas de nuestro espacio aéreo? La crisis aérea nacional se esta profundizando, y es dolorosamente obvio que esto no va en buen camino.
El miércoles 21 de julio el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México tuvo “problemas técnicos” que afectaron al menos 165 vuelos programados. Primero dijeron oficialmente, que era un “problema en los radares”, lo que sobra decir creó una percepción alarmante. Luego se cambió la historia y se dijo que era un “problema con la Red de Telecomunicaciones Fijas Aeronáuticas”, lo cual es aún más difícil de explicar. El colmo del asunto ocurrió más tarde ese día al acusar que el problema no era de ellos, sino que venía de Estados Unidos (claro, sin evidencias). No tardó la Administración Aeronáutica Federal de ese país en no sólo desmentir y rechazar esta indignante acusación, sino también en demostrar más allá de la duda razonable que el problema fue en México exclusivamente.
Ante este revés oficial, la Agencia Federal de Aviación Civil de México guardó su acostumbrado silencio. Y esto solo abona al grave problema que tenemos en los cielos nacionales. Los problemas del 21 de julio no son nuevos, ya llevan tiempo; sólo que nunca se habían presentado tan notoriamente ni habían sido exhibidos tan flagrantemente. De hecho, esto es parte de la razón por la cual el 26 de mayo de este año México perdió la Categoría 1 en materia de Seguridad Aérea. Y al ritmo que vamos, pronto no se va a recuperar. Y esto es por que la AFAC ha hecho muy poco por subsanar las 28 observaciones que nos llevaron a perder la categoría. Trágico es ver cómo en vez de atender el problema de manera clara y profesional, se le han dado largas, se ha deslindado la responsabilidad, se aborda el tema sin seriedad. En otras palabas, no es de interés recuperar lo perdido.
Muchos especialistas y profesionales de la AFAC han sido despedidos. Lo anterior no es para dar paso a medidas correctivas, sino para liberar plazas para que las ocupen ex militares. Ahora bien, hay muchos miembros de las Fuerzas Armadas muy competentes y capaces; pero no en materia de aviación civil. Son estos profesionistas despedidos los que saben cómo atender y solucionar los problemas. Pero en vez de usar su conocimiento, han sido eliminados de la administración para controlar la aviación civil.
En síntesis, es obvio que el aire y el espacio no son prioridades del titular del ejecutivo. Tal parece que no le importan, o no dimensiona la relevancia que tienen para el país. Se profieren discursos internacionales que son profundas contradictorios con la realidad nacional y se buscan confrontaciones transnacionales en vez de buscar la unidad y la cooperación trascendente. Hay una carencia de estrategia clara, o al menos de fundamentos nacionales e internacionales apegados a la realidad. Existe una ruta clara para el desarrollo nacional, pero desde la cima del liderazgo nacional se busca un camino aparentemente sin rumbo claro. Esto no es una crítica política, es una observación objetiva. Lo que se ve no se discute, y lo que es evidente no requiere mayor demostración.
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