En este mes patrio muchas reflexiones en torno a la situación que guarda nuestro país son oportunas y pertinentes. Este año, debido a todo lo que hemos atravesado como sociedad, es particularmente complejo, y ciertamente hace un año ni remotamente nos podríamos imaginar el momento donde nos encontramos. Imposible e impensable era suponer que el mes patrio nos encontraría en estas circunstancias de recuperación, pero con grandes carencias todavía.
Es por ello que debemos dedicar un tiempo a reflexionar sobre la situación que guarda nuestro país, y en materia aérea debemos dedicarnos a reconocer una de nuestras grandes instituciones nacionales que damos por sentado -como tantas otras- pero que juega un papel crítico para la Defensa y la Seguridad Nacional: la Fuerza Aérea Mexicana. Esta institución es el componente armado y operativo aéreo de la Secretaría de la Defensa Nacional (siendo su contraparte militar el Ejército Mexicano y su superioridad administrativa la propia SEDENA como Secretaría de Estado), y es jurídica y operacionalmente la titular de la Seguridad y la Defensa Nacional Mexicana en el ámbito aéreo.
Hay mucho que puede hablarse de la FAM, y si el entorno aéreo ya de por sí es apasionante, esta institución es rica e historia, tradición y cultura. Es un baluarte invaluable para nuestra sociedad, y si nos adentramos en su estudio nos impresionaríamos de todo lo que puede hacer, el gran sacrificio que sus hombres y mujeres que le integran llevan a cabo diaria y abnegadamente, y de las grades potencialidades que tiene como fuerza armada. Para pronto, tiene la capacidad por definición de proyectar el Poder Aéreo Nacional en el ámbito global para promover los intereses del Estado Mexicano. O debería.
La triste y terrible realidad es que la FAM es una institución que a lo largo de demasiado tiempo ha sido relegada a un papel secundario, y actualmente tiene apenas una fracción de sus verdaderas potencialidades operativas. La semana pasada comentábamos en este espacio sobre el SIVA y sus alcances, así como de la urgente necesidad de fortalecerlo para beneficio integral de la nación. Trágicamente debemos ampliar esta consideración a nuestra Fuerza Aérea. Aunque tal vez nos quedaríamos cortos.
Sin intención de profundizar y presentar datos precisos detallados -lo cual no sólo sería una imprudencia, sino que también es difícil de contextualizar en el entorno nacional/internacional contemporáneo- podemos considerar que un poco más de dos terceras partes de nuestro parque aéreo militar se encuentra en una situación diferente al Primer Orden. Esto quiere decir que no se encuentran en condiciones óptimas de operatividad. Lo anterior se debe a un excesivo bajo presupuesto, una muy baja inversión en desarrollo e investigación, una baja atención y reconocimiento, y el que muchas autoridades les relegan un papel secundario.
Es lamentable ver como prácticamente escuadrones completos están inoperantes, y que las capacidades de reacción ante amenazas aéreas del Estado Mexicano son prácticamente inexistentes en muchas regiones del país. Lo anterior se debe a que existe una baja atención a esta Fuerza Armada, así como un severo abandono a la doctrina de defensa aérea contemporánea internacional. México se encuentra profundamente atrasado respecto al resto del mundo en materia doctrinaria en aspectos militares y de defensa, y por tanto no ha valorado apropiadamente el componente aéreo.
Es lamentable reconocer que México sigue reconociendo su componente militar terrestre como el predominante, el naval en segundo término y finalmente el aéreo. Tal vez es una cuestión de desarrollo histórico, tal vez la cultura militar mexicana evolucionó en esta postura. Mientras tanto, a nivel internacional la doctrina bélica y de defensa ha evolucionado casi unánimemente en otra dirección: el primer componente de reacción ofensiva o defensiva es el aéreo, seguido de un despliegue de fuerzas navales, y finalmente un componente terrestre para fines de ocupación territorial. Visto de otra manera, el despliegue del Poder Aéreo es estratégico para la Seguridad y la Defensa de las naciones contemporáneas, y es un requerimiento esencialmente precursor y de alto impacto en las operaciones bélicas desde mediados del siglo pasado.
Nuestro país todavía no desarrolla esa visión doctrinaria. Se podría pensar que por que no somos un país “bélico”, pero lo cierto es que esta visión esta atrasando profundamente al país en su gestión como actor internacional competitivo. Para aquellos que se aferren a una postura “pacifista”, les invito cordialmente a revisar la historia nacional desde tiempos prehispánicos hasta el primer cuarto del siglo pasado, donde la vocación nacional era la guerra y la paz realmente era el interludio entre una dinámica caracterizada por conflictos. La vocación de México, históricamente, ha sido la de ser parte activa y trascendente en la dinámica continental y global, y una de nuestras mejores cartas de presentación son las Fuerzas Armadas.
Por este motivo es imperativo que tengamos una visión, gestión y desarrollo competitivo y coherente con la tendencia internacional. De lo contrario voluntariamente nos estamos quedando relegados y rebasados. Pocos aspectos hay más profundos para ver este fenómeno que nuestra Fuerza Aérea, la cual urgentemente requiere inversión y apoyo. No sólo técnica y tecnológicamente estamos atrasados (en relación a otros Estados con capacidades y trascendencia similar a la nuestra) sino que poco a poco estamos perdiendo más.
En la presente administración federal se ha visto como la flota aérea, sus recursos y capacidades se han reducido considerablemente por falta de inversión y presupuesto. Y por si fuera poco, una de las más grandes tragedias es la pérdida del capital humano de alto valor agregado. Cuantiosos especialistas, oficiales, y jefes de la FAM han pasado a situación de retiro, y no por edad límite. Muchos de ellos son egresados de la Escuela Superior de Guerra del Curso de Mando y Estado Mayor Aéreo, lo que hipotéticamente les abriría las puertas a ser más competitivos, a aspirar a mejores posiciones y mandos, y les abriría un mayor futuro profesional. Lamentablemente, el entorno institucional ofrece actualmente pocas oportunidades de proyección profesional, y en ocasiones el retiro es una opción mucho más atractiva que permanecer en un activo relativamente “estático”. Esto representa una gran tragedia institucional, ya que muchos hombres y mujeres de gran valor abandonan una noble institución de gran trascendencia para México.
Sin negar el gran esfuerzo que se hace desde la institución, hace falta mucho más para los verdaderos requerimientos nacionales. Es por este motivo que como parte de esta reflexión patria debemos voltear a nuestra Fuerza Aérea Mexicana, reconocerla, fortalecerla, impulsarla y dotarla de la inversión y desarrollo que requiere para dar servicio a esta gran nación. Los Guerreros Águila que la integran han ganado nuestro respeto y admiración día tras día; debemos impulsarlos en su labor cotidiana, pues ellos llevan a cabo la Defensa de México en los cielos nacionales con tres máximas inalterables:
¡HONOR, VALOR Y LEALTAD!
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