El 26 de junio de este año muy probablemente fuimos testigos silentes del fin de una era. Ese día, Air France realizó un último vuelo -prácticamente del “adiós”- de sus emblemáticos Airbus A380 sobre su territorio. Su flota de diez aeronaves de esta magna clase, las cuales podrían transportar a 516 pasajeros y con rutas de largo alcance, no surcará los cielos más. Hace más o menos once años Air France adquirió en arrendamiento estas maravillas de la ingeniería moderna, sentando un antecedente crucial en la aviación comercial contemporánea, y forjando un camino difícil de igualar en la aeronáutica del siglo XXI.
Gracias a la introducción del A380 se inauguró una etapa histórica de modernización y adecuación aeroportuaria para hacer cabida a esta nueva aeronave revolucionaria. El concepto del transporte aéreo cambió sustancialmente, y se abría la puerta a la modernización de los espacios y terminales aéreas transnacionales e intercontinentales. Su razón de existir era la de competir con un mercado global con una insaciable ansiedad de interconexión, de transporte eficiente y masivo. El referente hasta ese momento era el icónico Boeing 747, que si bien es una aeronave noble por su rendimiento también es innegablemente perteneciente a la segunda mitad del siglo pasado.
El A380 podría haber sido un “game changer”: no sólo empleaba tecnología de última generación, sino que era escalable. Esto implica que podría ser adecuado a nuevos avances técnicos, llevando así el estandarte de el transporte aéreo de gran capacidad al siglo XXI. Anticuados y lejanos eran los sistemas del 747, que tarde que temprano deberá abandonar el escenario de los cielos globales. Pero el A380 era la promesa del provenir, y debido a ello los principales aeropuertos internacionales del mundo comenzaron a hacer adecuaciones físicas, logísticas y orgánicas para dar cabida a esta magna aeronave.
Sus dos pisos de pasajeros, amplios compartimentos de carga, requerimientos específicos de mantenimiento preventivo y correctivo, así como su aviónica avanzada impulsaron el desarrollo de la infraestructura aeroportuaria por casi una década. México no fue exento de este proceso, pues nuestro propio Aeropuerto Internacional Benito Juárez debió modernizarse considerablemente para que Air France pudiera operar en nuestro territorio. Ver bajar este vuelo era algo impactante, y prácticamente todo el aeropuerto se paraba unos momentos para el imponente arribo de este en vuelo intercontinental.
En otros países tales como Sudáfrica el impacto fue mucho mayor: se rediseñaron terminales y espacios físicos para dar cabida a Air France. Incontables empleos directos e indirectos fueron creados solo para dar soporte a esta aeronave y su tripulación, y su mera presencia era señal inequívoca de progreso, de prospectiva y de proyección futura. Pero a partir del 26 de junio del 2020 esto no será así más, al menos no en el contexto de Air France.
Mantener una flota de diez A380 es un verdadero reto logístico, financiero y comercial. Aunque promisorio, la competencia en el mundo de la aviación es voraz. Para que una aeronave de estas características sea rentable los costos de operación y mantenimiento deben ser asequibles, y el volumen de las operaciones debe ser estable. De lo contrario no se pueden diluir costos, ni se pueden consolidar utilidades. De hecho, el no mantener un volumen operacional constante puede incurrir en costos altísimos sólo por tener la flota y no operarla. Y eso fue exactamente lo que pasó.
Air France, al igual que muchas aerolíneas en el mundo, ha pasado por una temporada difícil. Desde 2019 la competencia internacional por rutas ha llevado al límite a muchas entidades. De hecho, desde hace algunos años un tema repetitivo en nuestro medio era precisamente la necesidad de “adelgazar” a la industria, permitir que el mismo mercado eliminara a algunos competidores. Veíamos un espacio aéreo comercial saturado, con demasiados actores, con un crecimiento en algunos casos desmedido, y orillando peligrosamente el mercado a la saturación.
Si este panorama no era de por sí complicado, la crisis global del COVID-19 fue el punto de inflexión definitivo. La baja demanda comercial llevó a que la flota de A380 de Air France no fuera sustentable. El reemplazo será por los A350, de mucha menor capacidad, pero más económicos. Se especula que los A380 podrán ser usados para carga, regresados a las arrendadoras o re-emplazados en otros espacios. Desmantelarlos por completo y usar sus partes no esta fuera de discusión. Tal vez alguno de ellos figure en algún museo, y tal vez en algún momento vuelvan a emprender vuelo. Tal vez.
Por lo pronto los A380 de la aerolínea francesa están en tierra, en espera de su destino. Tal vez lo mismo les pase a otras emblemáticas aeronaves, de otras importantes aerolíneas. Tal vez sea sólo el inicio de una nueva etapa en la historia de la aviación comercial internacional, y posiblemente estemos en el umbral de una nueva secuencia histórica en los anales de la aviación. Lo que es incuestionable es que el 26 de junio de este turbulento 2020 ha concluido una era, ha terminado la era del Airbus A380.
Facebook comments