Los acontecimientos de los últimos meses a nivel global en materia de seguridad aeronáutica, de los cuales se destacan importantes accidentes aéreos –entre ellos los de los Boeing 737 MAX 8 que tanto han llamado la atención de la opinión pública internacional– van consolidando algunas tendencias claras y líneas de análisis reflexivo en común. Entre ellas encontramos algunas que son obvias y otras que nos muestran claramente la tendencia para las próximas décadas.
En el primer grupo podemos encontrar la más auto-evidente, pero que tendemos a olvidar constantemente: la aviación es una rama de la actividad humana que es inherentemente peligrosa, riesgosa, con una excesiva baja tolerancia a los errores de cualquier índole y con una muy limitada cantidad de márgenes de maniobra. Se puede “empujar el borde” de lo técnica y materialmente posible, pero muy poco y con un riesgo exponencial en cada diminuto incremento. La errada idea de que en la aviación contemporánea “hay márgenes de maniobra”, “márgenes de seguridad” y “diseñado para soportar más” ha costado incontables incidentes, trágicas pérdidas de vidas humanas, e innumerables daños que pudieran haberse evitado si tan sólo se hubiera ejercido en algún momento de los procesos que integran la aviación un poco de prudencia, sapiencia o sentido común.
Es debido a estas razones que la aviación contemporánea, en toda su complejidad y plenitud de procesos tiene integrado un sistema de “redundancia”: dos, tres y hasta cuatro sistemas o procedimientos que sustituyen a otros en caso de falla o error. Estas consideraciones han evitado accidentes e incidentes, cumpliendo su función; sin embargo, algunas veces también han creado dificultades que influyen en la aviación de manera cuestionable. Una de tales es la incapacidad de operar los sistemas complejos de la aeronáutica contemporánea sin emplear los sistemas electrónicos integrados en la misma. Invocando la sabiduría de los pilotos de combate, los cuales señalan que “si se te apaga la computadora de vuelo, o se atora, ¡mejor eyéctate!”, lo cierto es que en ocasiones existe una sobre-dependencia en la tecnología y las herramientas que nos ofrece, y esto puede llevarnos a olvidar o minimizar los conocimientos y habilidades técnicas esenciales del vuelo y la aviación. Sin duda esto es un error, y el avezado lector podrá discernir las implicaciones de este escenario.
Por otro lado, la tendencia de la aeronáutica contemporánea es clara en lo que se refiere al futuro: cada vez más veremos aeronaves más grandes, más complejas, con tecnología más desarrollada y más eficientes. Lo que hace diez años era tan sólo un sueño lejano y potencialmente irreal el día de hoy ya es una realidad cotidiana. Los líderes de la industria aeronáutica, de tecnología y de innovación nos dicen que actualmente ya tenemos a la mano la tecnología para desarrollar aeronaves mucho más avanzadas, con recursos que hoy consideramos de “ciencia ficción”. Sin embargo, la misma debe permear poco a poco en la industria y los mercados, todo ello con la finalidad de maximizar beneficios y minimizar costos
De lo anterior se desprende la innegable realidad que debemos prepararnos tanto física como académica, logística y administrativamente para recibir, emplear y maximizar estos recursos para el porvenir. Esto implica modernizar nuestras instalaciones aeroportuarias, desarrollar nuevos recursos tecnológicos y de procedimientos para la logística en el transporte aéreo, innovar en procesos de Seguridad Aérea Integral, fortalecer la cooperación y el intercambio de información internacional, y por lo tanto incrementar la cantidad y calidad del adiestramiento, capacitación y formación de personal directivo, administrativo y operativo en todos los ámbitos que integran nuestro sector.
Debemos recordar que todo esto requiere tiempo y recursos considerables, los cuales implican una importante inversión en caso de que sean aplicados eficientemente, y un gasto si los mismos son reactivos más que prospectivos. En otras palabras: bajo el supuesto cada vez más innegable que la aviación global se dirige a un desarrollo cada vez más intenso, complejo y con mayores exigencias de seguridad, el sector debe empezar a invertir en formación, adecuación e innovación de la infraestructura física, material, conceptual y prospectiva para aprovechar y maximizar sus potenciales beneficios futuros. Estos egresos pueden irse planeando y proyectando paulatinamente, con la finalidad de diluir y amortiguar los egresos financieros, temporales, materiales y humanos que los mismos implican, y de esta manera estar en condiciones óptimas para poder obtener los plenos beneficios de estos recursos venideros.
Sin embargo, es importante señalar y reiterar lo que la historia nos ha enseñado una y otra vez: si nos esperamos a que ese futuro llegue, y dichos recursos e insumos arriben sin que nosotros estemos preparados, nos condenaremos a realizar muchos mayores esfuerzos y gastos de manera innecesaria, a “presionar” las cosas y eventualmente a crear un entorno donde la Seguridad Aérea Integral podría ser la primera víctima. Hacer las “al último momento” no es aconsejable, y los anales de la memoria están plagados de accidentes aéreos prevenibles que ocurrieron debido a que no se estaban preparado en su totalidad para hacer frente a alguna innovación, cambio del entorno o condición nueva.
Para ejemplo tenemos el terrible accidente de los Boeing 737 MAX8, en los cuales una de las líneas de investigación radica en que los pilotos no supieron hace frente a una dificultad de su sistema y/o computadora de vuelo por falta de adiestramiento aceptable. Si esta fue la causa de ambos percances es un urgente y serio llamado de atención a la comunidad para darnos cuenta que debemos invertir en prepararnos para los nuevos avances tecnológicos y no dejarlo para último momento, o para después de un percance.
Como estos ejemplos podríamos encontrar muchos más, pero todos ellos nos llevan a la misma conclusión: debemos prepararnos para los avances integrales que nos augura el porvenir y no dejar dichas labores para cuando ese futuro nos alcance. Esta es una actitud, disposición y labor no sólo de las autoridades sino un esfuerzo integral de todo nuestro sector. Sea este un llamado a pensar, a reflexionar y a comprometernos a esta gran inversión para maximizar los asegurados beneficios que traerá, y a minimizar los inherentes riesgos que conlleva.
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