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23/11/2024

Velocidad, altitud, cerebro

José Medina Go… / Lunes, 26 Noviembre 2018 - 12:57

Retomando la discusión planteada en este espacio la semana pasada –en la cual sentábamos la reflexión sobre la imperiosa y urgente necesidad de definir una orientación de Estado en el largo plazo en materia aeroespacial, a través de Objetivos Estratégicos de alto valor agregado y de una Planeación Estratégica Nacional acorde a la potencial dinámica futura de México y de la comunidad global en la materia–, habíamos señalado que el primer paso era concebir, gestionar y proyectar una Visión Estratégica que orientara la toma de decisiones y fijara metas alcanzables, realistas pero ambiciosas. Lo anterior es un requisito indispensable ya que representa el medio por el cual pueden sentarse las bases para una coordinación armónica, productiva, eficiente y prospectiva entre los sectores público y privado en los Estados contemporáneos.

Ahora, considerando el entorno global del Tercer Milenio, nuestra civilización ha avanzado a un sistema de organización social complejo (es decir, con muchas variables) pero con una clara tendencia a la homologación y la integración entre diferentes sectores y ámbitos. Por un lado tenemos el sector privado, mayoritariamente responsable de la innovación científica, tecnológica, industrial y comercial; es decir, los motores más importantes de la sociedad humana. Por otro lado tenemos el sector público, único titular de emitir y ejercer la normatividad y los criterios mínimos indispensables para regular las actividades humanas.

Este binomio, donde el sector público busca regular al privado y sus productos generados, así como brindar garantías y seguridades para el desarrollo y protección del segundo, ha sido una de las grandes constantes humanas, aunque poco a poco se encuentra en un proceso de adecuación al contexto y la coyuntura globales al grado de que la capacidad de regulación y emisión de normatividad de los Estados modernos no es tan rápida ni tan eficiente para abarcar los nuevos avances, desarrollos y proyecciones de la iniciativa privada.

Es así como tenemos en numerosos ámbitos del sector privado una tendencia global que poco a poco va siendo regulada por los Estados, pero que indudablemente se conforma en una red comercial transnacional, catalizada y promovida por la innovación científica y tecnológica de vanguardia. Los Estados, por consecuencia, no sólo se encuentran en constante estado de regulación, emisión de estándares mínimos de desempeño y de promoción del sector privado (siendo esa su principal razón de existir), sino que también se han convertido en consumidores de estos avances.

Visión nacional

El sector aeronáutico y aeroespacial es un perfecto ejemplo de esta dinámica pues pese a que, desafortunadamente, la sociedad mexicana en lo general no es consciente de los grandes avances que se realizan en la materia a nivel internacional, los desarrollos científicos y tecnológicos presentes y futuros sientan un camino claro y definido, caracterizado por ser una de las áreas con mayor desarrollo y crecimiento en las décadas venideras. Es por este motivo que el Estado Mexicano, integrado primordialmente por este binomio inseparable de Sociedad y Gobierno –materializado el primero en empresas y corporaciones y la segunda en instituciones–, debe sentar una Visión Estratégica Aeronáutica y Aeroespacial que le permita coordinar esfuerzos para maximizar las oportunidades de este sector.

Esta visión no debe tratar de alcanzar a otros Estados (reconociendo objetivamente que, lamentablemente, México se ha quedado relegado en estos campos) sino que debe prepararse para interceptar una tendencia futura caracterizada por la innovación, la gestión, el desarrollo y el avance conceptual y tecnológico.

En otras palabras, México debe consignar su Visión Estratégica Aérea y Aeroespacial a la inversión en tecnología, en investigación, en desarrollo y en innovación conceptual, normativa y regulatoria. Esto no es nada fuera de lo ordinario, a razón de que esta es la tendencia global vigente de prácticamente todas las naciones con visión prospectiva.

Habiendo consolidado este primer paso, el siguiente sería consagrar dicha prospectiva nacional en Intereses Estratégicos Nacionales. Es decir establecer clara, oportuna y eficientemente qué queremos como país en el mediano y largo plazo, cómo lo queremos y por qué lo queremos. Dichos Intereses Estratégicos deben materializarse en Objetivos Estratégicos los cuales definan las metas puntuales, acotadas y definidas que debemos consolidar para ver realizada nuestra visión nacional.

Los criterios para definir estos objetivos nacionales en materia aeronáutica y aeroespacial son sencillos: deben estar acotados puntualmente espacial (por Estados, regiones y a nivel de la República), y temporalmente (corto, mediano y largo plazo); deben ser alcanzables pero ambiciosos; y deben establecer quién es el responsable titular, qué acciones específicas se llevarán cabo y con qué recursos deberá llevar a cabo las mismas para alcanzar los objetivos.  

Alzar el vuelo

Por su parte, y con la finalidad de establecer Objetivos Estratégicos Nacionales Aeronáuticos y Aeroespaciales, podemos sentar una guía de consideraciones a generarse por parte de la próxima Administración Federal 2018-2024. Irónicamente, éstas son análogas a los requisitos indispensables para un vuelo seguro. Invoquemos nuevamente la sabiduría contenida en uno de los más grandes dichos populares de la aviación, atribuido sin duda a algún piloto de combate anónimo de antaño: “Para volar necesitas al menos dos de las siguientes cosas: velocidad, altitud, cerebro”.

Aplicado a nuestro tema, el Estado mexicano requeriría imprimir estos tres criterios de manera armónica y eficiente, a la labor de proponer, plantear, promover y consolidar estos urgentes Objetivos Estratégicos como sigue:

  • Velocidad. No podemos relegarnos ni resignarnos a que los avances conceptuales, científicos, tecnológicos, industriales o normativo-regulatorios de otros países nos alcancen “eventualmente”. Debemos tomar la iniciativa y promoverlos en los sectores público y privado nacionales de manera conjunta, con la finalidad de sentar un precedente incuestionable para el avance aeronáutico y aeroespacial nacional.

  • Altitud. No debemos resignarnos a un segundo o tercer plano en el ámbito de Seguridad, Defensa e Industria aeronáutica internacional. México tiene todas las oportunidades, condiciones, medios e insumos para llegar a nuevas alturas y dinámicas en nuestro entorno regional, continental y global. Sea entonces esta una oportunidad para ganar “altitud” en el entorno internacional y asegurar una posición importante en el escenario de la aviación mundial.

  • Cerebro. Debemos distinguir y priorizar entre lo importante y lo urgente, así como debemos desarrollar una visión de largo plazo que se traduzca en acciones específicas, puntuales, medibles y evaluables en el mediano y corto plazo. En otras palabras, debemos desarrollar una mentalidad y una prospectiva estratégicas, y no conformarnos con sólo seguir la tendencia de otros actores internacionales.

Estas consideraciones son lógicas y alcanzables, y requieren de una inversión conceptual y operacional relativamente limitada. En tanto, los beneficios de adoptar esta postura son enormes y, si se mantienen de manera sostenida, podrían brindar al país oportunidades aeronáuticas y aeroespaciales de gran trascendencia.

Sea entonces esta una oportunidad para incentivar en nuestro futuro liderazgo una reflexión prospectiva que lleve a México a tomar nuevas alturas, trazar nuevos horizontes y llegar más lejos, superando cualquier limitación que nos quiera retener. Solo debemos tener claro que necesitamos al menos dos de estos tres criterios para un vuelo seguro, firme, definido y estable: Velocidad, Altitud, Cerebro.

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