El avión con matrícula N306FE es uno de los últimos DC-10 que McDonnell-Douglas fabricó, un enorme tri-jet carguero de fuselaje ancho que luce su tercer motor en la cola y puede divisarse en nuestros cielos mexicas porque ha estado volando rutas que FedEx opera desde su base en Memphis hacia Monterrey, Toluca o Guadalajara.
El N306FE fue víctima de un intento de secuestro en octubre de 1994, cuando Auburn Calloway, un ingeniero de vuelo de FedEx que viajaba de raite o aventón, sacó de su equipaje un par de martillos y atacó a los tres miembros de la tripulación. A pesar de recibir martillazos en la cabeza, los tres tripulantes se mantuvieron conscientes, así que Calloway usó un arpón para amenazar a la tripulación con matarlos, entonces el ingeniero de vuelo tomó el arpón y forcejeó con él, mientras el capitán se le sumó y el copiloto, quien había quedado paralizado del lado derecho debido a que los martillazos le incrustaron fragmentos de cráneo en el cerebro, empezó a hacer piruetas con el gigantesco DC-10.
Los hombres se desangraban y peleaban en el galley (el área afuera de cabina), mientras el copiloto hacía maniobras impredecibles para desorientar a Calloway, quien era experto en karate. El N306FE ascendió empinadamente, luego voló de costado, después en picada y de cabeza, excediendo por mucho los límites establecidos por el fabricante, y su aguante y el de la tripulación hicieron posible que Calloway fuera sometido y pudieran regresar a Memphis.
El agresor era una persona muy inteligente, preparado físicamente y motivado por venganza contra FedEx, ya que se sentía discriminado por ser afroamericano, y también por necesidad económica, porque estaba a punto de ser despedido por mentir sobre sus horas de vuelo. El plan de Calloway era secuestrar su propio avión, ya que originalmente él y su usual tripulación (una mujer copiloto y un capitán de edad avanzada) estaban asignados a cubrir ese vuelo, el 705 de Memphis a San José California; entonces apagaría la grabadora de vuelo desde el inicio y usaría martillos, un arpón y un cuchillo (porque esas heridas son consistentes con un accidente) para tomar control del avión y lo estrellaría contra el HUB de FedEx. Así, su divorciada familia recibiría su millonario seguro de vida.
Su plan se arruinó porque, un día antes, su tripulación original se pasó por solo un minuto sus horas de vuelo y debieron descansar, por lo que FedEx llamó a otra tripulación, conformada por tres hombres de físico imponente que no se conocían (dos eran expilotos de la Marina y el otro exjugador de futbol americano).
Actualmente, los secuestros de aeronaves son inusuales, comparados con la frecuencia con la que sucedían en décadas anteriores a los atentados del 11 de septiembre. La industria incrementó las medidas de seguridad para evitar que algún pasajero realice otro atentado; pero las medidas que se toman respecto a pilotos y trabajadores de la aviación que necesitan ayuda psicológica, como Calloway, no son tan efectivas.
En febrero de 2014, el vuelo 702 de Ethiopian Airlines se dirigía hacia Roma cuando el capitán salió al baño y el copiloto aprovechó para cerrar la puerta de cabina y dejarlo fuera. El primer oficial se desvió hacia Ginebra porque buscaba asilo político, ya que aseguraba que era perseguido y espiado por el gobierno, en lo que pareció ser un cuadro de depresión paranoide, entregándose a las autoridades en Suiza sin causar daños.
Un evento similar, pero mucho más trágico, ocurrió un año después, cuando el copiloto del vuelo 9525 de Germanwings también dejó afuera de la cabina al capitán, cuando salió al baño y programó un descenso controlado hacia los Alpes franceses, matando a las 150 personas a bordo. La investigación comprobó que Andreas Lubitz planeó la maniobra y que sufría de episodios depresivos con tendencias suicidas, a pesar de que colaboradores se mostraron sorprendidos por el violento acto y lo describieron como alguien feliz.
En 2018, en Seattle, Richard Russell laboraba como trabajador general de rampa para Horizon, robó un Bombardier Q4000 de la aerolínea y voló haciendo piruetas durante 74 minutos, para luego estrellarse intencionalmente en una isla deshabitada. Russell platicó con la torre de control durante el vuelo, comentándoles que era “un tipo que no sabía que estaba dañado hasta ese momento de su vida”; también logró operar correctamente el avión, por lo que sus acciones fueron planeadas y practicadas en juegos de video.
En el reciente Congreso Internacional de Seguridad Aérea, que se llevó a cabo en la Universidad Aeronáutica en Querétaro, el psicólogo Armando Rodríguez López, vicepresidente de la Sociedad Interamericana de Psicología Aeronáutica, mencionaba en su panel la creciente necesidad de psicólogos aeronáuticos en la industria, ya que ni siquiera hay instituciones que ofrezcan la especialidad en México. La mayoría de los psicólogos en la aviación son pilotos con un grado de psicología, una credencial insuficiente, ya que es necesario que se establezca una rama dedicada primordialmente a la evaluación de los profesionales de la aviación, especialmente si su posición conlleva la responsabilidad de vidas ajenas y considerando que el 80% de los incidentes son ocasionados por error humano.
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