En la colaboración de la semana pasada abordamos el cómo las autoridades nacionales en nuestro sector se han dado a la tarea de “darle la vuelta” a los problemas de la aviación nacional. Ya sea por consideraciones políticas o por genuinos problemas de capital humano, el hecho es que ya es costumbre que buscan cualquier medio o recurso para evitar enfrentar los temas críticos de frente, y optan por lo que parecen dilaciones en espera a que éstos se resuelvan por sus propios medios. Hasta el momento, tal parece que este es su planteamiento. Pero no puede mantenerse indefinidamente.
Es oportuno reiterar una vez más una de las grandes máximas de la aviación, misma que se originó en el ámbito de la doctrina militar universal de la Defensa Aérea, pero que esconde una importante lección para la aeronáutica civil mexicana contemporánea: en el aire no hay retirada. Por las características propias del entorno aéreo, no existe una “retaguardia” como lo puede haber en el combate terrestre, y sin duda no existe la opción de replegarse en batalla. En otras palabras y aplicado a nuestro sector civil, si nos adentramos en el entorno aéreo, o tenemos éxito o fracasamos rotundamente.
No existe un término o punto medio. O avanzamos determinada y definidamente a la proyección de nuestras capacidades aeronáuticas en sincronía con la tendencia global y de los mercados internacionales que nos rodean, o tendemos al fracaso absoluto y a vernos rebasados por nuestro contexto. Lamentablemente, el desempeño de nuestras autoridades y el silencio de buena parte del sector comercial en México nos está llevando al segundo escenario. Y es necesarios señalar que la argumentación de corte oficialista y sincrónica con el discurso del titular del Ejecutivo de que todo lo que viene del extranjero es “malo”, “tendencioso”, “corrupto”, “corruptor”, “abusivo”, “nocivo” o que “atenta contra nuestra soberanía” es un mero recurso retórico que no soporta la menor carga de la evidencia racional.
Una vez más, debemos insistir que México es parte de la comunidad global, y debemos adecuarnos a las dinámicas y tendencias internacionales. De no hacerlo sería equivalente a rezagarnos voluntariamente, lo cual es francamente un sinsentido. Pero aferrarnos a un discurso ultranacionalista sin fundamento real, tan sólo confirma la falta de seriedad de nuestras autoridades. Caso concreto lo tenemos cuando en lugar que las presiones y señalamientos internacionales -en nuestro sector, así como en otros- nos lleven a reflexionar que muy posiblemente el desempeño de nuestras autoridades y de sus directivas no están siendo las más apropiadas para adecuarse a los acuerdos, compromisos y expectativas con otros actores domésticos y foráneos, responde la representación nacional con burlas y denostaciones, sin duda es un claro indicador de que hay una seriedad mínima que no se está promoviendo adecuadamente.
También tenemos el muy lamentable comportamiento de nuestras autoridades del sector aeronáutico, quienes en vez de hacer frente a las observaciones, críticas y señalamientos de actores internacionales (FAA, OACI, IATA, entre otras figuras trascendentes) se limitan al silencio mediático, a la negación, a la denostación, o simplemente a “darles la vuelta”. La actitud racional sería hacerse responsables y enfrentar los temas para darles solución pronta y expedita, pero no es eso lo que manifiestan. Esto también es un claro indicador de la seriedad y profesionalismo de quienes encabezan el sector aeronáutico nacional, de quienes esperamos mucho más como servidores públicos. Sobre todo, conociendo sus antecedentes, que no albergan responsabilidades menores o intrascendentes.
Es entonces donde como sector integral debemos cuestionar si nos encontramos en un punto donde la aviación mexicana está estancada, ya sea en términos reales o relativos. Pareciera ser un poco de ambos. En términos reales hemos avanzado muy poco en aspectos positivos, y mucho en negativos. Tenemos un nuevo aeródromo en el sistema aeroportuario del Valle de México, mismo que realmente sale más caro operarlo, que los beneficios que ofrece. Tenemos otro aeropuerto en perfectas condiciones de operación que vive en el abandono, y un tercero (el principal) que parece ser víctima de negligencia operacional para favorecer un proyecto que a menos de un mes de inaugurado ya se estaba cayendo a pedazos (literalmente). Tenemos un deterioro paulatino y sistémico de la Seguridad Aérea en México, y cada vez más tenemos pérdidas de control y seguimiento, de telemetría y de cobertura del Espacio Aéreo Nacional. En consecuencia, en términos reales tenemos un crecimiento negativo, lo cual es alarmante.
Pero es mucho más delicado que en relación al resto del entorno internacional estamos viviendo un atraso monumental. La pérdida de la Categoría 1 de Seguridad Aérea nos limita en vuelos comerciales; pero también estamos viviendo un rezago técnico, tecnológico y operacional. Poco a poco la comunidad norteamericana y latinoamericana avanza en cuestión técnico-operativa, y nosotros nos estamos quedando atrás. Basta tan sólo con ver las aplicaciones aeronáuticas en el resto de Latinoamérica en los últimos tres años para reconocer que México pasó de ser puntero y precursor de importantes avances a ser un actor que desestima el progreso en la dinámica aeronáutica y espacial en relación a otros actores regionales.
Este estancamiento real y relativo tiene costos. Como ya lo hemos comentado con anterioridad, estos costos se acumulan, y no necesariamente son lineales. México ha perdido al menos diez años de avances, y hay estudios que señalan que tomaremos al menos quince años para recuperarnos. Personalmente no creo sea ese el caso, pero es indiscutible que tenemos un lastre profundo y autogenerado. Como hemos apuntado, el primer paso es reconocer los problemas, y enfrentarlos directa y contundentemente.
Sin embargo, falta un ingrediente esencial para que todo esto pueda subsanarse. La próxima semana cerraremos esta serie señalando este factor que parece eludir a nuestras autoridades y a algunos actores privados de nuestro entorno. Sin duda es más fácil describirlo que llevarlo a la práctica, pero por algún lado hay que empezar.
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