La tarde del domingo 22 de mayo el Valle de México experimentó algunos fenómenos meteorológicos que, a todos -menos aquellos que poca consciencia situacional tienen- llamó la atención. Sorpresivamente, fuertes vientos y lluvia azotaron de manera intempestiva a la Ciudad de México, y pasamos de una soleada tarde dominical a ráfagas que derribaron árboles y generaron otros daños. Justo ese día más tarde, en una plática casual con una respetable especialista en aviación comentábamos la pesadilla que debería haber sido aterrizar o despegar del Aeropuerto Internacional Benito Juárez en esas condiciones tan intempestivas.
Derivado de esa plática, en días subsecuentes pregunté a varias amistades pilotos aviadores de extraordinaria capacidad y pericia demostrada las dificultades que tendrían las operaciones aéreas en tan sorpresivas condiciones. Uno de ellos, entre la sorpresa e incredulidad ante mi inocua pregunta, respondió enérgicamente: “Pues ¿cómo crees que estamos operando en el AICM? Ahí no necesitamos vendavales para que nos suba la adrenalina”. Su respuesta dejó de manifiesto algo mucho más grave que está ocurriendo, pero por la coyuntura nacional se ha dejado de mencionar en muchos medios: la Seguridad Aérea en el Valle de México sigue siendo un problema que no esta siendo atendido adecuadamente.
Recordemos que hace poco menos de un mes el tema de la Seguridad Aérea fue titular en la agenda pública nacional tras la viralización de un video donde se aprecia un conato de colisión entre dos aeronaves en el AICM. En ese momento imposible fue ya para las autoridades ocultar que existen problemas trascendentes derivados del rediseño del espacio aéreo en el Valle de México, así como impactantes deficiencias y aberraciones operacionales en SENEAM. Ante la presión mediática y popular, el entonces director de ese servicio “renunció”, se establecieron “mesas de trabajo” (con la Secretaría de Gobernación, no con la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes ni con la Agencia Federal de Aviación Civil) se llegaron a “acuerdos” con las aerolíneas y demás declaraciones públicas de atención inmediata a estos problemas. Para pronto, unos cuantos días de intensidad mediática y ahí quedó la cosa. Aparentemente.
El hecho es que los problemas en los cielos sobre el Valle de México siguen ahí, y se ha atendido realmente muy poco más allá de las palabras. Recordemos que en materia de Seguridad Aérea no hay problemas menores, ni riesgos despreciables. También es importante señalar que en términos reales los problemas no se han incrementado proporcionalmente, pero si se han hecho más públicos. Para algunos actores se han hecho más notorios, y en redes sociales se puede apreciar con claridad una tendencia a la conciencia situacional ampliada en torno todo aquello que influye en la aviación de México.
Se reavivó el tema de la pérdida Categoría 1 en materia de Seguridad Aérea -que la semana pasada cumplió ya un año, sin que veamos resultados de los esfuerzos para recuperarla- a lo que la autoridad recurrió a su infalible remedio de discursivamente prorrogar el tema, minimizarlo, o “garantizar” que en breve se va a solucionar. Sin embargo, realmente no se ha atendido el tema de fondo, ni se han hecho responsables de los problemas que plagan a la administración y gestión aeronáutica nacional, ni se ha actuado en contra de aquellos que llevaron a un Sistema de clase mundial a una bomba de tiempo con mecha recortada. Dejaron la coyuntura nacional sustituyera mediáticamente el tema por otras crisis y problemas, y a éste lo pasaron al cajón de la ignominia en algún archivero perdido con la esperanza de que ahí quede la cosa.
Pero no se trata de eso. México tiene un grave problema en materia de Seguridad Aérea, y poco se esta haciendo para arreglarlo. El tema se está empantanando en discursos derivados de una agenda política, pero el fundamento técnico no está recibiendo la atención requerida. Es así como los “nuevos funcionarios” importados de otras dependencias siguen sin arreglar lo que dejaron, y poco están haciendo para limpiar a donde llegan. Tal parece que no es prioridad adentrarse en las entrañas de las dificultades que vive la SICT, la AFAC o SENEAM, por que quién sabe que cadáver insepulto se encuentren en el proceso. Es mejor dejarlo pasar, y en el camino arreglar, aparentemente.
El AICM tiene muchas carencias, problemas y áreas de oportunidad. Eso lo sabemos desde hace años. El tema es que, en vez de atenderlos y hacer frente a ellos, para dar cumplimento a una agenda política de corto alcance se opta por fingir amnesia. Caso concreto es la carencia de un radar meteorológico en el Valle de México, que pudiera predecir o alertar oportunamente de fenómenos como los del domingo 22 de mayo. Eso no es solo una ocurrencia o una banalidad; es un instrumento preventivo que permite incrementar las condiciones de seguridad aeronáutica al emitir alertas tempranas al personal de tierra y aire y de esta manera prevenir posibles accidentes.
Como este ejemplo tenemos más, por desgracia. Desde tecnología hasta logística, de protocolos a la actuación real, de capacitación a la operación, de la gestión a la administración, y de la planeación a la operacionalización. El AICM y el espacio aéreo en el Valle de México están en una situación verdaderamente crítica. Y para aquellos actores que consideren que esta afirmación es alarmista, en realidad es una descripción atenuada. La evidencia documental demuestra eso, cosa que por desgracia no va con el discurso oficial y por tanto es desestimada.
Como comunidad responsable del sector aeronáutico nacional no debemos quitar el dedo del renglón. No podemos dejar que la coyuntura mediática nacional, motivada por una agenda política dirigida desde alguna oficina con mobiliario colonial suplante a la realidad. Cada quien puede suscribirse a la ideología o percepción de la realidad que más le convenga, y una de las grandezas de este país es justo la tolerancia a las mismas. O eso debería ser. Sin embargo, la aviación es enteramente técnica; y sus normas operativas dependen de hechos objetivos y comprobables que no ceden ni son influidos por discursos, campañas o demagogias.
Debemos insistir en que se atienda contundente y urgentemente la Seguridad Aérea en México. No bastan acuerdos diferidos, compromisos dilatados, o declaraciones idealizadas. Hechos, no palabras, son lo que realmente tienen valor en la aviación, y más en materia de seguridad. Son vidas humanas las que están en juego, y aunque muchos medios ya no lo consideren tema de relevancia creo que no hay nada más trascendente sobre los cielos de la Ciudad de México.
Es por eso que considero que el comentario ya referido por este profesional de la aviación en aquella plática es profundamente revelador. No se trata solo de pensar en los riesgos de despegar o aterrizar del AICM cuando hay vendavales. El tema es cómo, con todas las dificultades y problemas que tiene el espacio aéreo del Valle de México, siguen operando sin que haya pasado ya una lamentable tragedia. Sin duda es por la pericia y profesionalismo de pilotos, tripulaciones y personal operativo. Pero mientras no se atiendan los problemas de fondo, la amenaza sigue ahí.
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