La acción humana dentro de una sociedad no puede concentrarse en el presente, más que para efectuar un diagnóstico de evaluación. Fuera de ello, todo se somete al régimen de la historia y del escrutinio del pasado prácticamente un instante después del acontecimiento presente. Es parte de la lógica de las civilizaciones exitosas: si quieren perdurar y trascender no pueden fijarse en el pasado o en el presente como únicos factores para la toma de decisiones, sino deben ver al porvenir, al mañana, a ese lugar más allá del horizonte visible.
No siempre se puede planear o predecir. La acción humana es compleja, y en ocasiones es prácticamente imposible saber con cierto grado de certidumbre lo que nos aguarda. Pero de carácter general podemos esperar ciertos sucesos, contextos y condiciones en el mañana, y sobre ello podemos comenzar a planear, a prepararnos y a programarnos. La pregunta es sencilla: ¿qué queremos o dónde queremos estar en X tiempo? La respuesta es directa, pero qué nos lleve a esa respuesta es algo completamente diferente, y prepararnos para hacerlo una realidad es aún más complejo.
Ese es el arte y la ciencia de la planeación prospectiva. Es el fundamento para la Planeación Estratégica, y es lo que debe ocupar a buena parte de los gobiernos y de las administraciones públicas. No se puede improvisar, ni se puede “inventar” en el momento. Hacerlo solo augura un desastre. Ahora bien, hay actividades humanas más complejas que otras, y, por lo tanto, su exitoso desempeño requiere una mayor y mejor planeación. Ese es el caso y contexto situacional de la aeronáutica y de la industria espacial.
Sin lugar a dudas, nuestro sector ha sido uno de las más exitosas actividades humanas que involucran tecnología de avanzada, y resultado de ello ha sido que sigue siendo el precursor y promotor de grandes avances científicos, tecnológicos, técnicos, conceptuales y operacionales en la cotidianidad global. Este éxito no se debe únicamente a un accidente civilizatorio, sino a una constante labor de evaluación prospectiva y planeación, y las naciones que mantienen la delantera y el liderazgo sectorial han invertido importantes recursos humanos, financieros, educativos y temporales a estas labores.
Hasta hace algunos años, México se encontraba en este rumbo. Habíamos abierto varios “clusters” aeroespaciales, centros de educación superior, centros de investigación, y formábamos personal profesional de talla mundial. Y luego dimos un retroceso impresionante. Todo lo científico y técnico, todo lo que tiene que ver con educación, todo lo que implicaba inversión o vinculación internacional fue tildado desde las alturas burocráticas con calificativos despectivos, negativos, retrógradas y hasta incoherentes. Destruir por destruir, pareciera ser la intención; retroceso retrógrado la instrucción. De la noche a la mañana aquellos que considerábamos eminencias reconocidas y proyectos de gran valor agregado, pasaron a ser satanizados, ridiculizados, denostados y agredidos.
Bajo el yugo afásico de la injuria, de la burla mañanera, de la denostación abstracta, de la descalificación infundada y de la incomprensión aberrante, la visión prospectiva de nuestro sector pasó de estar en el borde de adquirir el liderazgo latinoamericano a ser el objeto y sujeto de la recriminación ideológica y parte de la “justificación” de una perspectiva nacional de un pequeño grupo en el poder que se encuentra totalmente distanciado irreflexiblemente de la realidad. Ante una postura así, difícil es que un sector que se caracteriza por la objetividad, por la eficiencia, por la competencia y la claridad prospectiva pueda argumentar algo.
En nuestro país desde el 2018 muchas palabras y términos que tenían claros significados se han perdido y su valor se ha diluido. Conceptos que han estado vigentes en el mundo desde hace cuarenta o cincuenta años, como “el Desarrollo”, se han desvirtuado, y sus alcances se han desviado innecesariamente para dar sustento a un discurso conceptual y operacionalmente vacío. Anteriormente teníamos claro que la clave del Desarrollo es la educación, la formación profesional, la investigación, la inversión. Ahora no esta tan claro para el liderazgo en turno.
Es así como grandes centros de investigación, desarrollo, formación, educación y reflexión aeronáutica y espacial en México están quedado rezagados y desvirtuados. Los “clusters” perdieron su potencial, las escuelas y centros de educación superior en materia aeronáutica y espacial en México están quedando desiertas, los espacios de oportunidad e inversión en innovación se destinan a otros fines, las inversiones se van a otros países.
Pasamos de estar en la cabeza, en la punta de la lanza, a estar rezagados por decisión de un liderazgo nacional que poco o nada entiende del tema, y de una comunidad internacional que ante la irreflexiva actitud de aquellos que deberían representar a la nación prefieren ir a otros entornos más permisivos y congruentes con la realidad pronosticada del porvenir. México esta perdiendo, tal vez por décadas, una visión prospectiva acorde a la tendencia global.
Eso es algo que cualquier profesional con visión actualizada puede ver y evidenciar. Es algo que se ha dicho una y otra vez. Nuestro sector aeronáutico y espacial nos lo muestra día tras día. El contradiscurso sólo es una réplica cuasi-ideológica vacía, y la evidente realidad toca a las puertas de nuestro México. La elección de las autoridades es ver a tierra, bajar la mirada; mientas el mundo nos grita a ver a las alturas, a los cielos, y al futuro. La decisión del porvenir marcará a futuras generaciones. Ese será el verdadero legado del Desarrollo Aeronáutico y Espacial de México en la tercera década del tercer milenio.
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