Estos temas deberían ser independientes uno de otro. No deberían ser condicionales entre ellos, ni la virtud de uno debiera influir tanto en los demás. No deberíamos estar reflexionando sobre estos temas, que debieran ser dados ya por ciertos, y debiéramos estar comentando y reflexionando sobre el porvenir, no el presente. Debiéramos estar pensando en como crecer, desarrollarnos, proyectarnos y recuperar la vida que perdimos hace un año ya. Debiéramos. Pero no es así. Lamentablemente, debemos hacer frente a una realidad nacional dolorosa y a un contexto oficial indignante.
Muchas cosas se pueden decir de la actual administración federal, la gran mayoría no es ocupación ni tema del presente espacio semanal. Sin embargo, influyen profundamente en aspectos vinculados a la aeronáutica y al desarrollo aeroespacial nacional. Temas que debieran ser independientes, aislados, no vinculantes; resultan ser una consecuencia mutua, unos dependientes de otros. Tal es el caso de la competencia, la apertura, la congruencia, la tolerancia, y la seguridad aérea.
Desde el arribo de la presente administración federal, las instituciones nacionales han sufrido una profunda transformación. Lamentablemente, la evidencia indica que no para bien. Y esto se debe en parte a la sustitución de personal del servicio público experimentado y con grandes capacidades, por empleados federales, estatales y municipales sin los antecedentes y capacidades demostradas que avalen su nombramiento y liderazgo en sectores trascendentes para el desarrollo nacional integral. En algunos casos encabezando proyectos que a nivel nacional e internacional se ven sin futuro, o con un alcance muy limitado. Esto transmite un mensaje no de visión prospectiva, sino de miopía y astigmatismo conjunto.
Caso concreto lo tenemos en el sector aeronáutico. Desde la innecesaria y multi controvertida cancelación de un proyecto aeroportuario que habría convertido a México en un referente latinoamericano sin paralelo, hasta la “creación” de un “aeropuerto” que no tiene ni una fracción de las capacidades y alcance de un proyecto sepulto que ya el día de hoy estaría operando, y que realmente ninguna aerolínea seria usará por condiciones logísticas y de seguridad; de la pasividad en tiempos de crisis de las autoridades aeronáuticas, esperando a que la realidad les rebasara en tiempos de pandemia y sólo adecuarse o a iniciativas del sector privado o a las disposiciones obligadas de sus contrapartes internacionales; llegando incluso a plantear la extremadamente cuestionable idea de replantear las aerovías nacionales para dar cabida a un capricho que a todas luces es imposible de cumplir; y rematando con insultos indignantes e inexcusables -además, carentes de todo sustento y evidencia- a autoridades internacionales aeronáuticas, acusándolas de “corrupción” cuando estas emiten una opinión no vinculante sustentada en evidencia incontrovertible (congruente con su postura oficial ante la crítica).
Por otro lado, tenemos autoridades federales en nuestro sector que en su mayoría tienen conocimiento y experiencia, pero no lo están ejerciendo debido a las líneas ordenadas desde la superioridad. Y ésta última no permite, tolera ni escucha las críticas constructivas sustentadas nacionales e internacionales que ofrecen un punto de vista adicional e informado para contribuir al desarrollo del país. Por el contrario, vemos que la respuesta estandarizada a manera de contra-crítica es la descalificación, el insulto injustificado, el improperio inmerecido, la represión discursiva, y la sentencia calificativa acusadora de designaciones que solo obedecen a un discurso demagógico, pero que no soportan ni el primer contacto con la realidad. Esto, se ha dicho muchas veces y por muchos, no lleva a ningún lado positivo.
En el mejor de los casos esto lleva a la crítica y la burla internacional, al descrédito nacional y a ser relegados a un tercer o cuarto escalón de atención global. Sólo falta ver la opinión internacional en medios extranjeros de la “inauguración” de una pista inaugurada en 1952 en la Base Aérea Militar 1 en Santa Lucía, y la declaratoria presidencial cargada de autoridad de que constituía esta “obra” el “aeropuerto más importante del mundo”. El mensaje que se transmitió fue terrible, y solo disuadió aún más a inversionistas extranjeros. Pero tal parece ese era el objetivo. Si a esto le sumamos que estas autoridades buscan descalificar y minimizar a sus contrapartes internacionales, esto nos habla de una política para cerrarnos y volver al interior en un sistema cerrado. Esto es un desastre anunciado.
Pero más indignante que esto son las profundas fallas de la administración aeronáutica integral en México, que ha cobrado vidas innecesariamente. Y es aquí donde la indignación de muchos se convierte en enojo declarado. En esta administración se han presentado un muy elevado número de accidentes aéreos, la gran mayoría prevenibles. Sobre todo, por la innecesaria pérdida de vidas humanas. Esto es inaceptable, pero peor es ver que nuestras autoridades no les confieren el valor e importancia que requieren. Esta descalificación y minimización de estos incidentes y de las vidas humanas que han cobrado es algo que como sector debiera no sólo alarmarnos, sino llevarnos a cuestionar profundamente a nuestras autoridades en la materia.
El día domingo 21 de febrero, aproximadamente a las 09:45 horas en el aeropuerto “El Lencero” en el Municipio de Emiliano Zapata en el Estado de Veracruz, una aeronave Learjet 45 de la Fuerza Aérea Mexicana tuvo un accidente al intentar despegar, costando la vida a todo el personal a bordo de la misma. Entran las preguntas, pero el silencio es abrumador en las respuestas. A dos semanas de este incidente, la Secretaría de la Defensa Nacional, la Fuerza Aérea Mexicana y la Agencia Federal de Aviación Civil mantienen un silencio sepulcral del incidente. Los datos en torno a los pasajeros, el número de fallecimientos, las condiciones del incidente, y la misión de esta aeronave y su tripulación son mantenidas en la opacidad, la ambigüedad y la minimización.
Para aquellos de nosotros que conocimos personalmente a los pilotos y tripulantes de esta aeronave, esta postura es inaceptable. Fueron aviadores militares mexicanos, que dieron sus vidas en cumplimiento de su deber. Se merecen más que ser olvidados y relegados a una nota periodística local; y sus memorias obligan a su recuerdo, no a la opacidad oficial. Pero más aún, este caso debe volver a traer al primer plano el tema de la seguridad aérea en México. Estos incidentes son mayoritariamente prevenibles, por lo que estas defunciones fueron innecesarias.
Muchas voces se han alzado en dos años para incrementar las medidas de Seguridad Aeronáutica Integral en México. La autoridad no solo no las ha atendido, sino que las ha ignorado o descalificado. En vez de apertura y tolerancia se ha manifestado la condena, la minimización, la desacreditación y la ignominia pública. El escarnio desde el discurso oficial y de la presión extraoficial nos ha llevado a este punto: no sólo somos un tema internacional en términos menos que favorables, sino que esta costando vidas. Si seguimos por ese camino, costará más. Como sector esto sería imperdonable.
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