Gran controversia ha causado el proyecto de rediseño de las aerovías en México a manos de la prestadora de servicios conocida como Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM). Por una parte, la lógica de tal empresa tiene cierto sentido; por otro lado, es una idea mal fundamentada y forjada; y por otro, es altamente preocupante lo que quieren hacer. Por no decir inherentemente peligroso.
Primero que nada, debemos entender y reconocer que las aerovías de cualquier país no pueden permanecer permanentemente estáticas. Ciertamente, en un momento determinado es mejor tener aerovías consolidadas, estables y sin tantos cambios relativos en relación a un periodo de tiempo. Sin embargo, de vez en vez es razonable realizar pequeños ajustes y modificaciones, adecuaciones menores para eficientar las aerovías y dotarlas de mayor seguridad. Por su parte, si se incrementan los recursos tecnológicos disponibles de manera significativa (que no es una ocurrencia frecuente, cabe aclarar) entonces este tipo de adecuaciones tiene sentido y es hasta obligado.
Pero los cambios no se realizan de un día para otro, ni de manera intempestiva, ni mucho menos abrupta y unilateral. Por el contrario, se trata de un proceso de meses, incluso años. Es casi incuantificable la cantidad de horas-hombre y de estudios que se llevan a cabo para tal fin. Las investigaciones, estudios y cálculos que se realizan son verdaderamente impresionantes. Además, estas adecuaciones deben estar completamente apegadas a derecho nacional e internacional, ya que de éstas dependen la seguridad e integridad de los vuelos civiles y militares de los países. En otras palabras, podríamos considerar las mismas como un tema de Seguridad Nacional.
Pero cuando las cosas se hacen “al vapor”, sin contar con los estudios a profundidad suficientes, y en vez de seguir lógicas bien fundamentadas se hacen para dar cabida y refuerzo a iniciativas deficientes en su concepción e ineficientes en su gestión, el tema adopta otra dinámica. Se trata de una tendencia a la negligencia, pasando por “forzar la realidad”, e incidiendo en la irresponsabilidad. Esto, aparentemente, es lo que esta pasando en nuestro país en estos momentos.
Mucho podemos hablar de SENEAM, mayoritariamente cosas buenas. Sin embargo, desde hace poco más de un año se han planteado que esta dependencia lleve acabo la lozana labor del “rediseño del espacio aéreo mexicano y sus aerovías”. En su momento, muchos especialistas no se lo tomaron en serio: una afirmación de este calibre raya en lo absurdo. Pero del dicho al hecho, parece no haber tanto trecho. SENEAM, aparentemente y de acuerdo con múltiples fuentes, si esta abocado a rediseñar el espacio aéreo nacional y sus aerovías.
Lo anterior no es poca cosa. Particularmente, por que en caso de que este proyecto fuera viable no le corresponde a SENEAM hacerlo, sino a la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC). Esto no es por “capricho”, sino por la Ley de Aviación Civil. En consecuencia, están emprendiendo un tortuoso camino fuera de lo estipulado por la ley, la norma y la convención internacional. Esto sólo asegura un camino al desastre, en razón que no son la institución facultada para tales fines, lo que destapa otros problemas importantes de procedimiento, seguridad y fondo.
SENEAM se encuentra en este “rediseño forzado” para dar cabida al llamado “Sistema Aeroportuario del Valle de México”, es decir, para dar lugar (a como se pueda dar) al Aeropuerto Felipe Ángeles en Santa Lucía. El problema de ello es que -como se señaló desde hace casi dos años- poner un aeropuerto ahí implicaría forzar las aerovías, en razón de que existen inherentes problemas de seguridad aeronáutica. De hecho, varias aerolíneas ya han declarado que no se sienten cómodos operando en esta nueva instalación, y tantas otras se han reservado su posicionamiento en torno a operar en este aeropuerto cuando sea inaugurado.
Los cuestionamientos a nivel internacional tampoco se han hecho esperar. Muchas entidades comerciales y autoridades internacionales han expresado su desaprobación y dudas en torno al Felipe Ángeles. De hecho, algunos actores en nuestro país y en la comunidad internacional han reiterado constantemente que el proyecto del Aeropuerto Felipe Ángeles no cuenta con todos los estudios necesarios para su desarrollo, los cuales no se gestionaron de manera oportuna y otros más fueron emitidos de manera apresurada. Todo esto genera un entorno de dudas, de incertidumbre y de falta de confianza en este proyecto.
El llamado “Sistema Aeroportuario del Valle de México” es producto de arranques políticos irreflexivos, no de necesidades y condiciones técnicas. Hemos hablado ya mucho del grave error estratégico que fue cancelar el NAIM y lo cuestionable del proyecto de Santa Lucía. Sin embargo, la crisis se profundiza con la noción de reestructurar las aerovías regionales y nacionales. Lo anterior en razón de la incertidumbre y los cuestionamientos técnicos, aeronáuticos y legales que genera, que se traduce invariablemente en un grave tema de seguridad.
Recordemos que la Seguridad y la Eficiencia son dos caras de la misma moneda de la Aviación Contemporánea. Es imposible entender la primera sin la segunda y viceversa. El diseño, mantenimiento y la estabilidad de las aerovías son parte integral de esta ecuación en la aeronáutica del siglo XXI. Por lo tanto, por donde lo veamos, este “esfuerzo” de SENEAM genera más problemas de los que soluciona. Por tratar de dar una salida forzada a una iniciativa política incurre en un problema técnico que puede generar un conflicto de seguridad sobre los cielos de la región neurálgica del país.
El contexto internacional y los actores globales responden a la coyuntura y no se han pronunciado terminantemente en torno a este tema. Tal vez por prudencia, tal vez esperando que no se concrete un escenario catastrófico, tal vez esperando entre la sensatez, tal vez esperando que prime la cordura, o tal vez esperando un resultado inevitable. Sea como sea, la crítica y reacción internacional ante este entorno complejo en nuestro país no se hará esperar mucho tiempo.
Y este es precisamente la más trágica de las consecuencias: la imagen internacional que estamos dando es terrible, y más que dar certidumbre y confianza genera exactamente lo contrario. Como país y como sociedad debemos dar confianza, debemos dar una imagen sólida, integra y coherente. Es fundamental para la recuperación del país y de nuestro sector. Pero las autoridades parecen empeñadas en lograr exactamente lo contrario. Estos temas deben ser vistos y atendidos con seriedad profesional, no con improvisaciones forzadas. Debemos, entonces, darnos cuenta de lo que realmente esta en juego: seguridad, certidumbre, confianza. Exactamente lo que necesitamos proyectar, y exactamente lo que estamos perdiendo a ojos del mundo.
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