Tal parece tema recurrente de la presente columna el abordar el sobradamente conflictivo y reiteradamente discutido tema del “proyecto aeroportuario del Valle de México” donde se canceló el NAIM, se busca re-diseñar la Base Aérea Militar No.1 de Santa Lucía en un aeropuerto internacional, y se gestiona la ampliación operacional de su contraparte en Toluca. Mientras que es sin duda un tema de preocupación estratégica nacional y los efectos de este vaivén político-mediático-discursivo pueden llevarnos a la tortícolis por tratar de mantener el paso a declaraciones encontradas, tal parece que estamos llegando a un extremo en este tortuoso proceso.
Innecesario e inútil sería hacer un recuento en este brevísimo espacio de los discursos y determinaciones encontradas en apenas una semana frente a este tema, y reiterativo sería señalar los amparos, determinaciones judiciales, y disposiciones emitidas para frenar tanto la construcción del aeropuerto en Santa Lucía como la destrucción –por un medio u otro- del avance del NAIM en Texcoco. Este jaloneo no hace más que atrasar una conclusión que a todas luces debió haberse expresado hace meses: es un dramático error estratégico cancelar el NAIM y crear un aeropuerto incuestionablemente arrebatado e insuficiente en Santa Lucía.
Todo esto nos queda claro, y el hecho que haya más amparos y resoluciones definitivas para frenar obras que desde su origen carecían de sentido solo lo confirma una vez más. Pero no es el público nacional el que debe preocuparnos ni ocuparnos. Sin duda, cada vez hay más ciudadanos que caen en cuenta de lo que realmente esta en juego, y que este proyecto del nuevo gobierno no tenía futuro pero si representaba un considerable paso atrás. Salvo un reducto de funcionarios encasillados en una postura insostenible y un conjunto de ciudadanos que continúan en su apoyo irrestricto a los primeros, el dilema NAIM-Santa Lucía ya esta fincado.
Sin embargo, es prudente señalar que estos vaivenes discursivos y mediáticos también envían señales preocupantes a la comunidad internacional, y en particular a dos sectores principales: inversionistas transnacionales y la comunidad aeronáutica global. Los primeros son aquellos que de manera prospectiva, estratégica y con una visión de futuro que trasciende discursos y fronteras, consideran inversiones monumentales para construir un futuro más amplio, integral y permisivo a la conectividad global por vía aérea. La segunda obedece a la operación de estos designios llevando a cabo una coordinación entre la innovación tecnológica, la operación comercial y el servicio a cada vez un mayor número de usuarios directos, indirectos y coyunturales.
Recordando una vez más que difícilmente podemos encontrar actividades económico-comerciales aisladas de otros procesos, y que el sector aeronáutico es aquel que posee una influencia considerable en el desarrollo nacional e internacional integral, sería lógico y pertinente considerar que es del interés estratégico nacional emitir un mensaje claro, promisorio y bien informado a la comunidad internacional en estos temas. Esto no significa responder “como otros actores foráneos quieren” o siguiendo fines y objetivos diferentes a los del Estado y su beneficio; sin embargo si implica emitir mensajes claros, sencillos y transparentes.
Para pronto: no beneficia a nadie este jaloneo mediático-político-discursivo en torno al tema Santa Lucía-Texcoco, ni transmite la calma, la confianza ni la madurez que requieren los mercados internacionales y que influyen en la toma de decisiones de inversionistas y del liderazgo del sector aeronáutico transnacional. En cuantiosas ocasiones hemos reiterado en este espacio que es imperativo que la autoridad federal especializada y titular en materia de Comunicaciones y Transportes defina públicamente la Estrategia Nacional que emprenderá en esta administración, no para imponer una visión u otra sino para orientar los esfuerzos integrales de la sociedad (iniciativa privada) y el gobierno (sector público) en la materia. Esto no sólo es eficiente sino es necesario.
Sin embargo, trágico es ver que en vez de que se aborde esta importante necesidad son desgastados los medios y los recursos en un jaloneo sin sentido entre una postura anacrónica y la obviedad de la realidad. A menos que sea parte de una estrategia más amplia y compleja –que esperemos sea ese el caso- tan sólo transmiten inseguridad, inestabilidad y desconfianza a los actores nacionales e internacionales que pueden ser importantes aliados e inversionistas en la materia.
¿Es este un escenario catastrófico? ¿Es acaso esta coyuntura la antesala de una crisis aeronáutica nacional? Es postura del suscribiente que no, no es este el caso. Sin duda es un momento delicado e incuestionablemente podría llevarse este tema de mejor manera por parte de las autoridades, pero no es una inminente catástrofe en el corto plazo. Pero es previsible que esta situación genere en el mediano y largo plazo un incentivo para disuadir la inversión transnacional y el paulatino retroceso en el desarrollo de las capacidades aeronáuticas nacionales.
En otras palabras, el efecto de este golpeteo mediático no poseerá efectos en el muy corto plazo pero sin duda veremos el daño en el mediano y largo plazo. Debido a ello, es buen momento para incentivar medidas correctivas considerables. No se trata de detener el hecho de que hay un grave error conceptual y operacional que se esta llevando a cabo, sino en hacer una apropiada Administración y Gestión del Riesgo, es decir “control de daños”.
Sea este entonces un llamado más promover la sensatez, la cordura y la visión estratégica prospectiva. De lo contrario, el proyecto aeroportuario nacional y de proyección aeronáutica integral de México correrá el mismo destino que buscaron para el NAIM: hará agua y creará daños irreparables. Todavía no llegamos a ese punto. Al buen entendedor, pocas palabras.
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