Volar en formación, es decir, de forma estructurada en base a cierta conformación, generalmente representando una letra “V”, facilita y hace más seguro, efectivo y menos extenuante, aerodinámicamente hablando, el vuelo tanto de las aves de carne y hueso como las que de madera, metal, plástico o tela.
La formación es el más natural de los ambientes de trabajo en equipo entre los aeronáuticos; su éxito radica en buena medida en la adecuada selección de los integrantes, los cuales deben de estar en condiciones de desempeñarse con prestaciones similares, en la designación del líder y algo muy importante en la disciplina de los involucrados.
“Amarse no mirarse los unos a los otros, sino mirar ambos en la misma dirección”, decía Antoine de Saint-Exupéry. Metafóricamente esto quiere decir que para lograr el objetivo deseado hay que trabajar en conjunto, por lo que, cuando un integrante de un equipo simple y sencillamente no tiene la misma visión de las cosas que el resto, se le presenta la coyuntura de tener que elegir entre seguir siendo parte del grupo o de plano abandonarlo. El asunto se complica cuando un miembro del escuadrón, habiendo decidido permanecer en él, se decanta por hacer lo que le da en gana, sin respetar los acuerdos o reglas del conjunto. El propio Charles Lindbergh, calificado con justa razón como un Águila Solitaria tuvo que aprender a trabajar en equipo con los empresarios de San Luis Misuri que le financiaron el vuelo a París y la adquisición de su famoso monoplano en cuyo diseño y fabricación participó mano a mano con los de Ryan.
Hace unos días formé parte de un grupo de profesionales que tuvimos la tarea de conformar en conjunto un texto, mismo que sometimos a nuestro cliente. Todo fue de maravilla en su confección hasta que uno de los involucrados, seguramente atendiendo a intereses y complejos personales, violó los acuerdos y presentó ante el interesado su versión de la entrega, desestimando por completo aquella que “su” equipo de trabajo había elegido. Para el resto de los firmantes la actitud de este señor les pareció desatinada y poco motivante. “Si no estabas de acuerdo con las decisiones y acciones del grupo ¿por qué no lo dijiste?” fue la queja general contra el susodicho. Sobra decir que no se logró el objetivo del grupo, toda vez que el producto que él presentó disidente no satisfizo las necesidades del demandante.
Algo similar está pasando en muchas organizaciones aeronáuticas mexicanas públicas y privadas en las que el abuso de ciertos poderes, reales o percibidos, por parte de quien los detenta y se olvida de la importancia de trabajar en equipo o el abuso de la buena voluntad los coordinados por parte de algún integrante, permiten que emanen de ellas conceptos, políticas y acciones que terminan resultando desafortunados emprendimientos. Quien dude lo anterior solamente debe tomar en cuenta lo que están exhibiendo, por ejemplo, la nueva aerolínea del Estado Mexicano, el aeropuerto en el que esta última tiene su base principal de operaciones y el Tren Maya.
¡A trabajar en equipo entonces!, pero también a estar conscientes de que un equipo significa una organización que requiere objetivos comunes, reglas, disciplina y cooperación, en la que no cabe quien no está dispuesto a volar en formación, algo que se facilita volando literalmente “punta de ala con punta de ala”.
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