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19/04/2024

Sanguijuelas aeronáuticas

Juan A. José / Jueves, 2 Diciembre 2021 - 16:45

En una entrega anterior, me uní a cierta celebración de un verdadero aeronáutico. Retomo el tema, pero en otro sentido, veamos:

Recuerdo cómo hace algunas décadas se presentó en mi oficina “un amigo” presumiéndome un libro recién publicado por el maestro Manuel Ruiz Romero, documento que sin duda llamó mi atención, al grado de que le pregunté dónde se podía conseguir. Su respuesta fue: “Mi papá compró toda la edición”. ¡Perfecto! ---le respondí, agregando: ¿y tú crees que tu papá, por cierto, un destacado investigador de accidentes de aviación mexicano, me pudiera vender un ejemplar? “Lo dudo” ---me dijo.

Afortunadamente, no me quedé con los brazos cruzados y tras haber logrado averiguar la dirección de las oficinas del autor de la obra, unos días después éste fue tan amable de recibirme en ellas. Sobra decir que atesoro los recuerdos de ese primer encuentro con el generoso promotor cultural que tanto regaló a la aeronáutica de Hispanoamérica, en particular a la mexicana y seguramente amigo de muchos de mis estimados lectores.

Quisiera enfatizar importancia de la palabra “regalo” en el contexto de esta nota, en la que pretendo comentar sobre la existencia de un grupo de individuos a los que frecuentemente vemos deambulando en el medio aéreo, ostentándose justa o injustamente como actores en ciertas capacidades, desde las cuales nos quieren hacer sentir que le están haciendo sentir le están haciendo grandes favores a nuestra industria, cuando en realidad lo único que hacen en favorecerse de ella sin retribuirle realmente nada a cambio. Estoy hablando de verdaderas sanguijuelas que se dedican a chupar la turbosina de las venas de otros aeronáuticos mediante la envidia, la ignorancia, la avaricia y la traición.

A veces cuesta trabajo identificarlos; tienen gran capacidad de mimetización y por ende pueden pasar inadvertidos (por lo menos inicialmente) en los círculos que frecuentan aquellos que yo suelo definir como “Gente de Aviación”, es decir, hombres y mujeres que “sólo pueden ver bien con el corazón” y anteponen su amor por las actividades aéreas sobre sus intereses personales, por más legítimos que sean, y no “baobabs” que terminan destruyendo aquello en lo que se les permite echar raíces.

Tengo la oportunidad de compartir frecuentemente con ambos grupos de aeronáuticos en maravillosos espacios como “Skyline Coffee” en las afueras del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Con los primeros no me cuesta trabajo vincularme; su trato es amable, receptivo, empático y siempre parecen dispuestos a compartir y a aprender. Leen con interés espacios editoriales como el que alberga a este analista. Con las sanguijuelas simple y sencillamente no me puedo llevar y no tardo mucho en chocar con ellas; se manejan con arrogancia, despotismo, corrupción, impunidad y secretismo. Están ahí para ver qué obtienen de los demás para provecho propio; son como ese “amigo” que pretendió, por cierto sin éxito, monopolizar el libro de Ruiz Romero.

Hace unos meses, en el marco de cierta labor profesional en una entidad “aeronáutica”, ingenuamente pensé que sería del interés de mis superiores y compañeros de trabajo el que les mostrase esos autógrafos que atesoro y conservo, mismos incluyen firmas nada menos de un Charles Lindbergh (por cierto, eternas gracias Alfredo Martín del Campo) y de otros grandes como Igor Sikorsky, Roberto Fierro, Pappy Boyington, el ingeniero Federico Dovalí y hasta de ese Paul Tibbets de cuyo bombardero B-29 “Enola Gay” cayó una bomba atómica en Hiroshima en 1944. ¡No le interesaron realmente a nadie! Es más, me hicieron sentir que les estaba quitando el tiempo y hasta un regaño me llevé por mi osadía.

El problema, y de ahí el origen de esta columna, es que algunas sanguijuelas llegan a tener puestos de alta responsabilidad en la aeronáutica y por ende en su detrimento; se ostentan como dueños de la verdad y resultan claramente intolerantes, y se podría decir, hasta peligrosos ante cualquier disidencia, y peor aún, ante cualquier genuina o bien intencionada exhibición competencias o conocimientos aeronáuticos que pudieran opacar su “supuesta sabiduría”, algo que en realidad ven como amenazas a su “poder”.

Afortunadamente en el medio son más los Ruiz Romero que los […..] mejor no digo nombres; ellos y ellas saben quienes son, y seguramente si llegan a leer este texto les provocará una risa burlona, toda vez que son todos unos cínicos.

Dicho de otra manera: se vale saber, se vale brillar, se vale ser importante, se vale cuidar el trabajo y se vale tener; lo que no se vale es ser egoísta, dañar, agredir y abusar de la aeronáutica y de los genuinos aeronáuticos.

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