Ahora sí que como decimos los mexicanos, “no me gusta ni tantito” lo que ocurrió el pasado 23 de mayo en los cielos de Bielorrusia con un Boeing 737-800 operando un vuelo regular de pasajeros entre Atenas, Grecia y Vilnus, Lituania en favor de la división polaca Ryanair Sun de la irlandesa Ryanair, equipo además con matrícula de dicha nación báltico-europea y aeronave que fue obligada a aterrizar en Misk, en donde muy convenientemente las autoridades locales aprovecharon para detener al opositor al innombrable dictador Alexander Lukashenko de nombre Raman Protosevich, que iba a bordo junto con su novia y ahora también detenida.
Recuerdo que leer hace años que otro innombrable, en este caso mexicano, me refiero el desaparecido Arturo Durazo Moreno en los años sesenta y setenta del siglo pasado le tenía mucho miedo a verse dentro de una aeronave secuestrada toda vez que el destino de la misma podría ser esa Cuba en la que los hermanos Castro en una de esas le cobrarían “las atenciones” que recibieron del policía cuando estuvieron en sus “gentiles” manos, detenidos hacia 1956 en México durante su exilio en nuestro país.
Hace décadas, por ahí del año 1985 o 86, disfruté la película “Sol de Media Noche” protagonizada por el bailarín y disidente soviético Mijaíl Barýshnikov, obra que tiene como eje la detención de un opositor al régimen comunista cuando la aeronave que lo transportaba entre Londres, Inglaterra y Tokio, Japón, tuvo que hacer un aterrizaje forzoso, es decir, involuntario en Siberia.
Más allá de eventos dignos de un guion cinematográfico, incidentes como el que acaba de ocurrir en Bielorrusia nos deben obligar a reflexionar sobre el grado de impunidad que puede estarse registrando no solamente en los ámbitos nacionales, sino internacionales.
Aeronáuticamente hablando, que es lo que siento interesa a los lectores de este medio, el incidente seguramente se va a convertir en todo un caso de estudio, y sin duda de debate, especialmente entre los expertos en derecho aéreo, quienes, de manera similar a como cuando ocurrió el trágico derribo del vuelo 007 de Korean Airlines en espacio aéreo soviético en el año 1983 ya están fijando posturas en el marco de lo dispuesto en el Convenio de Chicago sobre Aviación Civil Internacional de 1944 en el que se reconoce la soberanía de los Estados Contratantes en el espacio aéreo situado sobre tu territorio, pero en el que también se establece que en caso de interceptación no debe ponerse en peligro la vida de los ocupantes de las aeronaves ni la seguridad de éstas, dejando, no obstante, en claro, que la disposición no debe interpretarse en el sentido de que modifica en modo alguno los derechos y las obligaciones de los Estados estipulados en la Carta de la Naciones Unidas. ¿Así de sencillo, o lo complicamos un poquito?
Lo cierto es que esa supuesta y evidentemente oportuna (para los intereses de Lukashenko) amenaza de bomba en la aeronave de Ryanair que “justificó” su intercepción y aterrizaje en Minsk, cuando menos es sospechosa. Además, tengo entendido que dada la distancia en el que la aeronave se encontraba de su aeropuerto de destino original al momento de que se le ordenó desviarse la misma era menor que la que el avión acabó recorriendo para aterrizar en este último.
La pregunta es obligada: ¿por qué no se le permitió al piloto continuar a Vilnius en lugar de Minsk? ¡Por Protosevich! Y creo que eso no se vale.
Por lo pronto, muchas naciones, principalmente en Europa, han decidido no solamente reclamar política y hasta legalmente al régimen bielorruso por su acción, sino a prohibir a las aeronaves con sus banderas y registros sobrevolar ese espacio aéreo, impedir a aeronaves que lo hayan sobrevolado ingresar al suyo y claro está, suspender la operación de las aerolíneas bielorrusas en sus mercados. Lo más preocupante es que dados los vínculos de Bielorrusia con el régimen de Vladimir Putin el incidente está tensando peligrosamente el ambiente geopolítico y militar mundial.
Habrá que estar pendientes de cómo evoluciona este complejo asunto.
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