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28/03/2024

Boeing, el MAX y la FAA: ¡Qué vergüenza!

Juan A. José / Martes, 29 Septiembre 2020 - 20:28

El Congreso norteamericano publicó recientemente un reporte, emanado de la investigación de los accidentes fatales que sufrieron dos Boeing 737 MAX 8, uno en Indonesia en octubre del 2018 y otro en Etiopía, unos meses después, en marzo de 2019. En éste, virtualmente culpó por las tragedias tanto a Boeing como a la Administración Federal de Aviación. 

Sobre Boeing, el Congreso se refirió de esta manera: “Boeing falló en su diseño y desarrollo del MAX” y de la FAA señaló “al fallar en su supervisión de Boeing y su certificación del avión”. Esto significa, por lo menos en mi opinión, que se confirma la hipótesis que he venido sosteniendo desde hace tiempo, en el sentido que la debilidad de una autoridad aeronáutica certificadora se traduce en un peligro para la aviación civil en general, comenzando para quienes vuelan en los espacios aéreos bajo su jurisdicción.

El reporte va más allá indicando que los accidentes “no fueron el resultado de una falla singular, un error técnico o un evento mal administrado […] sino la horrible culminación de una serie de supuestos técnicos defectuosos de los ingenieros de Boeing, una falta de transparencia por parte de la gerencia de Boeing y una supervisión extremadamente insuficiente por parte de la FAA”.

¿Así o más claro? ¡Y eso que estamos hablando de la más grande empresa aeronáutica del orbe y de la autoridad que certifica también su mayor aeronáutica!

Derivado de lo anterior, los legisladores estadounidenses han decidido que es tiempo de revisar la actuación de su ente regulador aeronáutico con el fin de que esa nación cuente con autoridades especializadas a la altura de las necesidades de la aviación civil internacional, al final de cuentas, directa o indirectamente beneficiada o perjudicada por lo bueno o lo malo de su trabajo.

Lo anterior me brinda la oportunidad de insistir en otra premisa que manejo frecuentemente: la corrupción y su gran aliada la impunidad matan, si a ello le agregamos la arrogancia propia de quienes se sienten “en el poder”, sumando por ahí esa incompetencia que caracteriza a muchos de los corruptos e impunes, pues ahora sí que como se dice “estamos fritos”.

Si bien ningún fabricante aeronáutico mexicano es tan grande como Boeing, ni la Agencia Federal de Aviación Civil de nuestro país supervisa y certifica una actividad aérea como la norteamericana, una vida es una vida y un accidente “aquí y en China” es un accidente, por lo tanto, la calidad de la gestión de la autoridad mexicana tiene relación directa con la seguridad, sustentabilidad y regularidad de su estratégico aerotransporte, de ahí la importancia de respaldarla como es debido.

Esperemos que la dolorosa lección que emana de nuestro vecino del norte con los accidentes del MAX sea tomada en cuenta no solamente en México, sino también en todas aquellas naciones en las que la vida de alguien dependa de la adecuada implementación y supervisión de los estándares internacionalmente adoptados en el seno de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) en materia de seguridad aérea, algo que por lo menos, desde mi punto de vista no se cumplió en los dos “Washington” involucrados en los eventos que refiero; es decir, en el Estado de Washington en el fue concebido y fabricado el 737 y en el Washington, D.C. sede del gobierno federal de los Estados Unidos y de su FAA.

El devastador reporte sobre lo ocurrido en Indonesia y Etiopia no es más que el principio de un camino cuesta arriba que deberán enfrentar tanto Boeing como la FAA para volver a certificar al MAX y lo más importante, para volver a ganarse la confianza del público.

Recuerdo haberlo dicho en algún comentario anterior, si no fuese por lo importante que es Boeing para Estados Unidos e inclusive para la aeronáutica mundial, la debacle del MAX ya le hubiese costado a esta icónica compañía hasta su existencia.

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