El pasado 23 de noviembre, La aerolínea china Hainan Airlines completó su primer vuelo internacional con biocombustible, obtenido de residuos de aceite de cocina de restaurantes, recorriendo más de 11,000 kilómetros desde Beijing hasta Chicago, Illinois.
Esta ha sido la última prueba de la viabilidad de los biocombustibles en vuelos de larga distancia, pero esta revolución de las energías alternativas se ha estado gestando desde hace diez años, cuando Richard Branson, dueño de Virgin Atlantic, anunció que haría las primeras pruebas.
Desde entonces, se han hecho más de 5,000 vuelos con biocombustible alrededor del mundo, indica Tania Buenrostro, coordinadora técnica del Clúster Bioturbosina.
La especialista comenta que la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) son las instituciones que llevan la estrategia del sector en la mitigación de los efectos del cambio climático con el desarrollo y uso de combustibles alternativos.
Pese a los avances, los biocombustibles aún enfrentan grandes retos, el primero es la escala de producción y el precio, ya que la turbosina sigue siendo más barata.
Bajar las emisiones
La aviación global genera aproximadamente el 2.0 por ciento de emisiones de gases de efecto invernadero y se prevé que éstas aumenten 5.0 por ciento en 2050, de acuerdo con un estudio preparado por el Rocky Mountain Institute-Carbon War Room.
“Si bien la mayoría de las industrias tiene una gama de opciones rentables disponibles para reducir las emisiones de carbono, la aviación no. En el futuro previsible, no hay alternativa a los combustibles líquidos para aviones”, agrega el estudio.
Desde 2007, la OACI ha promovido la investigación y el desarrollo en combustibles alternativos, y desde su resolución A38-18, publicada en 2013, mandata a los estados miembros, a la industria, a las instituciones financieras y a otras organizaciones internacionales a participar activamente en el intercambio de información y mejores prácticas para trabajar en este tema.
En 2011, Air China hizo la primera prueba de un vuelo con biocombustible usando un Boeing 747-400.
En 2016, United Airlines operó un vuelo de Los Ángeles a San Francisco, California, con una mezcla de turbosina y biocombustible. Otras Aerolíneas, como Qantas y Singapore Airlines, también han efectuado vuelos internacionales en 2017 empleando combustibles sustentables.
La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) señala que más de 20 aerolíneas han hecho pruebas con combustibles alternativos y han demostrado que éstos tienen el mismo cumplimiento técnico que el combustible de aviación convencional.
“Se considera que en el mediano plazo los biocombustibles pueden cumplir con las metas que define el sector, que son contener un crecimiento de las emisiones de carbono en 2020 y una reducción de las emisiones de 50% en 2050 en comparación de las de 2005”, resalta Tania Buenrostro.
Lo que se hace en México
La especialista es coordinadora técnica del Clúster Bioturbosina, uno de los proyectos encabezados por la Secretaría de Energía (Sener) y la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) respaldados por un fondo de sustentabilidad energética. Estas iniciativas nacieron a partir de la Ley de Transición Energética, que fue aprobada en 2015 y establece metas para la reducción de gases de efecto invernadero en México.
El fondo consta de 700 millones de pesos (mdp) en proyectos de desarrollo e investigación en 4 años, y estos capítulos de investigación son biogás, biodiesel, biocombustibles sólidos y bioturbosina, éste último acaba de cumplir un año.
Buenrostro comenta que se han hecho más de 36 vuelos con biocombustible, en su mayoría hechos por Aeroméxico.
Hay compromiso, lo que no hay es biocombustible. Se tiene que ver cómo se puede seguir investigando y promover el uso y producción, tal vez no a nivel comercial pero sí seguir escalando”,
dice la investigadora.
Los retos
Tania Buentrostro señala que México y el mundo enfrentan cuatro retos en materia de biocombustibles.
El primer reto a nivel mundial es cómo reducir la brecha de costos de producción y aumentar la escala. “La industria de los combustibles alternativos está naciendo, es una industria incipiente si la comparamos con la de los hidrocarburos de cien años, no es posible competir de la noche a la mañana con el precio de la turbosina fósil en México, que puede estar hasta en 9 pesos el litro”.
El segundo reto es cómo desarrollar políticas para financiar la producción. “Se necesita mucho dinero. Se habla de incentivos, probablemente en una etapa el gobierno o un ente podría absorber el sobrecosto. Para una aerolínea, el combustible representa entre el 30 y 40% de sus costos de operación, cuando le agregamos un centavo al galón, eso les afecta directamente”, acota Buenrostro.
El tercer reto es la producción de materia prima. “En México se consumen 4,000 millones de litros al año de turbosina. Para producir una cantidad similar se requieren muchas tierras, mucha estrategia y logística para transformar ese agente y transportarlo y comercializarlo a aeropuertos. En el caso de aceite vegetal usado, la cuestión es cómo recolectarlo”, indica la investigadora.
Y el último reto está en la sustentabilidad. “Es un requisito dentro de la estrategia de la OACI, se trata de que no afectemos más al medio ambiente con un biocombustible a diferencia de lo que pasa hoy con un combustible fósil” resalta la coordinadora del clúster.
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