Conforme se desarrolla la exploración espacial y hay más lanzamientos al espacio, se generan más impactos negativos al ambiente. Estos impactos son especialmente importantes en términos de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y otros contaminantes que liberan los lanzadores. Es, por lo tanto, muy importante dedicar esfuerzos para asegurar que la exploración espacial sea una actividad sostenible, con un mínimo impacto en el medio ambiente.
Los lanzadores espaciales utilizan diferentes tipos de combustibles, cada uno con un impacto ambiental diferente. Los principales contaminantes emitidos son dióxido de carbono (CO2), óxido de nitrógeno (NOx), monóxido de carbono (CO), metano (CH4), sulfuro de hidrógeno (H2S), así como partículas de diversos tipos. Estas sustancias pueden tener efectos negativos en la calidad del aire y contribuir al calentamiento global y al cambio climático.
La mayoría de los cohetes funcionan con queroseno RP-1 o hidrógeno líquido. Ambos combustibles tienen ventajas y desventajas en términos de eficiencia energética, impulso específico, manejo, toxicidad y costo. El queroseno es más fácil de almacenar y más denso que el hidrógeno líquido, pero también es más contaminante. El hidrógeno líquido, combinado con el oxígeno líquido, produce agua como residuo, pero es más difícil y costoso de almacenar y transportar. Al respecto, aunque podría parecer que el hidrógeno es un combustible ideal y que no produce contaminantes, es importante señalar que esto no es necesariamente cierto, porque el hidrógeno se pudo haber obtenido a partir de combustibles fósiles. Es por esto que es importante presentar el concepto de hidrógeno verde. El hidrógeno verde se produce a partir de la electrólisis del agua utilizando energía renovable, como la solar o eólica. A diferencia del hidrógeno que se produce a partir de combustibles fósiles, el hidrógeno verde no produce emisiones de gases de efecto invernadero y es más sostenible a largo plazo.
También, algunos combustibles utilizados en los lanzadores pueden ser altamente tóxicos, como la hidrazina, que es un combustible de propulsión común en satélites y naves espaciales. La hidrazina es altamente inflamable y explosiva, y puede causar daños graves si se maneja incorrectamente. Además, la hidrazina es extremadamente tóxica para los seres humanos y el medio ambiente, y se considera un carcinógeno humano potencial.
Para asegurar la sostenibilidad de la exploración espacial en el futuro, es necesario seguir desarrollando y mejorando los sistemas de lanzamiento que sean más eficientes y amigables con el ambiente. Esto incluye el desarrollo de nuevos combustibles más limpios y renovables, la implementación de tecnologías más eficientes en el diseño y fabricación de cohetes, y la reducción del uso de combustibles tóxicos y dañinos para el medio ambiente.
Así, aunque la exploración espacial tiene un impacto ambiental significativo, contamos con opciones para reducirlo. Es importante que la industria siga trabajando para desarrollar y mejorar los sistemas de lanzamiento y los combustibles utilizados, y que se promueva una cultura de sostenibilidad en la exploración del espacio. Al abordar estos desafíos y adoptar tecnologías más limpias y eficientes, podemos asegurar que la exploración espacial sea sostenible y tenga un impacto mínimo en el medio ambiente. La exploración espacial es una actividad importante para la humanidad, pero debemos abordar sus efectos ambientales para asegurar un futuro sostenible para nuestro planeta y nuestra especie.
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