Supongamos que vives en 1896. Han pasado diez años desde que Karl Benz recibió una patente alemana, por su invención del primer automóvil, impulsado por un motor de combustión interna.
Comienza la producción comercial de automóviles en los Estados Unidos. Los autos son caros, un juguete para los ricos, y la producción de autos es artesanal. La cantidad de autos producidos en el mundo en un año anda en las centenas. Ahora, avanza 100 años en el futuro. Estamos en 1996. Hay un automóvil por cada cinco habitantes del mundo. Hay grandes autopistas y los autos se fabrican en masa. ¿Quién podría haber predicho en 1896 que la industria del automóvil registraría tal auge en solo 100 años?
Ahora, vayamos al presente: las naves espaciales comienzan a fabricarse en masa, los satélites de comunicación llenan la órbita terrestre baja, el turismo espacial está iniciando. Entonces, si has estado dudando sobre el futuro del espacio, tengo algo que decirte: el espacio llegó para quedarse. Y aquí está la prueba: el valor de las inversiones en las empresas espaciales ha aumentado significativamente en los últimos años. El año pasado fue de un récord para la inversión espacial. Según datos de Space Capital, un fondo de inversiones de etapa temprana, los inversionistas de riesgo invirtieron 17,100 millones de dólares en 328 empresas espaciales en 2021, lo que representa el 3% del capital de riesgo global total. Esto supera el récord anual de 2020, que fue de $9.1 mil millones, lo que representa un aumento de más del 90%.
A pesar de este incremento, lo que estamos presenciando ahora no se comparará con lo que ocurrirá en los próximos 20 años. Y así como la industria automotriz fue la fuerza que moldeó la economía del planeta, en la primera mitad del siglo 20, la industria espacial será quien empujará a la sociedad en el resto del siglo 21. Por ejemplo, para 2040, se espera que más de la mitad de la infraestructura de Internet se base en tecnologías espaciales, y la NASA, con un presupuesto de más de $26 mil millones en 2022, ampliará los límites de la exploración espacial. El impulsor de esta expansión es, indudablemente, la capacidad de reutilización de los lanzadores.
Para ilustrar este avance, comparemos el costo de lanzar un kilogramo con el Transbordador Espacial, que en los años 80 era de $85,216 dólares, con lo que cuesta lanzar ahora en un Falcon 9, que es de $1,891 dólares por kilogramo. Al permitir que más empresas lancen satélites a un costo más bajo, más inversionistas ven el espacio como una buena apuesta.
El espacio seguirá desarrollándose, a pesar de que el mundo está a punto de entrar en un ciclo de ajuste económico en el que los inversionistas pudieran preferir invertir en empresas con flujos de efectivo más estables sobre el potencial de desarrollo de la nueva generación de empresas espaciales. Sin embargo, las perspectivas a largo plazo para las empresas espaciales seguirán siendo buenas, ya que el desarrollo de tecnologías básicas, como los cohetes reutilizables y la Internet por satélite, continúa sin cesar. El espacio llegó para quedarse.
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