Es proverbial que el ser humano nunca está satisfecho con lo que tiene. La vida moderna, además, nos tiene acostumbrados a obtener todos los satisfactores pero rápido. De no ser así, hay espacio para la queja y, desde luego, en la dialéctica correspondiente, viene la solución y la satisfacción … temporal. No tardamos en volver a encontrar peros y exigir nuevas soluciones. Todos queremos tener un mercado cerca de casa, pero NO junto a la casa. Es decir, queremos la facilidad de acceso pero no estamos dispuestos a pagar los costos o a asumir las consecuencias directas que deben pagar quienes tienen ese mercado junto a su casa (ruido, basura, ríos de gente, etc).
Todo ello viene a colación por el tema de los aeropuertos y las derivaciones de tenerlo dentro de la ciudad. Si bien es cierto que, en principio, todo aeropuerto se construye en el mejor lugar que esté lo suficientemente lejos de una población, apenas construida la infraestructura, su impacto inmediato es arrastrar a su lado servicios, fábricas, viviendas, escuelas y demás. Más tarde viene la queja de los efectos que trae una terminal aérea, como puede ser el ruido, el tráfico, las aglomeraciones.
Recientemente entró en operación el nuevo rediseño aéreo en la zona del Valle de México. Recordemos que, al inicio del sexenio anterior, en vistas de la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), se contrató a una empresa francesa para rediseñar el espacio aéreo con vistas a hacer compatible el espacio aéreo de esa terminal con el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y el Aeropuerto de Toluca (AIT).
Este rediseño provocó airadas protestas porque los nuevos procedimientos de aproximación y los de despegue ampliaron el rango de impacto de los aviones en el espacio aéreo capitalino, con consecuencias de ruido a una mayor cantidad de población y secuelas indeseables para las aerolíneas, porque un tramo que tomaba normalmente 10 minutos se amplió a 20 o más, lo que implicó mayor gasto de combustible y otros efectos nocivos, como retrasos en el itinerario y demasiado acercamiento de las aeronaves a las elevaciones orográficas y urbanas.
Finalmente, y a pesar de muchas resistencias de quienes prefieren asumir costosos efectos que reconocer que se equivocaron al hacer el primer rediseño, ya en esta administración se inició la fase 1 del re-re-diseño aéreo. Por ahora es opcional, pero ya llegará a ser obligatorio y vendrá una segunda fase para terminar de desfacer el entuerto que provocó un individuo apodado “el Apache” a nuestra, de por sí, ajetreada ciudad.
Pero, para cerrar con “broche de presión”, diría Chava Flores, ahora el nuevo diseño ya levantó algunas protestas a quienes impactan con ruido las nuevas rutas de aproximación. Lo dicho: siempre hay motivo de queja. El otro problema es que para que la población no sufriera esas molestias, el aeropuerto debería estar a muchos kilómetros. La cuestión es que eso implicaría muchos más problemas para la ciudad y sobre todo para trabajadores del sector aéreo y los pasajeros. Eso sin obviar el hecho de que más tarda un aeropuerto en ser inaugurado que los nuevos habitantes de la zona aledaña en instalarse. Y ahí está el AIFA para demostrarlo. Habrá que buscar, de los males, el menor. E-mail: raviles0829@gmail.com
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