Ayer se dio el cambio de mandos en la Agencia Federal de Aviación Civil. El general Miguel Enrique Vallín Osuna sustituye al también general Carlos Rodríguez Munguía. En estos meses hemos visto que lo más difícil en nuestro país no es, muchas veces, encontrar a las personas idóneas o conseguir los recursos económicos o tecnológicos que requieren los planes, sino poner de acuerdo a los diferentes actores de un sector para que, juntos, vayan en pos de un objetivo común.
Pese a los muchos costos que ha supuesto la degradación a la Categoría 2 por parte de la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA), que justo en el momento en que venía la recuperación de la industria a nivel global puso a nuestras aerolíneas mexicanas contra las cuerdas sin poder aprovechar el principal mercado que es EU, lo más complicado fue poner de acuerdo a Gobierno, industria, gremios, sindicatos y actores de relevo (léase las fuerzas armadas) en el objetivo más importante: recuperar la Categoría 1.
En realidad los problemas se han multiplicado. Quizás uno de los que causan más escozor es la incursión de las fuerzas armadas en el ámbito de la Aviación Civil, donde además de haber sido los elegidos para albergar el proyecto aeroportuario del sexenio en su Base Aérea Militar de Santa Lucía, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), se les han asignado otros aeropuertos como Guaymas, Ciudad Obregón y Chetumal y la construcción de uno más (que se antoja bastante superfluo) en Tulúm.
Luego vino el nombramiento del general Carlos Rodríguez Munguía al frente de la recién creada AFAC y del general Isidoro Pastor al frente del AIFA, un aeropuerto “civil”, pero que aún no ha logrado aterrizar prácticas de la aviación comercial y privada que permitan que empiece a hacer masa crítica para que -como todos los aeropuertos del mundo- en unos años empiece a ser rentable.
Es aquí donde se ha dado la mayoría de los malos entendidos. El AIFA no puede ni siquiera buscar ser rentable antes de cumplir un año de operaciones, pero tal parece que el gobierno federal y la Sedena, desde el presidente de la República hasta el último soldado, pensaban que era cosa de iniciar operaciones para que las aerolíneas se dieran de cuchilladas por entrar a operar en ese sitio que es, además, inaccesible para el cliente principal: el pasajero.
Aún así, las aerolíneas comerciales han enviado vuelos al AIFA. Aeroméxico es la que más vuelos opera (un 51% de los vuelos) y se sabe que las cargueras podrían ir siempre y cuando existan dos condiciones: la infraestructura material y de aduanas y el piso parejo para todos: o sea, que se vayan las nacionales y las extranjeras al mismo tiempo.
Sin embargo, las cosas no han parado ahí. Con la supuesta falta de vuelos, los creativos han seguido dándole vueltas a lo que ya comentábamos aquí hace quince días: la posibilidad de otorgar quintas libertades y hasta cabotaje a aerolíneas extranjeras, todo con tal de que haya vuelos (¡aunque no haya pasajeros!) en el dichoso AIFA. Y además, sin la reciprocidad debida.
Ojalá que este cambio signifique ir en pos del objetivo común, con acciones continuadas, encabezado por el general Vallín. E-mail: raviles0829@gmail.com
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