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23/11/2024

Y dale con Boeing, ¿y la FAA y la AFAC apá?

Juan A. José / Miércoles, 24 Abril 2024 - 01:00

Todo parece indicar que la brújula se le volvió loca a Boeing, por lo menos a su división de aviones comerciales, a la que cada día se le relaciona globalmente con un nuevo problema de calidad, las más de veces inofensivo, pero eso sí magnificado en los medios de comunicación y las redes sociales, pero eventualmente desgraciadamente tan grave como el haberle costado la vida hasta el momento a 346 personas como consecuencia de las fallas de diseño y puesta en operación del serie MAX de su icónico modelo Boeing 737.

Lo cierto es que entre rumores y versiones ciertas de que no solamente el MAX sigue siendo un riesgo, sino también lo podrían ser sus 777’s y 787’s el asunto se complicó tanto que no solamente el CEO del fabricante Dave Calhoun dejará pronto su puesto, sino que el mismo Presidente del Consejo de Administración, es decir, “el mero-mero” de Boeing no se presentará a reelección en la Junta Anual del Directorio en mayo próximo. ¡Mínimo la verdad!

Y es que el simple hecho del mal manejo de relaciones públicas de Boeing en el contexto de la crisis del MAX en mi opinión bastaría como para cortar las más altas cabezas. ¿Qué decir de los costos en vidas y en dinero que los problemas con los aviones de su línea comercial han provocado? En ciertas dictaduras, de esas que, aunque suene increíble siguen existiendo, ¡hasta fusilados habría en la compañía!

¿Y los demás responsables apá?

¿En serio alguien puede creer que errores de tal magnitud como lo que tuvo lugar con el MAX fueron asunto solamente de Boeing o su proveeduría? ¿Qué hay de la autoridad certificadora?

En una entrega de septiembre de 2020 que me hizo el favor de publicar el equipo editorial que encabeza mi amiga Rosario Avilés en este portal de noticias aeronáuticas, mencioné que de acuerdo al reporte emanado de la investigación por parte del Congreso Norteamericano de los accidentes fatales que sufrieron dos Boeing 737 MAX 8, uno en Indonesia en octubre de año 2018 y el otro en Etiopía unos meses después en marzo 2019, virtualmente se culpando por estas tragedias tanto al fabricante como a la Administración Federal de Aviación (FAA) de esa nación, refiriéndose del primero y cito: “Boeing falló en su diseño y desarrollo del MAX” y del segundo “al fallar en su supervisión de Boeing y su certificación del avión”. ¿Así o más claro?

El problema es que si bien todo indica que Boeing está haciendo enormes esfuerzos para corregir se relajo industrial, por lo menos a quien firma esta nota no le quedan del todo claras las acciones que el gobierno norteamericano está haciendo para recuperar la capacidad de gestión de su autoridad aeronáutica, a la que más bien escucho ahora hablar de que practicó esta u otra auditoría, en la que encontró está u otra observación a este u otro fabricante, operador y proveedor de servicios, como no logro identificar alguna instancia en Washington que haya auditado a la propia FAA con el fin de evitar que una mortal confabulación como la que Boeing y ella sostuvieron en el proceso de certificación del MAX vuelta a tener lugar en perjuicio de la vida y bienes de los ciudadanos, validando como nunca mi premisa en el sentido de que tarde o temprano la debilidad de una autoridad aeronáutica certificadora se traduce en un peligro para la aviación civil en general, comenzando para quienes vuelan en los espacios aéreos bajo su jurisdicción.

No puedo dejar de acompañar esta aseveración sin aquella que sumé también a la nota de septiembre 2020 en comento en la que apunté que la corrupción y su gran aliada la impunidad matan, y si a ello le agregamos la arrogancia propia de quienes se sienten “en el poder”, sumando por ahí esa incompetencia que caracteriza a muchos de los corruptos e impunes, pues ahora sí que como se dice en nuestro argot mexicano: “estamos fritos”.

De esta manera, soy de aquellos que, con justificada razón o creyéndonos tenerla, crecientemente percibimos que, dada la debilidad a la que se ha llevado la gestión de la autoridad aeronáutica civil mexicana en las últimas décadas, pero en especial en los años del obradorato, los otrora seguros cielos de la aviación han dejado de serlo.

En el texto de hace cuatro años compartí que albergaba la esperanza que la dolorosa lección que emana de nuestro vecino del norte con los accidentes del MAX fuese tomada en cuenta en México. Hoy día veo que la esperanza no tenía sustento y que, por el contrario, la mala calidad de la gestión de nuestras autoridades cada día es más evidente, dada la improvisación, la prepotencia, los intereses y la falta de recursos y apoyos con la que se está manejando.

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