Me entero, por medio de una fuente confiable, quien por cierto me pide anonimato, que entre la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex), le están haciendo un enorme daño a las finanzas de algunos importantes proveedores de servicios aéreos de diverso tipo, incluyendo los vitales de transporte de personal a plataformas y diversas instalaciones petroleras en la sonda de Campeche, en la que por cierto acaba de ocurrir un trágico accidente de helicóptero, conforme les han dejado de saldar a tiempo sus compromisos de pago, las cuales, ante la magnitud de las facturas que han presentado a paraestatales de ese calibre, se han visto obligadas a suspender, si no de plano cancelar nuevas inversiones o contraerse, impactando de manera significativa en los resultados de una rama de gran valor de las actividades aeronáuticas de nuestro país. Me comentan que esto realmente nunca había sucedido con proveedores verdaderamente tan estratégicos para la operación de dichas compañías de energía como los referidos.
¿Resultado de la llamada “Austeridad Republicana”, emanada del actual gobierno federal que, en una de esas, podría estar a su vez afectando a CFE y a Pemex?
¿Consecuencias de una mala gestión administrativa por parte de los titulares de esas enormes empresas del Estado mexicano?
¿Una mala estrategia de relaciones públicas o incumplimiento cabal de compromisos por parte de los operadores aéreos?
¿Un plan de las paraestatales para cambiar de proveedores?
¡Todo es posible!
Lo importante es que, tenga el origen que tenga, el incumplimiento de los compromisos de pago hacia algunas grandes y prestigiadas operadoras aéreas mexicanas de aeronaves de ala fija y rotativa, por parte de CFE y Pemex, las está ahorcando, impactando directamente no solamente a las empresas involucradas y su personal, sino también en su proveeduría, tan compleja y onerosa como la de los componentes aeronáuticos o tan básica y económica como la tienda de la esquina, en la que los colaboradores de las operadoras aéreas se compran un refresco.
Bajo el espíritu keynesiano de la economía, debemos reconocer el beneficio de las aportaciones que el Estado puede hacer al bienestar social en función de los montos de dinero que maneja y potencialmente le inyecta, pero también la amenaza que supone para todo ello la incapacidad del mismo de cumplir con sus compromisos financieros, o una decisión premeditada de no hacerlo.
Con un tejido social tan debilitado como el mexicano y con el nivel de tensión que ello supone, que hay que admitirlo, se acerca a la ingobernabilidad, lo último que una nación necesita es un desequilibrio adicional tan grande como el que representa que empresas que comento ahorquen financieramente a sus proveedores con falta de pagos, tal y como lamentablemente todo parece indicar, es el caso, por lo menos en lo que toca una parte de la aviación general mexicana, en la que a ver si no se termina con la vida de algunas históricas compañías del sector.
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