Dependiendo de la métrica que se emplee, el Scaled Composites Modelo 351, también llamado Stratolaunch Carrier Aircraft, puede ser considerado el avión más grande del mundo.
Se trata de una aeronave construida por Scaled Composites del mítico ingeniero aeronáutico norteamericano Burt Rutan. Él es famoso porque una de cuyas más famosas aeronaves, el Voyager del año 1984, pasó a la historia de la aviación al realizar en el año 1986 el primer vuelo alrededor del mundo sin escalas y sin reabastecimiento de combustible, motivo por el cual, el ejemplar comparte la principal galería del Museo del Aire y el Espacio en Washington, D.C., entre otras naves, con el Espíritu de San Luis de Charles Lindbergh, en su tiempo, aeronave también de ultra-largo alcance.
El pasado 13 de abril, el avión de seis turbofanes y notablemente dos fuselajes unidos por una enorme ala de 117 metros de longitud, apropiadamente matriculado N351SL, realizó exitosamente su primer vuelo de prueba desde el Puerto Aéreo y Espacial de Mojave, California, cuna también del Voyager.
En tiempos en los que resulta más y más evidente que los humanos hemos perdido nuestra capacidad de asombro, virtualmente ante todo, sea bello o feo, tenga el tamaño que tenga, logre lo que logre, el Stratolaunch es una nueva oportunidad que la ingeniería aeroespacial nos da para recuperarla, si quiera por unos instantes.
Precisamente eso es lo que quiero resaltar y compartir en este comentario editorial. Y es que pocas aeronaves en tiempos recientes han tenido la capacidad de llamar la atención del público como este original y complejo gigante cuya misión es servir de plataforma de lanzamiento de cohetes orbitales, siendo capaz de transportar la friolera de 250 toneladas de carga de pago, similar a la del Antonov 225.
He afirmado que, el día en que las aeronaves se conviertan en simples medios de transporte para el público y nadie voltee a verlas, la aeronáutica dejará de ser otra cosa más que una disciplina, perdiendo esa magia, que, por lo menos para mí tiene y que nos mantiene unidos a quienes nos consideramos “aeronáuticos”.
Si bien escribo para todos los interesados en lo aéreo, quien no se maraville al ver el video del primer vuelo del N351SL, difícilmente entenderá el sentido de esta columna, que quiero dedicar como muestra de agradecimiento a todos aquellos diseñadores, constructores y empresarios aeroespaciales, públicos y privados que han hecho posible que naves fuera de lo común remonten al vuelo, caso del Stratolaunch.
Pienso también en los centenares de hombres y mujeres de todas las edades, que en este preciso momento y por todo el mundo, están observando, desde donde pueden o desde donde se les permite, el despegue o aterrizaje de una aeronave, en la mayoría de los casos asombrándose y disfrutando lo que ven.
Sirva entonces el pretexto de este nuevo hito aeronáutico en Mojave, para invitar a mis estimados lectores, a hacer lo posible para no perder su muy humana capacidad de asombro.
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