“Hola, me llamo Ernest. Soy un viajero, un escritor y un soñador”.
De esta manera se presenta una pequeñísima aerolínea de bajo costo fundada en Italia y que apenas hace unos meses comenzó a operar un puñado de Airbus A319 y A320 en rutas a Albania y Ucrania desde el Aeropuerto Malpensa de Milán.
Desde que me enteré de su existencia, en especial desde que vi en su logotipo al rostro de un personaje barbudo y con aire bonachón, no me costó trabajo vincularla con Ernest Hemingway, Premio Nobel de Literatura en 1954. Y es que no recuerdo otra aerolínea inspirada en un escritor... ¡ya ni los muy aeronáuticos Lindbergh y Saint-Exupéry lo han merecido!
El contenido de su portal de internet y las palabras de su fundador David Girhammar, confirman mis sospechas: Ernest porta el espíritu de aventura que caracterizaba al autor de maravillosas obras como “Por quién doblan las campanas”, “El Viejo y el Mar” y “Las nieves del Kilimanjaro”, esta última situada en esa África que tanto amaba, lugar en el que, por cierto, experimentó el episodio más aeronáutico de su vida en donde lo aéreo realmente no fue un protagonista, a no ser por uno que otro texto como aquél que lee: “Son las apariencias, características y desempeño que hacen que un hombre ame un aeroplano; no hay mujer o caballo alguno que sea tan encantador como un gran avión…”.
Dicha etapa aeronáutica tiene que ver con dos accidentes aéreos consecutivos que sufrió en el año 1954 durante un Safari que realizó en compañía de su esposa Mary, concretamente en Uganda.
El primero de ellos tuvo lugar durante un vuelo panorámico por las Cascadas Murchison, del cual salió con algunas heridas. El segundo ocurrió al día siguiente cuando la aeronave que fue enviada para rescatarlos también se accidentó, con ellos a bordo. Las consecuencias de este último y más serio percance resultaron mayores para el físicamente rudo, pero emocionalmente frágil autor, por cierto entre mis favoritos. ¡Eso se llama mala suerte sin duda!
Aún así, los empresarios de Ernest decidieron vincular al malaventurado escritor con su negocio. Quizás desconozcan lo que le ocurrió en África o el drama que en realidad rodea toda su vida, en la que el suicidio fue todo un protagonista.
En cualquier caso, para quienes admiramos al bohemio que hizo de París toda una fiesta, la idea de que su nombre e imagen vuelen en una aeronave comercial nos parece grata, y por ende, bienvenida. Ojalá y nos dure el gusto porque, tomando en cuenta lo poco que están manteniéndose en operación algunas aerolíneas similares, es difícil pronosticar su futuro.
Por lo pronto, pase lo que pase, y siguiendo con esa línea que tanto disfruto de relacionar aviación con literatura, les dejo a mis amables lectores a Ernest, invitándolos por ahí a darse el lujo de una tarde de buena lectura.
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