Todo parece indicar que Amelia Earhart, la más famosa de las aviadoras de la historia, perdió la vida a mediados del año 1937, muy posiblemente a los 40 años de edad, los cuales debió haber cumplido en la más terrible soledad el 24 de julio de ese año, luego de no haber logrado aterrizar su avión Lockheed 10 Electra en la Isla Howland, procedente de Lae, Papúa Nueva Guinea, el día 2 de ese mismo mes, producto de una serie de errores y fallas en la que se trataba de la más riesgosa de las etapas del vuelo alrededor del mundo que estaba realizando, aspirando a ser la primer mujer en lograrlo, acompañada del navegante Fred Noonan al que la propia Earhart reportó como herido en las más de 100 transmisiones radiales que logró emitir desde donde cayó entre el 2 y el 6 de julio, antes de que perdiese la posibilidad de hacer más por falta de energía.
Su desaparición forzó la que se consideró fue la más grande y costosa búsqueda de una aeronave perdida, jamás realizada, antes del caso Malaysia Airlines 370, en curso desde el 8 de marzo del 2014.
La perseverancia del equipo de investigadores, que por décadas ha intentado resolver el misterio Earhart, y modernas técnicas forenses parecen haber dado frutos: los resultados de los estudios realizados recientemente en torno a un esqueleto humano encontrado en el año 1940 junto con varios artefactos que bien se podrían vincular a la norteamericana de Kansas en la aún hoy en día deshabitada Isla de Nikumaroro, República de Kiribati, a unas 350 millas náuticas de Howland, en el Pacífico Sur y que originalmente se pensaba que correspondía a un varón, virtualmente demuestran que son los de Amelia. Validar por medio de exámenes como ADN ya no es posible debido a que ya no se cuenta con el esqueleto que fue extraviado.
¿Coincidencia? Estoy convencido que esta vez la contundencia de la evidencia aún circunstancial, valida la hipótesis. No creo por ejemplo que hayan estado en esa isla muchas mujeres similares a Earhart a finales de los años 30. Eso significaría que habiendo sobrevivido un aterrizaje forzoso, la aviadora vivió un tiempo indeterminado (posiblemente semanas) como naufraga en Nikumaroro hasta perder la batalla. Se especula que los restos del avión fueron reclamados por las corrientes marinas y terminaron hundiéndose, dejando a los aviadores en la isla. Noonan debe haber muerto antes que ella.
Baste decir que los despachos de prensa internacionales están haciendo eco de la noticia, que con justa razón tiene mérito y está dando la vuelta al mundo. Y es que estamos hablando de una icónica e inspiradora personalidad vinculada al feminismo que saltó a la fama entre el 17 y 18 de junio de 1928 al convertirse en la primera mujer en volar el Atlántico, en el Fokker F.VII “Frienship” que supuestamente comandaba y que en realidad piloteó el norteamericano Wilmer Stultz.
Lo que poco se conoce es que Earhart fue elegida para ese vuelo por quien eventualmente se convertiría en su esposo: el publicista George Palmer Putnam que entre 1927 y 1928, buscando a una mujer que emulase a Lindbergh para cruzar por aire ese océano se encontró con una aviadora, alta, delgada, rubia y poco femenina, sorprendentemente parecida física y temperamentalmente al “Águila Solitaria”; una perfecta y potencialmente lucrativa coincidencia y caracterización, tanto así que se le solía llamar “Lady Lindy”, mote que no solamente ella sino el propio Lindbergh y aún más su novia Anne detestaban. Así Amelia cayó literalmente en todos los sentidos en las manos de Putnam.
De fuerte carácter y poseedora -como Lindbergh-, de una gran determinación, Earhart acalló las voces detractoras que la acusaban de fraude piloteando completamente sola una aeronave Lockheed 5B “Vega” de Terranova, Canadá a Irlanda del Norte entre el 20 y 21 de mayo de 1932 coincidiendo con el quinto aniversario del vuelo a París del “Espíritu de San Luis”.
Me interesé en la vida y obra de Amelia conforme me fui apasionado en todo lo relativo a Lindbergh, proceso que entre otras cosas me llevó un día a tener un encuentro en San Diego, California con una damita que había sido amiga de una hermana de Anne Lindbergh y de la segunda esposa de Putnam y quien entre otras cosas me compartió que Putnam decía que Amelia “silbaba como una ave”.
Si bien estoy seguro que lo hizo valientemente en su involuntario destierro, esperando inútilmente ser rescatada, hago votos para que ese silbido se haya apagado en paz en esa desolada Isla del Pacífico.
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