Justo estaba escribiendo un comentario en un espacio de noticias de aviación en el que sugería al director general de Aeroméxico, Andrés Conesa, que parara los seis B737-8 MAX que posee en su flota cuando me enteré que dicha aerolínea, la troncal de nuestro país, tomó justa esa decisión. Enhorabuena por la empresa, a la que pertenecí por más de cuarenta años. Estoy satisfecho de que vean en la seguridad de sus pasajeros una prioridad ineludible.
Los aviones 737 MAX (el 8 y el 9) tienen un sinfín de ventajas técnicas y de desempeño en comparación con su “padre” el B737 NG y su abuelo, el sencillo B737. Una de las más importantes es el ahorro de combustible, un tema esencial y de mayor preocupación para los operadores aéreos (tener una mayor capacidad de combustible significa mayores alcances). Supuestamente estos nuevos aviones cuentan con una revisión de la casi perfecta ingeniería de su aviónica, lo que, en papel, lo hacen el avión perfecto para operar en rutas de mediano y largo alcance. Esto provocó que muchas aerolíneas se arrebataran los pedidos y casi se pelearan por tener un lugar preferente en la línea de entrega del gran B737 MAX.
Aeroméxico, por ejemplo, cuenta con seis 8 MAX y un pedido en el que apostó por sesenta aeronaves (con posibilidad de incrementarlo en treinta más) con las que sustituiría y renovaría parte de su flota. Enorme, espacioso y silencioso, es un gran avión que le sirve a la compañía nacional para rejuvenecer su flota y situarse como una de las aerolíneas con el promedio más jóven de aeronaves.
Resulta que este gran avión, que debería ubicarse como la vanguardia de los últimos tiempos, ha sufrido dos accidentes en tan sólo cinco meses, con un saldo de casi 350 vidas. El primero ocurrió a finales de octubre de 2018, en Indonesia, con 189 personas a bordo y que se precipitó sobre el mar de Java a trece minutos de haber despegado. El golpe en el mar fue espantoso y esto provocó que la misión de rescate fuera complicada y muy penosa para los familiares de las personas que viajaban en el vuelo JT610. Como es costumbre en estos eventos, se rescata lo máximo que se pueda y se agotan todas las instancias correspondientes para encontrar las grabadoras de voz y de datos de vuelo (mejor conocidas como cajas negras).
El segundo accidente ocurrió el pasado 10 de marzo, cuando otro B737-8 MAX cayó seis minutos después de su despegue desde el Aeropuerto de Addis Abeba en Etiopía. El vuelo, de Ethiopian Airlines, viajaba con 157 personas. La película vivida hace cinco meses se está repitiendo.
Me llama la atención que, tras cinco meses del primer accidente, no se sepa nada de los avances de la investigación del vuelo JT610. En la fase de despegue, el piloto automático ya se encuentra engarzado, la vigilancia hacia el exterior es casi nula (a menos de que haya un aviso de algún avión cerca). Ya casi todo se realiza por instrumentos y el trabajo de ambos pilotos implica vigilar dichos instrumentos, escuchar y obedecer las órdenes de las torres de control, preparar planes de vuelo y ajustes que haya sobre la marcha. La distracción en esta fase, si es que la hubo, es poco probable, ya que la carga de trabajo en el despegue es enorme. El contacto con la tripulación de cabina es prácticamente nulo, ya que aún no se alcanzan los diez mil pies de altura que es cuando el vuelo se vuelve un poco más relajado (antes la altitud de la aeronave es muy pronunciada y todo el mundo va sentado en sus lugares).
Estoy casi seguro de que se presentó algún problema en los controles en ambos eventos y que fue de tal magnitud que los pilotos no lograron desengarzar el piloto automático, tomar el control de vuelo y realizar las maniobras necesarias para evitar lo que justamente sucedió. Esto es una falla técnica (no sé si de diseño) que debe descubrirse y corregirse antes de que se permita volar nuevamente alguno de estos aviones. En aviación no debe haber misterios.
Boeing se enfrenta a una crisis enorme. Imaginemos que quedan en tierra los 350 aviones MAX 8 que actualmente hay en aerolíneas. Esto no sería algo menor: de entrada las acciones de Boeing ya cayeron más de 10% y quién sabe qué más pueda pasar. Esperemos que pronto se esclarezcan los hechos porque, como dijo una comentarista de radio, no mucha gente querrá volverse a subir a uno de estos aviones hasta que todo esté aclarado. Y yo, que estuve más de cuarenta años en aviación, me uno a este sentimiento.
Facebook comments